viernes, 3 de agosto de 2007

DEATHY HALLOWS

Libro Séptimo




HARRY POTTER Y LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE






J.K ROWLING





Traducción: varios

Edición Capandres

Latinoamérica

2007


CAPÍTULOS


01. El Ascenso del Señor Tenebroso
02. En Memoria
03. La Partida de los Dursley
04. Los Siete Potter
05. Guerrero Caído
06. El Fantasma en Pijama
07. La Voluntad de Albus Dumbledore
08. La Boda
09. Un Lugar para Ocultarse
10. La Historia de Kreacher
11. El Soborno
12. La Magia es Poderosa
13. La Comisión de los Nacidos de Muggles
14. El Ladrón
15. La Venganza de los Duendes
16. El Valle de Godric
17. El Secreto de Bathilda
18. La Vida y Mentiras de Albus Dumbledore
19. La Cierva Plateada
20. Xenophilius Lovegood
21. La Historia de los Tres Hermanos
22. Las Reliquias de la Muerte
23. La Mansión de los Malfoy
24. El Fabricante de Varitas
25. La Cabaña Protectora
26. Gringotts
27. El Lugar Final para Ocultase
28. El Espejo Perdido
29. La Diadema Perdida
30. El Despido de Severus Snape
31. La Batalla de Hogwarts
32. La Varita Mayor
33. La Historia del Príncipe
34. El Bosque de Nuevo
35. King's Cross
36. El Defecto del Plan
Epílogo














Capítulo 1

EL ASCENSO DEL SEÑOR OSCURO


Los dos hombres aparecieron de la nada, a unas yardas de distancia en un sendero angosto e iluminado por la luna. Por un segundo se quedaron quietos, apuntándose con las varitas el uno al pecho del otro: luego, habiéndose reconocido, las guardaron bajo sus capas y se pusieron a caminar, lado a lado, en la misma dirección.
- ¿Alguna novedad?-preguntó el más alto de los dos.
-La mejor.-respondió Snape.
El sendero estaba bordeado a la izquierda por matorrales silvestres de lento crecimiento, a la derecha con un alto y pulcramente recortado seto. Las largas capas de los hombres flameaban alrededor de sus tobillos mientras marchaban.
-Aunque podría ser tarde, -dijo Yaxley, sus rasgos fofos entraban y salían de la vista cuando las ramas de los árboles colgantes interrumpían la luz de la luna-. Fue un poco más engañoso de lo que pensaba. Pero espero que esté satisfecho. Pareces confiar en que tu recepción será buena.
Snape asintió, pero no se explicó. Giraron a la derecha, a un amplio camino de acceso en el que desembocaba el sendero. El alto seto se curvaba alejándose de ellos, extendiéndose en la distancia más allá del par de impresionantes verjas de hierro que interrumpían el camino de los hombres. Ninguno de ellos dio un paso; en silencio ambos alzaron sus brazos izquierdos en una especie de saludo y pasaron a través del metal oscuro que era humo.
The yew hedges amortiguaban el sonido de los pasos de los hombres. Se oyó un susurró en algún lugar a su derecha; Yaxley sacó su varita, de nuevo probó no ser nada más que un pavo real blanco, pavoneándose majestuosamente a lo largo de lo alto del seto.
-Lucius siempre se lo tuvo muy creído. Pavos reales... -Yaxley metió su varita de vuelta bajo su capa con un resoplido.
Una hermosa casa solariega surgió en la oscuridad al final del recto camino, con luces destelleando en las ventanas con forma de diamante del piso inferior. En algún lugar del oscuro jardín más allá del seto una fuente estaba en funcionamiento. La grava crujió bajo sus pies cuando Snape y Yaxley se apresuraron hacia la puerta principal, que se abrió hacia adentro ante su aproximación, aunque no había nadie visible que la abriera.
El vestíbulo era grande, pobremente iluminado, y suntuosamente decorado, con una magnífica alfombra que cubría la mayor parte del suelo de piedra. Los ojos de los retratos de caras pálidas en las paredes siguieron a Snape y Yaxley mientras los pasaban a grandes zancadas.
Los dos hombres se detuvieron ante una pesada puerta de madera que conducía a la siguiente habitación, dudando durante el espacio de un latido de corazón, entonces Snape giró la manilla de bronce.
El estudio estaba lleno de gente silenciosa, sentada a lo largo de una mesa ornamentada. El mobiliario usual de la habitación había sido empujado descuidadamente contra las paredes. La iluminación provenía de un rugiente fuego bajo una hermosa chimenea de mármol trasmontada por una ventana dorada. Snape y Yaxley se demoraron un momento en el umbral. Cuando sus ojos se acostumbraron a la falta de luz, fueron atraídos hacia adelante por los extraños rasgos de la escena de una figura humana aparentemente inconsciente que colgaba bocabajo sobre la mesa, revolviéndose lentamente como suspendida por una cuerda invisible, y reflejada en el espejo y en la desnuda y pulida superficie de la mesa de abajo. Ninguna de las personas sentadas bajo esta singular visión estaba mirándola excepto por un joven pálido sentado casi directamente bajo ella. Parecía incapaz de evitar mirar hacia arriba a cada minuto o así.
-Yaxley, Snape, -dijo una voz alta y clara desde la cabecera de la mesa-. Llegáis convenientemente tarde.
El que hablaba estaba sentado directamente ante el fuego, así que fue difícil, al principio, para los recién llegados divisar algo más que su silueta. Cuando se acercaron, sin embargo, su cara brilló a través de las sombras, sin pelo, con aspecto de serpiente, con rajas por nariz y brillantes ojos rojos cuyas pupilas eran verticales. Estaba tan pálido que parecía emitir un brillo perlado.
-Severus, aquí, -dijo Voldemort, señalando el asiento a su inmediata derecha-. Yaxley... junto a Dolohov.
Los dos hombres ocuparon sus lugares asignados. La mayoría de los ojos alrededor de la mesa siguieron a Snape, y estaban posado en él cuando Voldemor habló primero.
-¿Y?
-Mi Señor, La Orden del Fénix tiene intención de trasladar a Harry Potter de su actual lugar seguro el próximo Sábado, al anochecer.
El interés alrededor de la mesa se agudizó palpablemente. Algunos se tensaron, otros se inquietaron, todos miraban fijamente a Snape y Voldemort.
-Sábado... al anochecer, -repitió Voldemort. Sus ojos rojos se fijaron en los negros de Snape con tanta intensidad que algunos de los observadores apartaron la mirada, aparentemente temerosos de que ellos mismos resultaran quemados por la ferocidad de la mirada. Snape, sin embargo, devolvió la mirada tranquilamente a la cara de Voldemort y, después de un momento o dos, la boca sin labios de Voldemort se curvó en algo parecido a una sonrisa.
-Bien. Muy bien. Y esta información proviene de...
-... de la fuente que hemos discutido, -dijo Snape.
-Mi Señor.
Yaxley se había inclinado hacia adelante para mirar mesa abajo hacia Voldemort y Snape.
Todas las caras se giraron hacia él.
-Mi Señor, yo he oído algo diferente.
Yaxley esperó, pero Voldemort no habló, así que siguió,
-A Dawlish, el Auror, se le escapó que Potter no será trasladado hasta el día treinta, la noche antes de que el chico cumpla diecisiete.
Snape estaba sonriendo.
-Mi fuente me dijo que plantarían un falso rastro; este debe ser. Ni dudo de que Dawlish está bajo un Encantamiento Confundus. No sería la primera vez; se sabe que es susceptible.
-Te aseguro, mi Señor, que Dawlish parecía bastante seguro, -dijo Yaxley.
-Si estaba Confundido, naturalmente que estaría seguro, -dijo Snape-. Yo te aseguro, Yaxley, que la Oficina de Aurores no tomará parte en la protección de Harry Potter. La Orden cree que tenemos infiltrados en el Ministerio.
-La Orden tiene razón en algo entonces, ¿verdad? -dijo un hombre bajo y grueso sentado a corta distancia de Yaxley; soltó una risita silbante que resonó allí y a lo largo de la mesa.
Voldemort no rió. Su mirada había vagado hacia arriba hasta el cuerpo que se revolvía lentamente en lo alto, y parecía estar perdido en sus pensamientos.
-Mi señor, -siguió Yaxley-. Dawlish cree que toda una partida de Aurores se ocupará de trasladar al chico...
Voldemort alzó una larga mano blanca, y Yaxley se calló al instante, observando resentido como Voldemort volvía a girarse hacia Snape.
-¿Dónde van a ocultar al chico a continuación?
-En la casa de un miembro de la Orden, -dijo Snape-. El lugar, según la fuente, ha sido equipado con cada protección que la Orden y el Ministerio juntos han podido proporcionar. Creo que habrá poca oportunidad de cogerle una vez esté allí, mi Señor, a menos, por supuesto, que el Ministerio haya caído antes del próximo Sabado, lo cual podría darnos la oportunidad de descubrir y deshacer los suficientes encantamientos como para romper el resto.
-Bien, ¿Yaxley? -llamó Voldemort mesa abajo, la luz del fuego iluminaba extrañamente sus ojos rojos-. ¿Habrá caído el Ministerio para el próximo Sábado?
Una vez más, todas las cabezas se giraron. Yaxley cuadró los hombros.
-Mi Señor, tengo buenas noticias sobre ese punto. He... con dificultad y después de grandes esfuerzos... tenido éxito al colocar una Maldición Imperius sobre Pius Thircknesse.
Muchos de los sentados alrededor de Yaxley parecieron impresionados; su vecino, Dolohov, un hombre con una larga y retorcida cara, le palmeó la espalda.
-Es un comienzo, -dijo Voldemort-. Pero Thicknesse es solo un hombre. Scrimgeour debe estar rodeado por nuestra gente antes de que yo actue. Un atentado fallido contra la vida del Ministro me hará retroceder un largo tramo del camino.
-Si... mi Señor, eso es cierto... pero ya sabe, como Jefe del Departamente de Refuerzo de la Ley Mágica, Thicknesse tiene contacto regular no solo con el propio Ministro, sino también con los Jefes de todos los demás departamentos del Ministerio. Será, creo yo, fácil ahora que tenemos a un oficial de tan alto rango bajo nuestro control, subyugar a los otros, y después podemos trabajar todos juntos para someter a Scrimgeour.
-Mientras nuestro amigo Thicknesse no sea descubierto antes de convertir al resto, -dijo
Voldemort-. En cualquier caso, parece improbabe que el Ministerio vaya a ser mío antes del próximo Sábado. Si no podemos tocar al chico en su destino, debemos hacerlo mientras viaja.
-Tenemos ventaja ahí, mi Señor, -dijo Yaxley, que parecía decidido a recibir alguna porción de aprobación-. Ahora tenemos a varias personas plantadas dentro del Departamento de Transporte Mágico. Si Potter se Aparece o utiliza la Red Flu, lo sabremos inmediatamente.
-No harán ninguna de las dos cosas, -dijo Snape-. la Orden está esquivando cualquier forma de transporte que esté controlada o regulada por el Ministerios; desconfían de todo lo que tenga que ver con ellos.
-Todavía mejor, -dijo Voldemort-. Tendrá que salir a campo abierto. Más fácil de tomar, con mucho.
De nuevo Voldemort levantó la mirada hacia el cuerpo que se revolvía lentamente mientras seguía,
-Me ocuparé del chico en persona. Se han cometido demasiados errores en lo que a Harry Potter concierne. Algunos de ellos han sido míos. Que Potter viva se debe más a mis errores que a sus triunfos.
La compañía alrededor de la mesa observaba a Voldemort aprensivamente, cada uno de ellos, por su expresión, temiendo que pudieran ser culpados por la continuada existencia de Harry Potter. Voldemort, sin embargo, parecía estar hablando más para sí mismo que para ninguno de ellos, todavía dirigiéndose al cuerpo inconsciente sobre él.
-He sido descuidado, y así me he visto frustrado por la suerte y la oportunidad, demoleroras de nada más y nada menos que de los planes mejor trazados. Pero ahora soy más listo. Entiendo lo que no entendía antes. Debo ser yo quien mate a Harry Potter, y lo haré.
Ante esas palabras, aparentemente en respuesta a ellas, sonó un repentino aullido, un terrible y desgarrador grito de miseria y dolor. Muchos de los sentados ante la mesa miraron hacia abajo, sobresaltados, por el sonido que había parecido surgir de debajo de sus pies.
-Colagusano, -dijo Voldemort, sin cambiar su tono tranquilo y pensativo, y sin apartar los ojos de cuerpo que se removía arriba-. ¿No te he dicho que mantuvieras a nuestro prisionero tranquilo?
-Si, m...mi Señor, -jadeó un hombrecillo en mitad de la mesa, que había estado sentado tan abajo en su silla que ésta había parecido, a primera vista, estar desocupada. Ahora se revolvió en su asiento y salió a toda prisa de la habitación, no dejando tras él nada más que un curioso brillo plateado.
-Como estaba diciendo, -continuó Voldemort, mirando de nuevo a las caras tensas de sus seguidores-. Ahora soy más listo, necesitaré, por ejemplo, tomar prestada la varita de uno de vosotros antes de ir a matar a Potter.
Las caras a su alrededor no mostraron nada menos que sorpresa; podría haber anunciado que quería coger prestado uno de sus brazos.
-¿Ningún voluntario? -dijo Voldemort-. Déjadme ver... Lucius, no veo razón para que sigas teniendo una varita.
Lucius Malfoy levantó la mirada. Su piel parecía amarillenta y cerosa a la luz del fuego, y sus ojos estaban hundidos y sombríos. Cuando habló, su voz era ronca.
-¿Mi Señor?
-Tu varita, Lucios. Exijo tu varita.
-Yo...
Malfoy miró de reojo a su esposa, que estaba mirando directamente hacia adelante, tan pálida como él, su largo pelo rubio colgaba por su espalda, pero bajo la mesa sus dedos esbeltos se cerraron brevemente sobre la muñeca de su esposo. Ante su toque, Malfoy metió la mano en la túnica, retirando una varita, y pasándosela a Voldemort, que la sostuvo en alto delante de sus ojos rojos, examinándola atentamente.
-¿Qué es?
-Olmo, mi Señor, -susurró Malfoy.
-¿Y el centro?
-Dragón... nervio de corazón de dragón.
-Bien, -dijo Voldemort. Sacó su propia varita y comparó sus longitudes. Lucius Malfoy hizo un movimiento involuntario; durante una fracción de segundo pareció como si esperara recibir la varita de Voldemort a cambio de la suya. El gesto no le pasó por alto a Voldemort, cuyos ojos se abrieron maliciosamente.
-¿Darte mi varita, Lucius? ¿Mi varita?
Algunos de los miembros de la multitud rieron.
-Te he dado tu libertad, Lucius, ¿no es suficiente para ti? Pero he notado que tú y tu familia parecéis menos felices que antes... ¿Qué hay en mi presencia en tu casa que te disguste, Lucius?
-Nada... ¡nada, mi Señor!
-Que mentiroso, Lucius...
La suave voz pareció sisear incluso después de que la cruel boca hubiera dejado de moverse. Uno o dos de los magos apenas reprimieron un estremecimiento cuando el siseo creció en volumen; algo pesado podía oirse deslizándose por el suelo bajo la mesa.
La enorme serpiente emergió para escalar lentamente por la silla de Voldemort. Se alzó, pareciendo interminable, y fue a descansar sobre los hombros de Voldemor; su cuello era más grueso que el muslo de un hombre; sus ojos, con sus rajas verticales por pupilas, no parpadeaban. Voldemort acarició a la criatura ausentemente con largos dedos finos, todavía mirando a Lucius Malfoy.
-¿Por qué los Malfoy parecen tan infelices con su suerte? ¿No es mi retorno, mi ascenso al poder, lo que profesaban desear durante tantos años?
-Por supuesto, mi Señor, -dijo Lucius Malfoy. Su mano temblaba cuando se limpió el sudor del labio superior-. Lo deseabamos... lo deseamos.
A la izquierda de Malfoy su esposa hizo un extraño y rígido asentimiento, sus ojos evitaban a Voldemort y a la serpiente. A su derecha, su hijo, Draco, que había estado mirando fijamente hacia arriba al cuerpo inerte en lo alto, miró rápidamente hacia Voldemort y apartó la mirada una vez más, aterrado de hacer contacto ocular.
-Mi Señor, -dijo una mujer oscura en mitad de la mesa, su voz sonaba constrecnida por la emoción-, es un honor tenerte aquí, en la casa de nuestra familia. No puede haber mayor placer.
Sentada junto a su hermana, tan diferente a ella en aspecto, con su pelo oscuro y ojos pesadamente perfilados, como lo era en aguante y comportamiento; donde Narcissa se sentaba rígida e impasible, Bellatrix se inclinaba hacia Voldemort, como si las meras palabras no pudieran demostrar su anhelo de estar más cerca.
-No hay más alto placer, -repitió Voldemor, su cabeza se inclinó un poco a un lado mientras evaluaba a Bellatrix-. Eso significa mucho, Bellatrix, viniendo de ti.
La cara de ella se llenó de color, sus ojos se inundaron de lágrimas de deleite.
-¡Mi Señor sabe que no dijo mas que la verdad!
-No hay más alto placer... ¡ni siquiera comparado con el feliz evento que, según he oído, ha tenido lugar esta semana en tu familia!
Ella le miró, con los labios separados, evidentemente confusa.
-No sé lo que quieres decir, mi Señor.
-Estoy hablando de tu sobrina, Bellatrix. Y la vuestra, Lucius y Narcissa. Se acaba de casar con el hombrelobo, Remus Lupin. Debéis estar orgullosos.
Hubo una explosión de risas socarronas alrededor de la mesa. Muchos se inclinaron hacia adelante para intercambiar miradas divertidas, unos pocos golpearon la mesa con los puños. La gran serpiente, disgustada por el disturbio, abrió la boca de par en par y siseó furiosamente, pero los mortífagos no lo oyeron, tan jubilosos como estaban ante la humillación de Bellatrix y los Malfoy. La cara de Bellatrix, tan recientmente ruborizada de felicidad, se había vuelto de un feo y manchado rojo.
-No es sobrina nuestra, mi Señor, -gritó sobre el regocijo-. Nosotros... Narcissa y yo... nunca volvimos a ver a nuestra hermana desde que se casara con el sangresucia Thonks. Esa mocosa no tiene nada que ver con ninguna de nosotras, ni ninguna bestia con la que se haya casado.
-¿Qué dices tú, Draco? -preguntó Voldemort, y aunque su voz era queda, fue llevada claramente a través de silbidos y risotadas-. ¿Harás de canguro a los engendros-cachorros?
El regocijo creció; Draco Malfoy miraba aterrorizado a su padre, que bajaba la mirada a su propio regazo, entonces captó la mirada de su madre. Ella sacudió la cabeza casi imperceptiblemente, después reasumió su propia mirada impasible hacia la pared opuesta.
-Ya basta, -dijo Voldemort, acariciando a la furiosa serpiente-. Ya basta.
Y la risa murió al instante.
-Muchos de nuestros más antiguos árboles familiares se han vuelto un poco descuidados con el paso del tiempo, -dijo cuando Bellatrix le miró fijamente, sin aliento e implorante-. ¿Qué debes podar y qué no para mantenerlo saludable? Corta aquellas partes que amenazan la salud del resto.
-Si, mi Señor, -susurró Bellatrix, y sus ojos se inundaron de nuevo con lágrimas de gratitud-. ¡A la primera oportunidad!
-Debes hacerlo, -dijo Voldemort-. y en tu familia, al igual que en el mundo... debemos cortar el cáncer que nos infecta hasta que solo los de la sangre auténtica permanezcan...
Voldemort alzó la varita de Lucius Malfoy, apuntándola directamente a la figura que se revolvía lentamente suspendida sobre la mesa, y le dio una pequeña sacudida. La figura volvió a la vida con un gemido y empezó a luchar contra ataduras invisibles.
-¿Reconoces a nuestra invitada, Severus? -preguntó Voldemort.
Snape alzó los ojos a la cara que estaba bocabajo. Todos los mortifagos estaban mirando hacia la cautiva ahora, ya que se les había dado permiso para mostrar curiosidad. Cuando volvió la cara hacia la luz del fuego, la mujer dijo con voz rota y aterrada.
-¡Severus! ¡Ayúdame!
-Ah, si, -dijo Snape cuando la prisionera volvió a girar lentamente hacia otro lado.
-¿Y tú, Draco? -preguntó Voldemort, acariciando el hocico de la serpiente con la mano libre de la varita. Draco sacudió la cabeza tirantemente. Ahora que la mujer había despertado, parecía incapaz de seguir mirándola.
-Pero no tendrás que asistir a sus clases, -dijo Voldemort-. Para aquellos de vosotros que no lo sepáis, nos reunimos aquí esta noche por Charity Burbage quien, hasta recientemente, enseñaba en la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería.
Se produjeron pequeños ruidos de comprensión alrededor de la mesa. Una mujer ancha y encorvada con dientes puntiagudos cacareó.
-Si... la profesora Burbage enseñaba a los hijos de brujas y magos todo sobre los muggles.... como no son tan diferentes a nosotros...
Uno de los mortifagos escupió en el suelo. Charity Burbage volvió la cara de nuevo hacia Snape.
-Severus... por favor... por favor.
-Silencio, -dijo Voldemort, con otro golpe de la varita de Malfoy, Charity cayó en silencio como amordazada-. No me alegra la corrupción y contaminación de las mentes de niños magos, la semana pasada la Profesora Burbage escribió una apasionada defensa de los sangresucia en el Profeta. Los magos, dijo, deben aceptar a ladrones de su conocimiento y magia. La mengua de los purasangre es, dice la Profesora Burbage, una circunstancia de lo más deseable.... Haría que todos nosotros nos emparejáramos con muggles... o, sin duda, con hombreslobo...
Nadie rio esta vez. No había duda de la furia y el descontento en la voz de Voldemort. Por tercera vez, Charity Burbage se revolvió para enfrentar a Snape. Corrían lágrimas desde sus ojos hasta su pelo. Snape le devolvió la mirada, impasible, mientras ella giraba otra vez lentamente.
-Avada Kedavra.
El destello de luz verde iluminó cada esquina de la habitación. Charity cayó con un resonante golpe sobre la mesa de abajo, que tembló y se partió. Varios de los mortífagos saltaron hacia atrás en sus sillas. Draco cayó fuera de la suya hasta el suelo.
-La cena, Nagini, -dijo Voldemort suavemente, y la gran serpiente se balanceó y se deslizó de su hombro hasta el suelo pulido.

















Capítulo 2

En Conmemoración


Harry estaba sangrando. Agarrándose la mano derecha con la izquierda y jurando por lo bajo, abrió la puerta de su dormitorio con el hombro. Hubo un crujido de porcelana rota. Había pisado una taza de te frío que yacía sobre el suelo fuera de la puerta de su dormitorio.
-Que dem…
Miró a su alrededor, el descansillo del número cuatro de Privet Drive, estaba desierto. Posiblemente la taza de te fuera la idea que tenía Dudley de lo que sería una hábil trampa cazabobos. Manteniendo la mano sangrante elevada, Harry reunió los fragmentos de la taza con la otra mano y los tiró dentro de la ya repleta papelera que apenas se veía dentro del dormitorio. Luego con fuertes pisadas fue hacia el baño para poner el dedo debajo del grifo.
Era estúpido, inconveniente e irritante más allá de lo creíble que todavía le faltaran cuatro días para poder hacer magia… pero tenía que admitir ante si mismo que ese sinuoso corte en el dedo podría haberlo derrotado. Nunca había aprendido a curar heridas, y ahora que pensaba en ello –particularmente a la luz de sus planes inmediatos- este parecía un serio fallo en su educación mágica. Haciendo una nota mental de pedirle a Hermione que le enseñara a hacerlo, uso un gran puñado de papel higiénico para limpiar tanto te como pudo, antes de volver al dormitorio y cerrar la puerta de un golpe tras de sí.
Harry había pasado la mañana vaciando completamente el baúl del colegio por primera vez desde que lo había empacado seis años atrás, desde comienzo de los años de internado escolar, hasta ahora apenas había tocado las tres cuartas partes superiores y las había reemplazado o renovado, dejando una capa de restos varios en el fondo, viejas plumas, ojos de escarabajo disecados, calcetines sueltos que ya no le servían. Minutos antes Harry había hundido la mano en esa porquería, experimentando un dolor punzante en el cuarto dedo de la mano derecha y al sacarla había visto un montón de sangre.
Ahora procedió con algo más de cuidado. Arrodillándose junto al baúl, tanteó el fondo y después de retirar una vieja insignia que cambiaba débilmente entre “Apoyen a CEDRIC DIGGORY y POTTER APESTA”, un resquebrajado y gastado chivatoscopio y un relicario de oro dentro del cual una nota firmada R.A.B había estado escondida, finalmente descubrió el borde afilado que había causado el daño. Lo reconoció enseguida. Era un fragmento de dos pulgadas de largo del espejo encantado que su padrino, ahora muerto, Sirius, le había dado.
Harry lo dejo a un lado y tanteó cautamente en el baúl buscando el resto, pero no quedaba nada más del último regalo de su padrino salvo vidrio pulverizado que se adhería como arena brillante a la capa más profunda de restos.
Harry se sentó derecho y examinó el mellado pedazo con el que se había cortado, sin ver nada más que sus propios brillantes ojos verdes reflejados en él. Luego puso el fragmento sobre El Profeta de esa mañana, que descansaba sobre la cama sin leer, e intentó contener el repentino flujo de amargos recuerdos, las puñaladas de añoranza y nostalgia que el descubrimiento del espejo roto habían ocasionado, atacando el resto de la basura que había en el baúl.
Le llevó otra hora vaciarlo completamente, tirar las cosas inútiles y clasificar las restantes en pilas de acuerdo a si iba a necesitarlas o no a partir de ahora. Los uniformes del colegio y de Quidditch, el caldero, pergaminos, plumas y la mayoría de los libros de texto fueron apilados en una esquina, para ser dejados atrás. Se preguntaba que harían su tía y su tío con ellos; probablemente quemarlos a altas horas de la noche como si fueran las pruebas de algún horrendo crimen. Su ropa muggle, la capa de invisibilidad, el equipo para fabricar pociones, algunos libros, el álbum de fotos que Hagrid le había obsequiado una vez, un puñado de cartas y su varita habían sido empacadas nuevamente en una vieja mochila. En un bolsillo delantero coloco el mapa del merodeador y el relicario con la nota firmada R.A.B. Al relicario le había otorgado ese lugar de honor no debido a su valor –era inútil en todos los sentidos prácticos- sino debido a lo que había costado obtenerlo.
Esto dejaba un considerable fajo de periódicos sobre el escritorio, al lado de su nevadalechuza, Hedwig. Uno por cada día que había pasado en Privet Drive ese verano.
Se levantó del suelo, se estiró y cruzó la habitación hacia el escritorio. Hedwig no hizo ni un movimiento cuando empezó a hojear los periódicos, tirándolos a la pila de basura uno por uno. La lechuza estaba dormida, o lo fingía, estaba enfadada con Harry por la limitada cantidad de tiempo que en ese momento se le permitía pasar fuera de la jaula.
Mientras se acercaba al fondo de la pila de periódicos, Harry aminoró la velocidad, buscando un ejemplar en particular que sabía que había llegado poco después de haber llegado él a Privet Drive a pasar el verano; recordaba que en la primera página había habido una pequeña mención sobre la renuncia de Charity Burbage, la profesora de Estudios Muggles de Hogwarts.
Al final lo encontró. Yendo a la página diez se hundió en la silla del escritorio y releyó el artículo que había estado buscando.
Albus Dumbledore Recordado
Por Elphias Dodge
Conocí a Albus Dumbledore a la edad de once años en nuestro primer día en Hogwarts. Nuestra mutua atracción se debió sin duda al hecho de que ambos nos sentíamos forasteros. Yo por mi parte había contraído fiebre del dragón poco antes de llegar al colegio, y aunque ya no era contagioso, mi rostro picado y el tinte verdoso no alentaban a muchos a que se me acercaran. Por su parte Albus había llegado a Hogwarts con la carga de la no deseada notoriedad. Apenas un año antes su padre Percival había sido apresado por un salvaje y bien publicitado ataque contra tres jóvenes Muggles.
Albus nunca intentó negar que su padre (que murió en Azkaban) hubiera cometido ese crimen, al contrario, cuando reuní valor para preguntarle me aseguró que sabía que su padre era culpable. Aparte de eso, Dumbledore se negaba a hablar del triste asunto, aunque muchos trataron de que lo hiciera. Algunos, incluso, estaban dispuestos a alabar la acción de su padre y asumieron que también Albus era enemigo de los muggles. No podían haber estado más equivocados: ya que cualquiera que conociera a Albus podría haber atestiguado que jamás reveló ni la más remota tendencia anti-muggle. Es más, su decidido apoyo a los derechos de los muggles le ganó muchos enemigos en los años subsiguientes.
Sin embargo, en cuestión de meses la propia fama de Albus comenzó a eclipsar la de su padre. Al finalizar el primer año ya nunca más sería conocido como el hijo del enemigo de los muggles, sino nada más y nada menos que como el más brillante alumno visto nunca vez en el colegio. Aquellos de nosotros que tuvimos el privilegio de ser sus amigos nos beneficiamos de su ejemplo, por no mencionar su ayuda y estímulo, con los cuales siempre era generoso. Más tarde me confesó que incluso entonces había sabido que su mayor placer sería siempre la enseñanza.
No solo ganó cada premio por mérito que ofrecía el colegio sino que pronto estuvo manteniendo correspondencia regularmente con los más notables magos de renombre de la época, incluyendo a Nicolas Flamel, el celebrado alquimista; Bathilda Bagshot, la notoria historiadora; y Adalbert Waffling el mago teórico. Varios de sus documentos se abrieron camino hasta conocidas publicaciones, como Transfiguración Hoy, Los Retos de los Encantamientos y Pociones Prácticas. La futura carrera de Dumbledore parecía que iba a ser meteórica y la única pregunta a considerar era cuándo iba a convertirse en Ministro de Magia. Sin embargo aunque en años posteriores se predijo varias veces que estaba a punto de aceptar el trabajo, nunca tuvo ambiciones ministeriales.
Tres años después de que hubiéremos comenzado en Hogwarts el hermano de Albus, Aberforth, llegó al colegio. No se parecían; Aberforth nunca fue carismático, y al contrario que Albus, prefería arreglar las disputas con duelos en lugar de a través de discusiones razonables. Sin embargo es bastante erróneo afirmar, como algunos han hecho, que los hermanos no eran amigos. Se llevaban tan bien como podrían hacerlo dos muchachos tan diferentes. Para ser justos con Aberforth, se debe admitir que vivir bajo la sombra de Albus no puede haber sido una experiencia totalmente cómoda. Ser continuamente eclipsado era el riesgo inherente de ser su amigo y ser su hermano no debe haber sido mucho más placentero.
Cuando Albus y yo dejamos Hogwarts habíamos planeado hacer juntos la entonces tradicional vuelta al mundo, visitando y observando a magos extranjeros antes de proseguir con nuestras respectivas carreras. Sin embargo la tragedia intervino. En la misma víspera de nuestra partida, la madre de Albus, Kendra murió. Dejando a Albus como el cabeza y único sustento de la familia. Pospuse mi partida lo suficiente como para presentar mis respetos en el funeral de Kendra y luego partí para lo que ahora sería un viaje solitario. Con un hermano y hermana más jóvenes a los que cuidar, y con poco dinero heredado, ya no había dudas de que Albus no me acompañaría.
Ese fue el período de nuestras vidas en el que menos contacto tuvimos, le escribí a Albus contándole, tal vez insensiblemente, de las maravillas de mi viaje, narrándole desde escapadas por los pelos de chimaeras en Grecia hasta experimentos llevados a cabo por los alquimistas egipcios. Sus cartas me decían poco de su vida diaria, que adivinaba debía ser extremadamente aburrida para tan brillante mago. Inmerso en mis propias experiencias fue con horror que escuché ya cerca del final de mi viaje de un año, que otra tragedia más había golpeado a los Dumbledore; la muerte de su hermana Ariana.
Aunque Ariana había sufrido de mala salud desde hacía algún tiempo, el golpe, acaecido tan poco tiempo después de la pérdida de su madre, tuvo un profundo efecto en ambos hermanos. Todas las personas cercanas a Albus –y me cuento a mí mismo entre ese afortunado número- coincidimos en que la muerte de Ariana, y los sentimientos de Albus de que se sentía personalmente responsable (aunque por supuesto que no tuvo la culpa) dejaron una marca permanente en él.
Regresé a casa para encontrarme a un hombre joven que había experimentado sufrimientos reservados para una persona de mayor edad. Albus era más reservado que antes, y mucho menos alegre. En adición a su desdicha, la pérdida de Ariana, había llevado, no a una renovada cercanía entre Albus y Aberforth, sino a un alejamiento (con el tiempo este se disiparía… en años posteriores restablecieron si no una relación cercana al menos una ciertamente cordial). De todas formas, de allí en adelante habló muy raramente de sus padres o de Ariana y sus amigos aprendimos a no mencionarlos.
Otras plumas describirán los triunfos de los años subsiguientes. Las innumerables contribuciones de Dumbledore al cúmulo de conocimientos sobre hechicería, incluyendo el descubrimiento de los doce usos de la sangre de dragón que beneficiaría a las generaciones por venir, así como la sabiduría que desplegaba en los muchos juicios que efectuó siendo Brujo Supremo del Winzegamot. Aún se comenta que ningún duelo entre brujos superó nunca al sostenido entre Dumbledore y Grindelwald en 1945. Los que lo presenciaron han escrito acerca del terror y el asombro que sintieron al observar a esos dos extraordinarios brujos batallar. El triunfo de Dumbledore y sus consecuencias para el mundo de la hechicería son considerados un punto culminante en la historia de la magia, comparable a la introducción del Estatuto Internacional de Reserva o la caída de El-que-no-debe-ser-nombrado.
Albus Dumbledore nunca fue soberbio ni vano; podía encontrar algo que valorar en cualquier persona, sin importar cuan aparentemente insignificante o ruin fuera, y creo que sus tempranas pérdidas lo dotaron de gran humanidad y compasión. Extrañaré su amistad más de lo que puedo expresar, pero mi pérdida no es nada comparada con la del mundo de la magia.
No se puede cuestionar que fue el más inspirado y amado director de Hogwarts. Murió como vivió, trabajando siempre por el bien mayor y hasta su última hora tan deseoso de tender la mano a un pequeño niño con fiebre de dragón como el primer día que le conocí.
Harry terminó de leer pero continuó mirando la foto que aparecía acompañando el obituario. Dumbledore lucía su acostumbrada sonrisa gentil, pero como miraba por encima de sus medias gafas, daba la impresión, incluso desde el periódico, de que miraba a Harry con rayos X, provocando que la tristeza se entremezclara con una sensación de humillación.
Él había creído conocer a Dumbledore bastante bien, pero desde que había leído el obituario se había visto forzado a reconocer que apenas si le conocía. Ni una sola vez se había imaginado la niñez y la juventud de Dumbledore, era como si hubiera nacido tal como Harry lo había conocido, venerable, con el cabello plateado y anciano. La idea de un Dumbledore adolescente era sencillamente extraña, como tratar de imaginarse a una Hermione estúpida o a un escreguto de cola explosiva amistoso.
Nunca había pensado en preguntarle a Dumbledore acerca de su pasado. Sin duda se hubiera sentido extraño, impertinente incluso, pero después de todo era de común conocimiento que Dumbledore había tomado parte en ese legendario duelo con Grindelwald, y a Harry no se le había ocurrido preguntarle como había sido eso, ni acerca de ninguno de sus otros famosos logros. No, siempre habían hablado de Harry, el pasado de Harry, el futuro de Harry, los planes de Harry… y a Harry le parecía ahora que a pesar del hecho de que su futuro fuera tan peligroso e incierto, había perdido irremplazables oportunidades al haber omitido preguntarle a Dumbledore más cosas acerca de su vida. Aunque sospechaba que la única pregunta personal que jamás le había hecho a su Director era también la única que Dumbledore no había respondido honestamente.
-¿Qué ve cuando mira en el espejo?
-¿Yo? Me veo a mi mismo sosteniendo un grueso par de calcetines de lana.
Después de considerarlo unos minutos, Harry arrancó el obituario de El Profeta, lo dobló cuidadosamente y lo metió dentro del primer volumen de Defensa Mágica Práctica y sus Usos Contra las Artes Oscuras. Luego tiró el resto del periódico a la pila de basura y se giró enfrentando la habitación. Estaba mucho más ordenada. La única cosa fuera de lugar era El Profeta del día de hoy, aún tirado sobre la cama con el trozo de espejo roto encima.
Harry cruzó la habitación, corrió el fragmento de espejo sacándolo de encima de El Profeta del día, y desdobló el periódico. Cuando esa mañana temprano había recogido el periódico enrollado traído por la lechuza repartidora, apenas le había echado un vistazo al titular y después de advertir que no decía nada acerca de Voldemort lo había hecho a un lado. Harry estaba seguro que el Ministerio estaba presionando a El Profeta para que suprimiera las noticias sobre Voldemort. Por lo que ahora mismo cuando vio lo que se había perdido.
Atravesando la segunda mitad de la página principal había un titular más pequeño colocado sobre una foto de Dumbledore caminando a zancadas, con aspecto apurado.
Dumbledore ¿Al fin la verdad?
La próxima semana la conmocionante historia del imperfecto genio considerado por muchos el más grandiosos mago de su generación. Despojándole de la imagen popular de serena sabiduría bajo la barba plateada, Rita Skeeter revela la trastornada infancia, la desenfrenada juventud, las eternas enemistades, y los secretos culpables que Dumbledore se llevó a la tumba. ¿POR QUÉ el hombre hecho para ser Ministro de Magia se contentó con ser un mero Director? ¿CUÁL era el propósito real de la organización secreta conocida como la Orden del Fénix? ¿CÓMO encontró verdaderamente Dumbledore su final? La respuesta a estas y muchas otras preguntas serán exploradas en la nueva y explosiva biografía, Vida y Mentiras de Albus Dumbledore, por Rita Skeeter, exclusivamente entrevistada por Barry Braithwaite, página 13 en el interior.
Harry abrió el periódico de un tirón y encontró la página trece. El artículo estaba encabezado por una foto que mostraba otra cara familiar: una mujer que usaba gafas enjoyadas con el cabello peinado en rizos rubios muy elaborados, los dientes sobresalían en lo que claramente se veía que era una sonrisa triunfal, meneando los dedos ante él. Haciendo lo que pudo por ignorar esa nauseabunda imagen, Harry continuó leyendo.
En persona Rita Skeeter es mucho más cálida y suave de lo que los famosos retratos hechos con su feroz pluma puedan sugerir. Me dio la bienvenida en el vestíbulo de su acogedor hogar y me condujo directamente a la cocina para ofrecerme una taza de té, una pedazo de tarta, y no hace falta que lo diga, un humeante cubo de los más novedosos chismes.
-Bueno por supuesto que Dumbledore es el sueño de un cronista, dijo Skeeter, con una vida tan larga y plena. Estoy segura de que mi libro será el primero de muchos, muchos otros.
Skeeter fue ciertamente rápida Había terminado el libro de novecientas páginas, solamente cuatro semanas después de la misteriosa muerte de Dumbledore acaecida en junio. Le pregunté como se las había arreglado para llevar a cabo esa proeza tan increíblemente rápido.
-Oh, cuando has sido periodista tanto tiempo como yo, trabajar con plazos límite se convierte en tu segunda naturaleza. Sabía que el mundo de la magia clamaba por la historia completa y quería ser la primera en complacer esa necesidad. Mencioné la reciente nota ampliamente divulgada de Elphias Doge, Consejero Especial del Wizengamot y perpetuo amigo de Albus Dumbledore, que dice “El libro de Skeeter contiene menos hechos que una tarjeta de las que encuentras en las Ranas de Chocolate”.
Skeeter echó atrás la cabeza y se rió.
-¡Querido Dodgy! Recuerdo haberle entrevistado hace unos años acerca de los derechos de las sirenas, que Dios lo bendiga. Está completamente gaga, parecía pensar que estábamos sentados en el fondo del Lago Windermere, continuaba diciéndome que tuviera cuidado con las truchas.
Y aún así las acusaciones de inexactitudes de Elphias Doge han echo eco en muchos lugares. ¿Realmente Skeeter piensa que cuatro cortas semanas son suficientes para tener un cuadro completo de la larga y extraordinaria vida de Dumbledore?
-Oh, querido, sonríe Skeeter golpeándome afectuosamente los nudillos, ¡sabes tan bien como yo cuanta información puede ser generada con una bolsa de galeones, una negativa a escuchar la palabra “no” y una linda y afilada Pluma Citas-Rápidas! De todas formas la gente hacía cola para entregarme en bandeja los chanchullos de Dumbledore. No todos pensaban que era tan maravilloso, sabes. Pisó una horrible cantidad de importantes pies. Pero el viejo Dodgy Doge puede ir bajándose de su alto hipogrifo, porque tuve acceso a una fuente por la que la mayoría de los periodistas hubieran agitado sus varitas, una que nunca había hablado en público antes y que estuvo muy unida a Dumbledore durante la más turbulenta y angustiosa etapa de su juventud.
La publicidad anticipada de la biografía de Skeeter había sugerido que ciertamente habría abundantes sobresaltos para aquellos que creían que Dumbledore había llevado una vida libre de culpas. ¿Cuáles eran las grandes sorpresas que encubría? Le pregunté.
-Venga, vamos, déjalo, Betty, ¡no voy a revelar todo lo destacable antes de que nadie compre el libro! Skeeter se echó a reír, pero te prometo que cualquiera que todavía piense que Dumbledore era tan blanco como su barba ¡es susceptible a sufrir un crudo despertar! Digamos solamente que nadie que lo haya oído rabiar contra Ya-sabes-quien hubiera soñado que él mismo chapoteó en las Artes Oscuras en su juventud. Y para un brujo que pasó sus últimos años defendiendo la tolerancia, no era exactamente abierto de mente cuando era más joven. Si, Albus Dumbledore tiene un pasado extremadamente oscuro, por no mencionar una familia muy sospechosa, que se empeñó muy duro en mantener oculta.
Pregunté a Skeeter si iba a hacer referencia al hermano de Dumbledore, Aberforth, que fue encarcelado por mal uso de la magia por el Wizengamot causando un escándalo menor quince años atrás.
-Oh, Aberforth es solo la punta del montón de estiércol, se rió Skeeter, No, no. Estoy hablando de algo mucho peor que un hermano con una afición a enredarse con cabras, aún peor que un padre mutilador de muggles… De cualquier forma Dumbledore no pudo mantener a ninguno de los dos entre las sombras, el Wizengamot presentó cargos contra ambos. No, eran la madre y la hermana las que me intrigaban y escarbando un poco descubrí un verdadero nido de asquerosidades, pero como dije, tendrás que esperar a los capítulos nueve a doce para obtener los detalles completos. Todo lo que puedo decir ahora es que no me extraña que Dumbledore nunca hablara acerca de cómo se rompió la nariz.
¿No obstante los esqueletos familiares, negaba Skeeter la brillantez que llevó a Dumbledore a hacer varios descubrimientos mágicos?
-Tenía cerebro, concedió, aunque ahora muchos se preguntan si realmente puede llevarse todo el crédito de todos sus supuestos logros. Como revelo en el capítulo dieciséis, Ivon Dillonsby, reclama que ya había descubierto ocho usos de la sangre de dragón cuando Dumbledore tomó “prestados” sus documentos.
Pero la importancia de algunos de los logros de Dumbledore, no puede, presumo, ser negada. ¿Qué me dice de la famosa derrota de Grindelwald?
-Oh, me alegra que haya nombrado a Grindelwald, dijo Skeeter con una sonrisa exasperada, me temo que esos que ven con inocentes y confiados ojos la espectacular victoria de Dumbledore, deben prepararse a sí mismos para una bomba… o tal vez una bomba de estiércol. Un asunto muy sucio en verdad.
Todo lo que diré es que no estén tan seguros de que realmente hubo un espectacular duelo de leyenda. Después de leer mi libro la gente puede verse forzada a concluir que Grindelwald sencillamente conjuró un pañuelo blanco de la punta de su varita y se rindió tranquilamente.
Skeeter se negó a revelar nada más acerca de este intrigante tema, por lo que nos volcamos en la relación que seguramente fascinará a sus lectores más que cualquier otra.
-Oh, si, dijo Skeeter, asintiendo vivamente, dedico un capitulo entero a la relación Potter-Dumbledore. Ha sido llamada poco saludable, incluso siniestra.
Nuevamente, los lectores tendrán que comprar el libro para obtener la historia completa, pero no hay duda de que Dumbledore tenía un interés poco natural en Potter, ya que estamos. Si eso fue realmente para bien del muchacho… bien ya lo veremos. Es ciertamente un secreto a voces que Potter ha tenido una adolescencia de lo más problemática.
Pregunté a Skeeter si aún se mantenía en contacto con Harry Potter, a quien tan célebremente había entrevistado el año pasado, en un importante avance en el que Potter hablaba en exclusiva de su convicción de que Ya-saben-quien había regresado.
-Oh, si desarrollamos un lazo íntimo, dijo Skeeter, pobre Potter tiene muy pocos amigos verdaderos, y nos conocimos en uno de los momentos de su vida en el que más duramente fue puesto a prueba… El Campeonato de los Tres Magos. Probablemente soy una de las pocas personas con vida que puede decir que conoce al verdadero Harry Potter.
Lo que nos lleva a los muchos rumores que aún circulan acerca de las últimas horas de Dumbledore. ¿Piensa Skeeter que Potter estaba allí cuando Dumbledore murió?
-Bueno no quiero decir demasiado… está todo en el libro… pero testigos dentro del castillo de Hogwarts vieron a Potter salir corriendo de la escena, momentos después de que Dumbledore cayera, saltara o fuera empujado. … después se encontraron evidencias contra Severus Snape un hombre contra el cual Harry siente un notorio rencor. ¿Es todo lo que parece? Eso queda a juicio de la Comunidad Mágica… una vez que haya leído mi libro.
Con esa intrigante nota me despido. No hay duda de que Skeeter ha escrito un bestseller instantáneo. Mientras que las legiones de admiradores de Dumbledore puede que estén temblando ante lo que pronto saldrá a la luz acerca de su héroe.
Harry llegó al final del artículo pero continuó mirando la página inexpresivamente. La repulsión y la furia ascendieron en él como si fuera a vomitar. Hizo una bola con el periódico y lo arrojó con todas sus fuerzas, contra la pared, donde fue a reunirse con el resto de la basura apilada alrededor de la repleta papelera.
Empezó a caminar a zancadas, ciegamente, por la habitación, abriendo cajones vacíos y levantando libros solo para volverlos a dejar en las mismas pilas, apenas consciente de lo que estaba haciendo, mientras frases al azar del artículo de Rita hacían eco en su cabeza: Un capítulo entero a la relación Potter-Dumbledore… Ha sido llamada poco saludable, incluso siniestra… el mismo chapoteó en las artes oscuras en su juventud… tuve acceso a una fuente por la que la mayoría de los periodistas hubieran agitado sus varitas…
-¡Mentiras! -gritó Harry, y a través de la ventana vio como el vecino de la casa de al lado, que había hecho una pausa mientras segaba el césped, miraba nerviosamente hacia arriba.
Harry se sentó en la cama con fuerza. El pedazo roto de espejo danzó lejos de él; lo levantó y le dio vuelta entre los dedos, pensando… pensando en Dumbledore y en las mentiras con que Rita Skeeter le estaba difamando...
Hubo un relámpago de brillante azul. Harry se quedó congelado, el dedo lastimado deslizándose sobre el mellado borde del vidrio otra vez. Debía habérselo imaginado, seguramente. Miro por encima del hombro, pero la pared lucía el enfermizo tono durazno que su tía Petunia había elegido. No había nada azul allí que pudiera ser reflejado por el espejo.
Volvió a mirar el fragmento de espejo nuevamente, sin ver otra cosa que sus brillantes ojos verdes devolviéndole la mirada.
Se lo había imaginado, no había otra explicación. Lo había imaginado por haber estado pensando en su director muerto. Si de algo era seguro, era que los brillantes ojos azules de Albus Dumbledore, nunca le atravesarían otra vez.













Capítulo 3

LA PARTIDA DE LOS DURSLEY


El sonido al cerrarse de golpe la puerta delantera hizo eco a través de las escaleras y una voz rugió,
- Oh! Tú!
Luego de dieciséis años tratado de esa manera Harry no tuvo ninguna duda a quién su tío llamaba, sin embargo, no respondió inmediatamente. Él todavía estaba con el fragmento estrecho de espejo en el cual, por un segundo, había creído ver los ojos de Dumbledore. Esto antes que su tío gritara,
-¡MUCHACHO!
Harry bajo lentamente de la cama y se dirigió hacia la puerta del dormitorio, deteniéndose brevemente para agregar el pedazo del espejo quebrado a la mochila llena de cosas que llevaría consigo.
-Te tomo el tiempo, rugió Vernon Dursley cuando Harry apareció en el borde de las escaleras,
-Ven aquí abajo. Quisiera decirte una palabra-
Harry bajo, con sus manos metidas profundamente en los bolsillos de los pantalones. Cuando entro en el salón encontró los tres Dursleys. Estaban vestidos para el viaje; Tío Vernon con una vieja chaqueta rasgada y Dudley, el ancho, rubio, musculoso primo de Harry en su chaqueta de cuero.
-¿Si? -preguntó Harry.
-¡Siéntate! -dijo Tío Vernon.
Harry alzó las cejas-.
¡Por favor! -añadió Tío Vernon, haciendo una ligera mueca cuando la palabra se le atascó en la garganta.
Harry se sentó. Creyó saber lo que estaba por venir. Su tío empezó a pasearse arriba y abajo, Tía Petunia y Dudley seguían sus movimientos con expresiones ansiosas. Finalmente, su gran cara púrpura se arrugó con concentración. Tío Vernon se detuvo delante de Harry y habló.
-He cambiado de opinión, -dijo.
-Que sorpresa, -Contesto Harry.
-No me vengas con ese tono... -empezó Tía Petunia con voz chillona, pero Vernon Dursley le indicó con un gesto que se calmara.
-Todo eso son un montón de tonterías, -dijo Tío Vernon, mirando fijamente a Harry con sus ojillos de cerdo
-He decidido no creer ni una palabra de ello. Nos quedamos aquí, no vamos a ir a ninguna parte.
Harry levantó la mirada hacia su tío y sintió una mezcla de exasperación y asombro. Vernon Durley había estado cambiando de opinión cada veinticuatro horas en las últimas cuatro semanas, haciendo y deshaciendo y rehaciendo las maletas sobre el auto a cada cambio de pensamiento.
El momento preferido de Harry habia sido cuando tio Vernon sin saber que Dudley habia agregado las pesas en su maleta desde la ultima vez que habian reempaquetado, habia tentado de alzarlo nuevamente dentro del cargador y se habia derrumbado con un gañido de dolor y tantos juramentos.
-Según tú, -dijo Vernon Durley ahora resumiendo y caminando adelante y atras por el salon
-Nosotros.. Petunia, Dudley y yo...estamos en peligro. Por... por...
- Algo en "mi parte" derecha? - dijo Harry.
- Bien yo no creo eso, - replicó tio Vernon, acercandose adelante de Harry de nuevo
- he estado despierto la mitad de la noche pensando en todo esto, y creo que es un complotpara quedarte con la casa.
-¿La casa? -repitió Harry-. ¿Qué casa?
-¡Esta casa! -chilló Tío Vernon, la vena de su frente empezaba a latir
-¡Nuestra casa! Los precios de las casas están por los cielos en esta zona. Quieres quitarnos de en medio y entonces harás eso de hocus-pocus y antes de que lo sepamos la escritura estará a tu nombre y...
-¿Has perdido la cabeza? -exigió Harry-. ¿Un complot para conseguir esta casa? ¿Realmente eres tan estúpido como pareces?
-¡No te atrevas...! - chilló Tía Petunia, pero de nuevo, Vernon le indicó que se calmara. Los desaires, a su modo de ver, al parecer, no eran nada frente al peligro que había divisado.
-Por si lo has olvidado, -dijo Harry-. Yo ya tengo una casa, mi padrino me dejó una. ¿Así que para qué querría esta? ¿Por todos los recuerdos felices?
Se hizo un silencio.
Harry creyó haber impresionado bastante a su tío con este argumento.
-Afirmas, -dijo Tío Vernon, empezando a pasearse de nuevo-, que este Lord Lo que sea....
-... Voldemort, -dijo Harry impacientemente-, y hemos pasado por esto cientos de veces ya. No lo afirmo, es un hecho. Dumbledore te lo dijo el año pasado, y Kingsley y el Señor Weasley...
Vernon Dursley encorvó los hombros furiosamente, y Harry supuso que su tío tenía intención de evitar menciones a la visita no anunciada, a los pocos días de las vacaciones de verano de Harry, de dos magos adultos.
La llegada a los escalones de entrada de Kingsley Shacklebolt y Arthur Weasley había sido una sorpresa de lo más incómoda para los Dursley. Harry tenía que admitir, sin embargo, que como el Señor Weasley había demolido medio salón, su reaparición podía no haber sido esperada con ansia por Tío Vernon.
-... Kingsley y el Señor Weasley te lo explicaron todo también -presionó Harry sin remordimientos-. Una vez cumpla diecisiete años, el encantamiento protector que me mantiene a salvo se romperá, y eso los dejará expuestos a vosotros al igual que a mí. La Orden está segura que de Voldemort irá a por vosotros, ya sea para torturaros para intentar averiguar donde estoy, o porque crea que manteniéndoos como rehenes yo iré e intentaré rescataros.
Los ojos de Tío Vernon y Harry se encontraron. Harry estuvo seguro en ese instante de que ambos se preguntaban lo mismo.
Entonces Tío Vernon siguió caminando y Harry continuó.
-Deben ocultarsen y la Orden quiere ayudar. Se les ha ofrecido protección seria, la mejor que hay. Tio Vernon no dijo nada, pero continuó paseando arriba y abajo. Fuera el sol colgaba más bajo que los setos privados. El cortacésped del vecino de la puerta de al lado se caló de nuevo.
-¿No había un Ministerio de Magia? -preguntó Vernon Dursley bruscamente.
-Lo hay, -dijo Harry, sorprendido.
-Bien, ¿entonces, por qué no pueden protegernos? ¡A mí me parece que, como víctimas inocentes, culpables solo de dar cobijo a un hombre marcado, deberíamos reunir los requisitos para la protección gubernamental.
Harry rió; no pudo contenerse. Era muy típico de su tío poner sus esperanzas en las autoridades, incluso dentro de este mundo que despreciaba y en el que no confiaba.
-Ya oiste lo que dijeron el Señor Weasley y Kingsley, -replicó Harry-. Creemos que se han infiltrado en el Ministerio.
Tío Vernon se acercó a zancadas a la chimenea y volvió hacia atrás, respirando tan pesadamente que su gran mostacho negro se sacudía, con la cara todavía púrpura por la concentración.
-Muy bien, -dijo, deteniéndose de nuevo delante de Harry-. Muy bien, digamos, por el bien de la discusión, que aceptamos esta protección. Aún así no veo por qué no podemos tener a ese tipo, Kingsley.
Harry se las arregló para no poner los ojos en blanco, pero con dificultad. Esta pregunta también había sido formulada media docena de veces.
-Como te he dicho, -dijo a través de los dientes apretados- Kingsley está protegiendo al Primer Ministro mug... quiero decir, a vuestro Primer Ministro.
-¡Exactamente... es el mejor! -dijo Tío Vernon, señalando a la negra pantalla del televisor.
Los Dursley había divisado a Kingsley en las noticias, caminando discretamente tras el Primer Ministro Muggle mientras este visitaba un hospital. Esto, y el hecho de que Kingsley había dominado con maestría el talento para vestir como un muggle, por no mencionar una cierta cualidad tranquilizadora en su voz lenta y profunda, habían provocado que los Dursley aceptaran a Kingsley como ciertamente no habían hecho con ningún otro mago, aunque era cierto que nunca le había visto en acción.
-Bueno, está hecho -dijo Harry-. Pero Hestia Jones y Dedalus Diggle están más que preparados para el trabajo...
-Si hubieramos visto curriculums.. -empezó Tío Vernon, pero Harry perdió la paciencia.
Poniéndose en pie avanzó hacia su tío, ahora señalando al mismo televisor.
-Esos accidente no son accidentes... los choques, explosiones y descarrilamientos y todo lodemás que ha ocurrido desde que vimos por última vez las noticias. La gente está desapareciendo y muriendo y él está detras... Voldemort. Te lo he dicho una y otra vez, mata muggles por diversión. Incluso la niebla... está causada por los dementores, ¡y si no puedes recordar lo que son pregúntale a tu hijo¡.
Las manos de Dudley saltaron hacia arriba para cubrirse la boca. Con los ojos de Harry y los de sus padres sobre él, las volvió a bajar lentamente y preguntó.
-¿Hay... más de ellos?
-¿Más? -rió Harry-. ¿Más aparte de los dos que nos atacaron, quieres decir? Por supuesto que los hay, hay cientos, quizá miles ahora, viendo como los alimentan de miedo y desesperación...
-Muy bien, muy bien, -fanfarroneó Vernon Dursley-, has dejado claro tu punto de vista...
-Eso espero, -dijo Harry- porque una vez cumpla diecisiete, todo ellos... mortifagos, dementores, quizás incluso inferis... que son cadáveres encantados por un mago oscuro...podrán encontraros y ciertamente atacaros. Y si recordáis la última vez que intentasteis huir de magos, creo que estaréis de acuerdo en que necesitáis ayuda.
Hubo un breve silencio en el que el eco distante de Hagrid echando abajo una puerta principal de madera pareció reverberar a través de los años transcurridos. Tía Petunia estaba mirando a Tío Vernon; Dudley estaba mirando fijamente a Harry.
Finalmente Tío Vernon barbotó.
-¿Pero y mi trabajo? ¿Y la escuela de Dudley? Supongo que esas cosas no les importan a una banda de magos fuera de la ley...
-¿No lo entiendes? -gritó Harry-. ¡Os torturarán y matarán como hicieron con mis padres!
-Papá, -dijo Dudley en voz alta-. Papá... yo me voy con esa gente de la Orden.
-Dudley, -dijo Harry- por primera vez en tu vida, hablas con sentido común.
Sabía que la batalla estaba ganada. Si Dudley estaba lo bastante asustado como para aceptar la ayuda de la Orden, sus padres le acompañarían; No se discutiría la cuestión de separarse de su Duddykins. Harry miró fijamente al reloj de carrillón que había sobre la repisa de la chimenea.
-Llegarán aquí en unos cinco mintuos, -dijo, y antes de que los Dursley replicaran, abandonó la habitación. La perspectiva de separarse... probablemente para siempre... de su tía, su tío y su primo era algo que podía contemplar bastante alegremente, pero había no obstante una cierta torpeza en el aire. ¿Que decirse los unos a los otros después de dieciseis años de sólido desagrado?
De vuelta en su habitación, Harry se paseó sin rumbo fijo con su mochilla, después metió un par de golosinas para lechuza de la jaula de Hedwig.
-Nos marcharemos pronto, muy pronto, -le dijo Harry-. Y entonces podrás volar de nuevo.
Sonó el timbre de la puerta. Harry dudó, después volvió a salir de su habitación y bajó las escaleras. Era mucho esperar que Hestia y Dedalus tratara-Gracias, Dedalus, -dijo Harry, otorgando una pequeña y avergonzada sonrisa a una Hestia de pelo oscuro-. Es realmente amable por vuestra parte hacer esto... Están aquí, mi tía, mi tío y mi primo...
-¡Buen día tengáis, parientes de Harry Potter! -dijo Dedalus alegremente, entrando a zancadas en el salón. Los Dursleys no parecían en absoluto felices de que se dirigieran a ellos así; Harry casi esperaba otro cambio de opinión. Dudley se encogió contra su madre ante la visión de la bruja y el mago.
-Veo que ya han hecho el equipaje y están listos. ¡Excelente! El plan, como Harry les habrá contdo, es simple, -dijo Dedalus, sacando un inmenso reloj de bolsillo de su chaleco y examinándolo-. Debemos partir antes de que lo haga Harry. Debido al peligro de utilizar magia en su casa... siendo Harry todavía menor de edad, eso podría proporcionar al Ministerio una excusa para arrestarle... tendremos que conducir, digamos, diez millas o así, antes de Desaparecer hasta una localización segura que hemos escogido para ustedes. ¿Sabe conducir, verdad? -preguntó a Tío Vernon cortésmente.
-¿Que si sé... ? ¡Por supuesto que sé endemoniadamente bien cómo conducir! -balbuceó Tío Vernon.
-Muy astuto por su parte, señor, muy astuto. Yo personalmente me vería absolutamente embaucado por todos esos botones y palancas, -dijo Dedalus. Tenía claramente la impresión de estar haciendo un cumplido a Vernon Dursley, que estaba perdiendo visiblemente la confianza en el plan con cada palabra que Dedalus pronunciaba.
-Ni siquiera puede conducir, -murmuró por lo bajo, su mostacho se sacudía indignadamente, pero afortunadamente ni Dedalus ni Hestia parecieron oirle.
-Tú, Harry, -continuó Dedalus- esperarás aquí por tu guardia. Ha habido unos pequeños cambios en los arreglos...
-¿Qué quieres decir? -dijo Harry al instante-. Pensaba que Ojoloco iba a vernir y llevarme en una Aparición Conjunta.
-No puede ser, -dijo Hestia tensamente-. Ojoloco te lo explicará.
Los Dursley que había escuchado todo esto con miradas de absoluta incomprensión en sus caras, saltaron cuando se ojó una voz diciendo "'¡Aprisa!". Harry miró alrededor de la habitación antes de comprender que la voz había había sido emitida por el reloj de bolsillo de Dedalus.
-Muy cierto, operamos en un horario muy apretado, -dijo Dedalus, asintiendo hacia su reloj y volviendo a metérselo en el chaleco-. Estamos intentando sincronizar tu partida de la casa con la Desaparición de tu familia, Harry; así el encantamiento se romperá en el momento en que todos estemos de camino a la seguridad. -Se giró hacia los Dursleys-. Bueno, ¿todo recogido y listos para marchar?
Ninguno de ellos le respondió. Tío Vernon todavía miraba consternado el bulto en el bolsillo del chaleco de Dedalus.
-Quizás deberíamos esperar fuera en el vestíbulo, Dedalus -murmuró Hestia. Sentía claramente que demostraría falta de tacto permanecer en la habitación mientras Harry y los Dursleys intercambiaban amorosas y posiblemente lagrimógenas despedidas.
-No hay necesidad, -murmuró Harry, pero Tío Vernon hizo cualquier otra explicación innecesaria diciendo ruidosamente.
-Bueno, esto es un adios entonces, chico.
Balanceó hacia arriba su brazo derecho para estrechar la mano de Harry, pero en el último momento pareció incapaz de afrontarlo, y simplemente cerró el puño y empezó a balancerase hacia atrás y hacia adelante como un metrónomo.
-¿Listo, Diddy? -preguntó Tía Petunia, comprobando meticulosamente el cierre de su bolso de mano para evitar mirar a Harry.
Dudley no respondió, sino que se quedó allí de pie con la boca ligeramente entreabierta, recordándole a Harry un poco al gigante, Grawp.
-Vamos entonces, -dijo Tío Vernon.
Ya estaba alcanzando la puerta del salón cuando Dudley murmuró.
-No entiendo.
-¿Qué no entiendes, popkin? -preguntó Tía Petunia, mirando a su hijo.
Dudley algó una mano grande como un jamón y señaló a Harry.
-¿Por qué él no viene con nosotros?
Tío Vernon y Tía Petunia se quedaron congelados donde estaba, mirando a Dudley como si acabara de expresar el deseo de convertirse en bailarina.
-¿Qué? -dijo Tío Vernon ruidosamente.
-¿Por qué no bien él también? -preguntó Dudley.
-Bueno, él... no quiere, -dijo Tío Vernon, girándose para mirar a Harry y añadiendo-. No quieres, ¿verdad?
-En lo más mínimo, -dijo Harry.
-Ahí tienes, -dijo Tío Vernon a Dudley-. Ahora vamos, salgamos.
Salió marchando de la habitación. Oyeron la puerta delantera abrirse, pero Dudley no se movió y después de unos pocos pasos vacilantes Tía Petunia también se detuvo.
-¿Y ahora qué? -ladró Tío Venon, reapareciendo en el umbral.
Parecía que Dudley estaba luchando con conceptos demasiado difíciles para expresarlos con palabras. Varios momentos después de aparentemente dolorosa lucha interna dijo.
-¿Pero adónde va a ir?
Tía Petunia y Tío Vernon se miraron el uno al otro. Estaba claro que Dudley les estaba asustando. Hestia Jones rompió el silencio.
-Pero... seguramente sabés adonde va tu primo. -dijo, con aspecto desconcertado.
-Indudablemente lo sabemos, -dijo Vernon Dursley-. Se larga con una panda de los vuestros, ¿verdad? Vale, Dudley, entremos en el coche, ya has oído a este hombre, tenemos prisa.
De nuevo, Vernon marchó alejándose hacia la puerta delantera, pero Dudley no le siguió.
-¿Se larga con una panda de los nuestros?
Hestia estaba indignada. Harry se había encontrado con esta actitud antes. Las brujas y magos parecían sorprendidos porque sus parientes vivos más cercanos no mostraran el más mínimo interés en Harry Potter.
-Está bien, -la tranquilizó Harry-. No importa, de verdad.
-¿No importa? -repitió Hestia, alzando la voz-. ¿No comprende esta gente por lo que has tenido que pasar? ¿El peligro en el que estás? La posición única que tienes en el corazón del movimiento anti-Voldemor?
-Er... no, no lo comprenden, -dijo Harry-. Creen que soy un desperdicido de espacio, en realidad, pero estoy acostumbrado...
-Yo no creo que seas un desperdicio de espacio.
Si Harry no hubiera visto moverse los labios de Dudley, no se lo habría creído. Como así fue, miró fijamente a Dudley durante varios segundos antes de aceptar que debía haber sido su primo el que había hablado por una razón, Dudley se había vuelto rojo. El propio Harry estaba avergonzado y atónito.
-Bueno... er... gracias, Dudley
De nuevo, Dudley pareció acosado por pensamientos demasiado dificiles de manejar, a juzgar por su expresión antes de refunfuñar.
-Me salvaste la vida.
-En realidad no, -dijo Harry-. Habría sido tu alma lo que se hubiera llevado el dementor...
Miraba con curiosidad a su primo. No habían tenido virtualmente ningún contacto durante este verano, ya que Harry había venido a Privet Drive muy brevemente, y había permanecido mucho tiempo en su habitación. Ahora se le ocurría a Harry, sin embargo, que la taza de té frio con lo que había tropezado esa mañana podría no haber sido una trampa estúpida después de todo. Aunque algo conmovido, se sintió no obstante bastante aliviado de que Dudley pareciera haber agotado su capacidad de expresar sus sentimientos. Después de abrir la boca una o dos veces más, Dudley cayó en un silencio con la cara escarlata.
Tia Petunia estalló en lágrimas. Hestia Jones le lanzó una mirada aprobadora que cambió a indignación cuando Tía Petunia se adelantó y abrazó a Dudley en vez de a Harry.
-Que dulce, Dudders... -sollozó en el enorme pecho de su hijo-. Que chico tan encantador... dando las gracias...
-¡Pero no ha dado las gracias en absoluto! -dijo Hestia indignada-. ¡Solo ha dicho que cree que Harry no es un desperdicio de espacio!
-Si, pero viniendo de Dudley eso es como un "te quiero", -dijo Harry; desgarrado entre la molestia y el deseo de reir cuando Tía Petunia contunió abrazada a Dudley como si este acabara de salvar a Harry de un edificio en llamas.
-¿Venís o no? -rugió Tío Vernon, reapareciendo de nuevo en la puerta del salón-. ¡Creía que teníamos un horario apretado!
-Si... si, lo tenemos, -dijo Dedalus Diggle, que había estado observando estos intercambios con un aire de diversión y ahora parecía estar rehaciéndose-. Realmente debemos marcharnos, Harry...
Se adelantó y estrechó la mano de Harry con las dos suyas.
- ...buena suerte. Espero que nos veamos de nuevo. Las esperanzas del mundo mágico descansan sobre tus hombros.
-Oh, -dijo Harry- claro. Gracias.
-Adios, Harry -dijo Hestia, también estrechando su mano-. Nuestros pensamientos están contigo.
-Espero que todo vaya bien, -dijo Harry con una mirada hacia Tía Petunia y Dudley.
-Oh, estoy seguro de que terminará siendo el mejor de los viajes, -dijo Diggle alegremente, saludando con su sombrero mientras abandonaba la habitación. Hestia le siguió.
Dudley se soltó gentilmente del abrazo de su madre y se acercó a Harry, quien tuvo que reprimir la urgencia de amenazarle con magia. Entonces Dudley extendió su gran mano rosa.
-Caray, Dudley, -dijo Harry sobre los renovados sollozos de Tía Petunia- ¿Los dementores afectaron tu personalidad?
-Supongo, -murmuró Dudley-. Hasta luego, Harry.
-Si... -dijo Harry, cogiendo la mano de Dudley y estreñándola-. Quizás. Cuídate, Gran D.
Dudley casi sonrió, después salió de la habitación. Harry oyó sus pesados pasos sobre la grava del camino de entrada, y después una puerta de coche que se cerraba.
Tía Petunia, cuya cara había estado enterrada en su pañuelo, levantó la mirada ante el sonido. No parecía haber esperado encontrarse a solas con Harry. Se metió apresuradamente el pañuelo en el bolsillo y dijo.
-Bueno... adios, -y marchó hacia la puerta sin mirarle.
-Adios, -dijo Harry.
Ella se detuvo y miró hacia atrás. Por un momento Harry tuvo el extraño presentimiento de que quería decirle algo; le lanzaba una extraña y trémula mirada y parecía a punto de hablar, pero entonces, con una pequeña sacudida de la cabeza, salió a toda prisa de la habitación tras su marido y su hijo.n con los Dursleys por su cuenta.
-¡Harry Potter! -chilló una voz excitada en el momento en que Harry abrió la puerta; un hombre pequeño con un sombrero alto color malva estaba inclinándose ante él con una profunda reverencia-. ¡Un honor, como siempre!










Capítulo 4

LOS SIETE POTTER


Harry volvió corriendo escaleras arriba hasta su dormitorio, llegando a la ventana justo a tiempo para ver el coche de los Dursley dejar el camino de entrada y recorrer la carretera. El sombrero de copa de Dedalus era visible entre Tía Petunia y Dudley en el asiento de atrás. El coche giró a la derecha al final de Privet Drive, sus ventanas ardieron de color escarlata por un momento al sol que ya se ponía, y entonces desaparecieron.
Harry recogió la jaula de Hedwig, su Saeta de Fuego, y su mochila, echó a su antinaturalmente diminuto dormitorio una última mirada, y después se abrió paso desgarbadamente escaleras abajo hasta el vestíbulo., donde depositó jaula, escoba, y mochila cerca de la escalera. La luz se desvanecía rápidamente, el vestíbulo se llenaba de sombras a la luz del atardecer. Sentía de lo más extraño estar allí de pie en silencio sabiendo que iba a abandonar la casa por última vez. Hacía mucho tiempo, cuando se quedaba solo mientras los Dursley iban a divertirse por su cuenta, las horas de soledad habían sido un regalo escaso.
Haciendo una pausa solo para escamotear algo sabroso de la nevera, apresurarse a subir arriba a jugar con el ordenador de Dudley, o encender la televisión y cambiar los canales había contentado su corazón. Le provocaba una sensación rara y vacía recordar esos tiempos; era como recordar a un hermano menor al que había perdido.
-¿Quieres echar un último vistazo al lugar? -preguntó a Hedwig, que todavía estaba escondiendo la cabeza bajo el ala-. Nunca volveremos aquí. ¿Quieres recordad los buenos momentos? Quiero decir, mira este felpudo. Que recuerdos... Dudley vomitó sobre él después de que le salvara de los dementores... Imagina, estaba agredecido después de todo, ¿puedes creértelo?... Y el verano pasado, Dumbledore atravesó esa puerta...
Harry perdió el hilo de sus pensamientos por un momento y Hedwig no le ayudó a recuperarlo, sino que continuó sentada con la cabeza bajo el ala. Harry volvió sobre sus pasos a la puerta principal
-¡Y aquí abajo, Hedwig -Harry abrió una puerta bajo las escaleras- es donde solía dormir! No me conocías entonces... Caray, que pequeña, lo había olvidado...
Harry miró alrededor hacia los zapatos apilados y paraguas, recordando cómo solía despertar cada mañana viendo la parte de abajo de las escaleras, que con bastante frecuencia estaba adornada por una araña o dos. Aquellos habían sido días anteriores a saber nada sobre su verdadera identidad; antes de haber averiguado como habían muerto sus padres y por qué a menudo pasaban cosas tan raras a su alrededor. Pero Harry todavía podía recordar los sueños que le habían acosado, incluso en esos días: sueños confusos que incluían destellos de luz verde y una vez... Tío Vernon casi había estrellado el coche cuando Harry lo había contado... una moto voladora.
Hubo un rugido repentino y ensordecedor en algún lugar cercano. Harry se enderezó con una sacudida y se golpeó la coronilla con el marco bajo de la puerta. Deteniéndose sólo para emplear algunas de las palabrotas preferidas de Tío Vernonm se tambaleó hasta la cocina, agarrándose la cabeza y mirando por la ventana al jardín trasero.
La oscuridad pareció ondear, el aire mismo tembló. Entonces, una por una, empezaron a aparecer figuras a la vista cuando los Encantamientos Desilusionadores se iban alzando. Dominando la escena estaba Hagrid, llegando un casco y guantes y sentado a horcajadas en una enorme motocicleta con un sidecar negro adjunto. A su alrededor los demás estaban desmontando de escobas y, en dos casos, de esqueléticos y negros caballos.
Abriéndo de golpe la puerta trasera, Harry se lanzó entre ellos. Hubo un grito general de saludo mientras Hermione le lanzaba los brazos alrededor, Ron le palmeaba la espalda, y Hagrid decían "¿Todo bien, Harry? ¿Listo para partir?".
-Definitivamente, -dijo Harry, sonriendo a todos ellos-. ¡Pero no esperaba a tantos de vosotros!
-Cambio de planes, -gruñó Ojoloco, que sujetaba dos enormes sacos, y cuyo ojo mágico estaba girando del cielo oscurecido a la casa y el jardín con mareante rapidez-. Pongámonos a cubierto antes de hablar de ello.
Harry les condujo de vuelta a la cocina donde, riendo y charlando, se sentaron en sillas, sobre los brillantes mostradores de Tía Petunia, o se apoyaron contra sus impolutos aparatos; Ron, alto y largirucho; Hermione, con el pelo recogido en una larga trenza; Fred y George, sonriéndo idénticamente; Bil, cubierto de cicatrices y con el pelo largo; el Señor Weasley, cara amable, con un comienzo de calvicie, sus gafas un poco torcidas; Ojoloco, desgastado por las batallas, con una sola pierna, su brillante ojo mágico azul girando en su cuenca; Tonks, cuyo pelo corto estaba de su tono favorito de brillante rosa; Lupin, más canoso, más agotado; Fleur, esbelta y hermosa, con su largo pelo rubio platino; Kingsley, calvo y de anchos hombros; Hagrid, con pelo y barba despeinados, permaneciendo encorvado para evitar golpearse la cabeza con el techo; y Mundungus Fletcher, pequeño, sucio y desaliñado, con su ojos redondos de perro de caza y su pelo enredado.
El corazón de Harry pareció expandirse y resplandecer ante la visión. Se sentía increíblemente encariñado con todos ellos, incluso con Mundungus, a quien había intentado estrangular la última vez que se habían encontrado.
-Kingsley, creía que estabas ocupándote del Primer Ministro Muggle. -gritó a través de la habitación.
-Puede pasar sin mi una noche, -dijo Kingsle-. Tú eres más importante.
-¿Harry, sabes qué? -dijo Tonks desde su posición en lo alto de la lavadora, y contoneó su mano izquierda hacia él; un anillo refulgía allí.
-¿Te has casado? -chilló Harry, mirándo de ella a Lupin.
-Siento que no pudieras estar allí, Harry, fue muy en secreto.
-Eso es genial, felici...
-Muy bien, muy bien, tendremos tiempo para una cariñosa bienvenida después, -rugió Moody sobre el tumulto, y se hizo el silencio en la cocina. Moody dejó caer sus sacos a sus pies y se volvió hacia Harry-. Como Dedalus probablemente te ha dicho, hemos abandonado el Plan A. Pius Thicknesse ha caído, lo que nos presenta un gran problema. Ha convertido en asunto penado con cárcel el conectar esta casa con la Red Flu, colocar aquí un Traslador, o Aparecer dentro o fuera. Todo hecho por bien de tu protección, para evitar que Ya-sabes-quien llegue hasta ti. Una absoluta estupidez, dado que el encantamiento de tu madre ya hace eso. Lo que ha hecho en realidad es evitar que salgas de aquí a salvo.
-Segundo problema: Eres menor de edad, lo que significa que todavía pueden Rastrearte.
-No sé...
-¡El Rastro, el Rastro! -dijo Ojoloco impacientemente-. El encantamiento que detecta la actividad mágica alrededor de un menor de diecisiete años, ¡así es como el Ministerio está al corriente de la magia menor de edad! Si tú, o cualqueira a tu alrededor, lanza un hechizo para conseguir que salgas de aquí, Thicknesse lo sabrá, y también los mortifagos.
-No podemos esperar a que el Rastro se rompa, porque en el momento en que cumplas diecisiete perderás toda la protección que tu madre te dio. Para abreviar, Pius Thicknesse cree que ha conseguido acorralarte buena y apropiadamente.
Harry no pudo evidar estar de acuerdo con el desconocido Thicknesse.
-¿Entonces qué vamos a hacer?
-Vamos a utilizar los únicos métodos de transporte que nos quedan, los únicos que el Rastro no puede detectar, porque no necesitamos lanzar hechizos para utilizarlos: escobas, thertrals, y la motocicleta de Hagrid.
Harry podía ver defectos en ese plan; sin embargo, contuvo la lengua para dar a Ojoloco la oportunidad de señalarlas.
-Ahora bien, el encantamiento de tu madre se romperá solo con dos condiciones: cuando seas mayor de edad, o -Moody gesticuó hacia la inmaculada cocina- cuando ya no llames a esta casa tu hogar. Tú, tu tía y tu tío estáis separándoos esta noche, se entiende plenamente que nunca más vais a vivir juntos, ¿correcto?
Harry asintió.
-Así que en ese momento, cuando salgas, no habrá vuelta atrás, y el encantamiento se romperá en el momento en que abandones sus límites. Estamos escogiendo romper el encantamiento antes, porque la alternativa es esperar a que Quien-tú-ya-sabes venga y te agarre en el momento en que cumplas diecisiete.
-La única cosa que tenemos a nuestro favor es que Quien-tú-ya-sabes no sabe que te trasladamos esta noche. Hemos filtrado un rastro en el Ministerio. Creen que no te marcharás hasta el treinta. Sin embargo, es con Quien-tú-ya-sabes con quien estamos tratando, así que no podemos confiar en que se contende con la fecha equivocada; debe tener un par de mortifagos patrullando los cielos en el área en general, solo por si acaso. Así que hemos proporcionado a una docena de casas diferentes todas las protecciones que hemos podido lanzarles. Todas tienen el aspecto de poder ser el lugar donde vas a ocultarte, todas tienen alguna conexión con la Orden: mi casa, la de Kingsley, La de Muriel la tía de Molly... te haces una idea.
-Si, -dijo Harry, sin entender realmente, porque todavía podía divisar un gran agujero en el plan.
-Te llevaremos con los padres de Tonks. Una vez estés dentro de los límites de los hechizos protectores que hemos puesto en su casa podrás utilizar un Traslador hasta la Madriguera, ¿Alguna pregunta?
-Er... si, -dijo Harry-. Quizás no sepan a cual de las doce casas seguras me dirijo al principio, ¿pero no será obvio una vez -realizó un contoneo de cabeza rápido- catorce de nosotros volemos hacia la casa de los padres de Tonks?
-Ah, -dijo Moody-. Olvidé mencionar la clave del plan. Catorce de nosotros no volarán hacia la casa de los padres de Tonks. Habrá siete Harry Potters atravesando los cielos esta noche, cada uno de ellos con un compañero, cada pareja se dirigirá a una casa segura diferente.
De dentro de su capa Moody sacó ahora un frasco de lo que parecía barro. No hubo necesidad de que le dijeran una palabra más; Harry entendió el resto del plan inmediatamente.
-¡No! -dijo ruidosamente, su voz reverberó en la cocina-. ¡De ningún modo!
-Les dije que te lo tomarías así, -dijo Hermione con un dejo de complacencia.
-¡Si creéis que voy a dejar que seis personas arriesgen sus vidas...!
-...porque es la primera vez para todos nosotros, -dijo Ron.
-Esto es distinto, fingir ser yo...
-Bueno, a ninguno de nosotros le apetece mucho, Harry, -dijo Fred seriamente-. Imagina que algo sale mal y nos quedamos flacos y huesudos para siempre.
Harry no sonrió.
-No podéis hacerlo si no coopero, necesitais que os dé algo de pelo.
-Bueno, ese es el fallo del plan, -dijo George-. Obviamente no hay ninguna posibilidad de que todos nosotros consigamos un poco de pelo si no cooperas.
-Si, trece contra uno, al que por cierto no le está permitido utilizar magia; no tenemos ninguna posibilidad, -dijo Fred.
-Que gracia, -dijo Harry-, realmente gracioso.
-Si tiene que ser a la fuerza, entonces así será, -gruñó Moody, su ojo mágico estaba ahora temblando en su cuenca mientras miraba fijamente a Harry-. Todo el mundo aquí es mayor de edad, Poter, y están preparados para afrontar los riesgos.
Mundungus se encogió de hombros e hizo una mueca, el ojo mágico viró lateralmente y le observó a través de la cabeza de Moody.
-No tenemos tiempo para discusiones. Se agota el tiempo. Quiero unos cuantos de tus cabellos, chico, ahora.
-Pero esto es una locura, no hay necesidad...
-¡No hay necesidad! -ladró Moody-. ¿Con Quien-tu-ya-sabes ahí fuera y la mitad del Ministerio de su parte? Potter, tendremos suerte si se ha tragado el cebo y está planeando emboscarte el treinta, pero tendría que estar loco para no tener a un mortifago o dos vigilándote, es lo que haría yo. Puede que no sea capaz de sacarte de esta casa mientras el encantamiento de tu madre aguante, pero este se romperá y saben la posición aproximada del lugar. Nuestra única oportunidad es utilizar señuelos. Ni siquiera Quien-tú-ya-sabes puedes dividirse a sí mismo en siete.
Harry encontró la mirada de Hermione y apartó la suya al instante.
-Así que, Potter... algunos de tus cabellos, si te place.
Harry miró fijamente a Ron, que le hizo una mueca al estilo hazlo-de-una-vez.
-¡Ya! -ladró Moody.
Con todos los ojos fijos en él, Harry subió la mano hasta su coronilla, agarró un manojo de cabellos, y tiró.
-Bien, -dijo Moody, avanzando cojeando mientras sacaba el tapón al frasco de poción-. Directamente dentro, si te place.
Harry dejó caer el cabello en el líquido lodoso. En el momento en que este hizo contacto con su superficie, la poción empezó a echar espuma y vapor, al momento se volvió clara y de un dorado brillante.
-Ooh, pareces mucho más sabroso que Crabbe y Goyle, Harry, -dijo Hermione, antes de captar un vistazo de las cejas alzadas de Ron, ruborizarse ligeramente, y decir-, Oh, ya sabéis lo que quiero decir... la poción de Goyle sabía a bogies.
-Bien entonces, falsos Potter alineaos aquí, por favor, -dijo Moody.
Ron, Hermione, Fred, George, y Fleur se alienaron delante del brillante fregadero de Tía Petunia.
-Nos falta uno, -dijo Lupin.
-Aqui, -dijo Hagrid roncamente, y alzó a Mundungus por el cogote y lo dejó caer junto a Fleur, que arrugó la nariz y se movió a la largo de la fila para quedar entre Fred y George.
-Soy un soldado, yo más bien sería un protector, -dijo Mundungus.
-Cállate, -gruñó Moody-. Como ya te he dicho, gusano invertebrado, cualquier mortifago del que huyamos apuntará para capturar a Potter, no para matarle. Dumbledore siempre dijo que Quien-tu-ya-sabes querría acabar con Potter en persona. Serán los protectores los que más tengan que preocuparse, los mortifagos querrán matarlos.
Mundungus no parecía particularmente tranquilizado, pero Moody ya estaba sacando media docena de vasos del tamaño de hueveras de su abrigo, que repartió, antes de verter un poco de Poción Multijugos en cada uno de ellos.
-Juntos, ya...
Ron, Hermoine, Fred, George, Fleur y Mundungos bebieron. Todos ellos jadearon e hicieron muecas cuando la poción golpeó sus gargantas; al instante, sus rasgos empezaron a burbujear y deformarse como cera caliente. Hermione y Mundungus se disparaban hacia arriba; Ron, Fred y George estaban encogiendo; su cabello se estaba oscureciendo, el de Hermione y Fleur pareció salir disparado hasta sus cráneos.
Moody, bastante despreocupado, estaba ahora soltando los lazos del mayor de los sacos que había traído con él. Cuando se volvió a enderezar, había seis Harry Potters jadeando y resoplando frente a él.
Fred y George se giraron el uno hacia el otro y dijeron juntos.
-Guau... ¡somos idénticos!
-Sin embargo creo que aún así yo sigo siendo más guapo, -dijo Fred, examinando su reflejo en un hervidor.
-Bah, -dijo Fleur, comprobándose a sí misma en la puerta del microhondas-. Bill, no me miges... estoy hogenda.
-Aquellos cuya ropa le venga un poco holgada, tengo alguna más pequeña aquí, -dijo Moody, señalando al primer saco-. y viceversa. No olvidéis las gafas, hay seis pares en el bolsillo interior. Y cuando os vistáis, hay equipaje en el otro saco.
El auténtico Harry pensaba que esto podría ser la cosa más rara que había visto nunca, y había visto algunas extremadamente raras. Observó a sus seis dobles rebuscando en los sacos, sacando juegos de ropa, poniéndose gafas, haciendo la suyas a un lado. Estuvo a punto de pedirles que mostraran un poco de respeto por la privacidad cuando empezaron a quitársela con impunidad, claramente más a gusto al exponer su cuerpo de lo que hubieran estado con los suyos propios.
-Sabía que Ginny mentía sobre ese tatuaje, -dijo Ron, bajando la mirada a su pecho desnudo.
-Harry, tu vista es realmente fatal, -dijo Hermione, mientras se ponía las gafas.
Una vez vestidos, los falsos Harry tomaron equipaje y jaulas de lechuzas, cada una contenía una esponjosa lechuza nevada, del segundo saco.
-Bueno, -dijo Moody, cuando al fin siete Harrys vestidos, con gafas, y cargados de equipaje le miraron-. Las parejas serán las siguientes: Mundungus viajará conmigo, en escoba...
-¿Por qué yo contigo? -gruño el Harry más cercano a la puerta trasera.
-Porque tú eres el que necesita vigilancia, -gruñó Moody, y estaba claro, su ojo mágico no se despegaba de Mundungus mientras hablaba-. Arthur y Fred...
-Soy George, -dijo el gemelo al que Moody estaba señalando-. ¿Ni siquieras puedes diferenciarnos cuando somos Harry?
-Lo siento, George...
-Somo me quedaba con tu varita, en realidad soy Fred...
-¡Ya basta de liarla! -ladró Moody-. El otro... George o Fred o quienquiera que seas... tú con Remus. La Señorita Delacour...
-Yo llevo a Fleur en un thestral, -dijo Bill-. No le gustan mucho las escobas.
Fleur se acercó para ponerse a su lado, lanzándole una mirada sentimentaloide y servil que Harry esperaba de todo corazón que nunca volviera a aparecer en su cara.
-La Señorita Granger con Kingsley, de nuevo en thestral...
Hermione pareció tranquilizada mientras respondía a la sonrisa de Kingsley; Harry sabía que a Hermione le faltaba también confianza con la escoba.
-¡Lo que nos deja a tí y a mí, Ron!, -dijo Tonks alegremente, golpeando un soporte de papel de cocina mientras saludaba hacia él.
Ron no parecía tan complacido como Hermione.
-Y tú conmigo, Harry. ¿Te parece bien? -dijo Hagrid, que parecía un poco ansioso-. Iremos en la moto, las escobas y los thestrals no pueden con mi peso, ya ves. No hay mucho espacio en el asiento conmigo, así que tendrás que ir en el sidecar.
-Genial, -dijo Harry, no muy sinceramente.
-Creemos que los mortifagos esperará que vayas en escoba, -dijo Moody, que pareció suponer lo que Harry estaba sintiendo-. Snape ha tenido tiempo suficiente para contarles de ti lo que nunca antes ha mencionado, así que si topamos con algún mortifago, apostamos a que escogerá al Potter que parecezca a gusto en la escoba. Todo bien entonces, -siguió, atando el saco con la ropa de los falsos Potters y abriendo camino hacia la puerta-. Faltan tres minutos hasta la hora en la que se supone que debemos salir. No servirá de nada cerrar la puerta trasera, no mantendrá fuera a los mortifagos cuando vengan. Vamos...
Harry se apresuró a reunir su mochila, su Saeta de Fuego y la jaula de Hedwig y siguió al grupo hacia el oscuro jardín trasero.
Por todas partes palos de escobas saltaban a las manos; Hermione estaba ya siendo ayudada por Kingsley a subir a un gran thestral, Fleur a otro por Bill. Hagrid estaba listo y de pie junto a la motocicleta, con los guantes puestos.
-¿Es esta? ¿La moto de Sirius?
-La mismísima, -dijo Hagrid, sonriendo a Harry-. ¡Y la última vez que montaste en ella, Harry, me cabías en una mano!
Harry no pudo evitar sentirse un poco humillado al meterse en el sidecar. Eso lo colocaba a varios pies más abajo que todos los demás. Ron sonrió burlonamente al verle sentado allí como un niño en un cochecito de bebé. Harry colocó su mochila y escoba entre los pies y se encajó la jaula de Hedwing entre las rodillas. Estaba extremadamente incómodo.
-Arthur le ha hecho unos pequeños arreglos, -dijo Hagrid, totalmente ignorante de la incomodidad de Harry. Se colocó a horcajadas sobre la motocicleta, que crujió ligeramente y se hundió unos centímetros en el suelo-. Ahora tiene unos cuantos ases en la manga. Eso fue idea mía. -Señaló con un dedo grueso a un botón púrpura cerca del cuentakilómetros.
-Por favor ten cuidado, Hagrid, -dijo el Señor Weasley, que estaba de pie junto a ellos, sujentando su escoba-. Todavía no estoy seguro de que sea aconsejable e indudablemente solo para usar en caso de emergencia.
-Bien entonces, -dijo Moody-. Todo el mundo preparado, por favor. Quiero que todos salgamos exactamente al mismo tiempo o el efecto de la diversión se perderá.
Todo el mundo sacudió la cabeza.
-Agárrate fuerte, Ron, -dijo Tonks y Harry vio como Ron lanzaba una mirada forzada y culpable a Lupin antes de colocar las manos a cada lado de la cintura de Tonks. Hagrid pateó volviendo la motocicleta a la vida. Esta rugió como un dragón, y el sidecar empezó a vibrar.
-Buena suerte a todos, -gritó Moody-. Nos veremos más o menos en una hora en la Madriguera. A la de tres. Uno... dos... TRES.
Hubo un gran rugido proviniente de la motocicleta, y Harry sintió como el sidecar daba una bandazo. Se estaba alzando en el aire con rapidez, sus ojos lagrimeaban ligeramente, el pero azotado hacia atrás de su cara. Alrededor de él las escobas alzaban también el vuelo; la larga cola de un thestral pasó a su lado. Sus piernas, atoradas en el sidecar por la jaula de Hedwig y su mochilla, ya estaban magulladas y empezaban a entumecerse. Tan grande era su incomodidad que casi olvidó echar un vistazo al número cuatro de Privet Drive. Para cuando miró por el borde del sidecar ya no podía decir cual de ellas era.
Y entonces, salidos de ninguna parte, de la nada, les rodearon. Al menos treinta figuras encapuchadas, suspendidas en medio del aire, formando un gran círculo en el medio del que los miembros de la Orden había alzado el bueno, ignorantes.
Gritos, una llamarada de luz verde por cada lado. Hagrid soltó un grito y la motocicleta se dio la vuelta. Harry perdió cualquier noción de donde estaban. Farolas sobre él, gritos a su alrededor, se estaba aferrando al sidecar por su vida. La jaula de Hedwig, la Saeta de Fuego, y su mochila resbalaban de sus rodillas.
-No... ¡AYUDA!
La escoba se le escapó, pero se las acababa de arreglar para agarrar la correa de su mochila y la parte de arriba de la jaula cuando la motocicleta se puso derecha otra vez. Un segundo de alivio, y después otra explosión de luz verde. La lechuza chilló y cayó al suelo de su jaula.
-No... ¡NO!
La motocicleta avanzaba zumbando; Harry captó vistazo de mortifagos apartándose mientras Hagrid atravesaba su círculo.
-Hedwig... Hedwig...
Pero la lechuza yacía inmóvil y patética como un juguete en el suelo de su jaula. No podía creérselo, y su terror por los otros fue supremo. Miró sobre su hombro y vio una masa de gente moviéndose, destellos de luz verde, dos parejas en escobas se perdían en la distancia, pero no podía decir quienes eran...
-Hagrid, tenemos que volver, ¡tenemos que volver! -gritó sobre el atronador rugido del motor, sacando su varita, dejó la jaula de Hedwig en el suelo, negándose a creer que estuviera muerta-. ¡Hagrid, DA LA VUELTA!
-¡Mi trabajo es mantenerte a salvo, Harry! -bramó Hagrid, y apretó el acelerador.
-¡Para... PARA! -gritó Harry, pero cuando volvió a mirar atrás dos disparos de luz verde pasaron junto a su oreja izquierda. Cuatro mortifagos se habían separado del círculo y estaban persiguiéndoles, apuntando a la amplia espalda de Hagrid. Hagrid viró, pero los mortifagos mantenían el paso a la moto; más maldiciones fueron lanzadas tras ellos. Retorciéndose para darse la vuelta gritó. "¡Desmaniun!" y un rayo de luz rojo salió disparado de su varita, abriendo una brecha entre los cuatro mortifagos perseguidores que se dispersaron para evitarlo.
-¡Agárrate, Harry, esto los despistará! -rugió Hagrid, y Harry levantó la mirada justo a tiempo para ver como Hagrid estampaba un dedo grueso en un botón verde cerca de la válvula del combustible.
Una pared, una negra pared sólida, hizo erupción desde el tubo de escape. Estirando el cuello, Harry vio como se expandía quedando en medio del aire. Tres de los mortifagos viraron y la evitaron, pero el cuarto no tuvo tanta suerte. Se perdió de vista y después cayó como una piedra de detrás de la pared, con la escoba rota en pedazos. Uno de sus compañeros se quedó atrás para salvalte, pero ellos y la pared fueron tragados por la oscuridad cuando Hagrid se inclinó sobre el manillar y aceleró.
Más Maldiciones Imperdonables pasaron volando junto a la cabeza de Harry salidas de las varitas de los dos mortifagos que quedaban; estaban apuntando a Hagrid. Harry respondió con más Hechizos Desmaniun. Rojo y verde colisionaron en medio del aire con una lluvia de chispas, y Harry pensó salvajemente en fuegos artificiales, y en los muggles de abajo que no tendrían ni idea de qué estaba ocurriendo.
-¡Allá vamos de nuevo, Harry, sujétate! -chilló Hagrid, y apretó un segundo botón. Esta vez una gran red surgió del tubo de escape, pero los motifagos ya estaban preparados para ello. No solo la esquivaron, sino que el compañero que se había retrasado para salvar a su amigo inconsciente les había alcanzado. Surgió repentinamente de la oscuridad y ahora eran tres los que perseguían a la motocicleta, todos lanzando maldiciones.
-¡Esto funcionará, Harry, agárrate fuerte! -chilló Hagrid, y Harry le vio golpear con la mano entera el botón púrpura junto al cuentakilómetros.
Con un inconfundible bramido, fuego de dragón explotó del tubo de escape, ardiente blanco y azul, y la motocicleta salió disparada hacia adelante como una bala con un sonido de metal que se retorcía. Harry vio a los mortifagos amargar y perdese de vista para evitar el rastro mortífero de llamas, y al mismo tiempo sintió como el sidecar se balanceaba amenazadoramente. Sus conexiones de metal con la moto se habían astillado con la fuerza de la aceleración.
-¡Todo va bien, Harry! -bramó Hagrid, ahora estirado hacia atrás por la fuerza de la velocidad; nadie conducía ya, y el sidecar estaba empezando a retrocerse violentamente con la fuerza del viento de aceleración.
-¡Estoy en ello, Harry, no te preocupes! -chilló Hagrid, y del bolsillo interior de su chaqueta sacó su florido paraguas rosa.
-¡Hagrid! ¡No! ¡Déjame a mí!
-¡Reparo!
Se oyó un golpe sordo y el sidecar se separó completamente de la moto. Harry salió despedido hacia adelante, propulsado por el ímpetu del vuelo de la moto, después el sidecar empezó a perder altura.
Desesperado Harry apuntó su varita hacia el sidecar y gritó,
-¡Wingardium Leviosa!
El sidecar se levantó como un corcho, sin timón pero al menos todavía aerotransportado. No había tenido más que un segundo de alivio, sin embargo, cuando más maldiciones pasaron a su lado. Los tres mortifagos se estaban acercando.
-¡Ya voy, Harry! -gritó Hagrid desde la oscuridad, pero Harry podía sentir como el sidecar empezaba a hundirse de nuevo. Agachándose tanto como pudo, apuntó en medio de la figuras que se acercaban y gritó.
-¡Impedimenta!
El maleficio golpeó en medio del pecho de un mortifago. Por un momento el hombre quedo ridículamente estirado en medio del aire como si hubiera golpeado una barrera invisible. Uno de sus compañeros casi colisionó con él.
Entonces el sidecar empezó a caer fervorosamente, y los mortifagos que quedaban dispararon una maldición tan cerca que Harry tuvo que agacharse por debajo del borde del coche, golpeándose un diente en el borde de su asiento.
-¡Ya llego, Harry, ya llego!
Una mano enorme agarró la espalda de la túnica de Harry y le sacó del sidecar que caía en picado; Harry aferró su mochila mientras se colgaba del asiento de la moto y se encontró espalda con espalda con Hagrid. Mientras remontaban el vuelo, alejándose de los dos mortifagos que quedaban, Harry escupió sangre por la boca, apuntó su varita hacia el sidecar que caía, y gritó,
-¡Confringo!
Sintió un retortijón atroz del intestino por Hedwig cuando este explotó; el mortifago más cercano salió despedido de su escoba y cayó fuera de la vista; su compañero cayó hacia atrás y se desvaneció.
-Harry, lo siento, lo siento, -gimió Hagrid-. No debería haber intentado repararlo yo mismo... no había espacio...
-¡No hay problema, solo sigue volando! -gritó Harry en respuesta, cuando dos mortifagos más emergieron de la oscuridad, acercándose.
Cuando las maldiciones llegaron atravesando velozmente el espacio intermedio, Hagrid hizo un viraje y zigzagueó. Harry sabía que Hagrid no se atrevía a utilizar el botón de fuego de dragón de nuevo, con Harry tan inseguramente sentado. Harry envió un Encantamiento Desmaniun tras otro hacia sus perseguidores, apenas conteniéndoles. Lanzó otra maldición contenedora hacia ellos. El mortifago más cercano viró para evitarla y se le resbaló la capucha, y a la luz roja de su siguiente Encantamiento Desmaniun, Harry vio la cara extrañamente en blanco de Stanley Shunpike... Stan.
-¡Expelliarmus! -gritó Harry.
-¡Es él, es él, es el auténtico!
El grito del mortifago encapuchado alcanzó a Harry incluso por encima del tronar del motor de la motocicleta. Al momento siguiente, ambos perseguidores se habían quedado atrás y desaparecido de la vista.
-¿Harry, qué ha pasado? -gritó Hagrid-. ¿Adónde han ido?
-¡No lo sé!
Pero Harry tenía miedo. El mortifago encapuchado había gritado "¡Es el auténtico!", ¿cómo lo había sabido? Miró alrededor hacia la oscuridad aparentemente vacía y sintió la amenaza. ¿Dónde estaban?
Se dio la vuelta en el asiento para mirar hacia adelante y tensó el apretón sobre la espalda de la chaqueta de Hagrid.
-¡Hagrid, haz de nuevo la cosa esa del fuego de dragon, salgamos de aquí!
-¡Entonces agárrate fuerte, Harry!
De nuevo el rugido repentino y estridente y el fuego blanco azulado salió disparado del tubo de escape. Hagrid fue lanzado hacia atrás sobre él, apenas manteniendo su agarre sobre el manillar.
-Creo que los hemos perdido, Harry, ¡creo que lo hemos conseguido! -gritó Hagrid.
Pero Harry no estaba convencido. El miedo le asaltó mientras miraba a derecha e izquierda buscando a los perseguidores que estaba seguro que vendrían... ¿Por qué se habían quedado atrás? Uno de ellos todavía tenía una varita... Es él... es el auténtico... Lo habían dicho justo después de que hubiera intentando desarmar a Stan....
-¡Ya casi estamos, Harry, casi lo hemos conseguido! -gritó Hagrid.
Harry sintió la moto descender un poco, aunque las luces del suelo todavía parecían estrellas distantes.
Entonces la cicatriz de su frente ardió como fuego, mientras un mortifago aparecía a cada lado de la moto, dos Maldiciones Imperdonables fallaron a Harry por milímetros, lanzadas desde atrás.
Y entonces Harry le vio. Voldemort estaba volando como humo en el viento, sin escoba o thestral que le sujetara, su cara de serpiente brillaba en la oscuridad, sus dedos alzaron de nuevo su varita...
Hagrid dejó escapar un bramido de miedo y dirigió la motocicleta a un picado vertical. Aferrándose por su propia vida, Harry lanzaba Encantamientos Desmaniun al azar en la vertiginosa noche. Vio a un chico pasar volando junto a él y supo que había sido alcanzado por uno de ellos, pero después oyó un golpe y vio chispas en el motor; la moto atravesaba el aire girando en espiral, completamente fuera de control.
Destellos de luz pasaron de nuevo junto a ellos. Harry no tenía ni idea de qué era arriba y qué abajo. Su cicatriz todavía ardía, esperaba morir en cualquier momento. Una figura encapuchada sobre una escopa estaba a centímetros de él, le vio alzar un brazo.
-¡NO!
Con un grito de furia Hagrid se lanzó fuera de la moto hacia el motifago; para su horror, Harry voy como ambos caían perdiéndose de vista, su peso combinado era demasiado para la escoba.
A duras penas aferrándose con las rodillas a la moto que caía en picado, Harry oyó a Voldemort gritar.
-¡Es mío!
Se había acabado. No podía ver donde estaba Voldemort; vislumbró a otro mortifago apartándose y oyó.
-Avada...
Cuando el dolor de la cicatriz de Harry le obligó a cerrar los ojos, su varita actuó por su propia cuenta. La sintió arrastrar su mano como un gran iman, vio un fogonazo de fuego dorado a través de los párpados entrecerrados, oyó un crujido y un grito de furia. El mortifago que quedaba chilló; Voldemort gritó
-¡NO!
De algún modo, Harry encontró su nariz a un centimetro del botón de fuego de dragón. Lo apretó con la mano libre de la varita y la moto disparó más llamas al aire, cayendo directamente hacia el suelo.
-¡Hagrid! -llamó Harry, sujetándose a la moto por su vida-. Hagrid... ¡Accio Hagrid!
La moto aceleró, succionada hacia el suelo.
Con la cara al nivel del manillar, Harry no podía ver nada excepto las lejanas luces acercándose más y más. Iba a estrellarse y no había nada que pudiera hacer al respecto. Tras él llegó otro grito.
-¡Tu varita, Selwyn, dáme tu varita!
Sintió a Voldemort antes de verle. Mirando de reojo, encontró la mirada de los ojos rojos y estuvo seguro de que serían la última cosa que vería: Voldemort preparándose para maldecirle una vez más.
Y entonces Voldemort se desvaneció. Harry miró abajo y vio a Hagrid despatarrado sobre el suelo bajo él. Tiró con fuerza del manillar para evitar golpearle, buscó a tientas el freno, pero con un choque ensordecedor que hizo temblar la tierra, se estrelló contra un estanque enlodado.








Capítulo 5

GUERRERO CAIDO


-¿Hagrid?
Harry luchaba por levantarse el mismo de los restos de metal y cuero que le rodeaban; sus manos se hundieron en unos centímetros de agua lodosa cuando intentó sostenese. No podía entender por qué Voldemort se había marchado y esperaba que surgiera de la oscuridad en cualquier momento. Algo caliente y húmedo goteaba por su barbilla y desde la frente. Salió gateando del estanque y se tambaleó hacia la gran masa oscura del suelo que era Hagrid.
-¿Hagrid? Hagrid, háblame.
Pero la masa oscura no se movía.
-¿Quién está ahí? ¿Eres Potter? ¿Eres Harry Potter?
Harry no reconoció la voz del hombre. Entonces gritó una mujer.
-¡Se han estrellado, Ted! ¡Estrellado en el jardín!
La cabeza de Harry daba vueltas.
-Hagrid, -repitió estúpidamente, y sus rodillas se doblaron.
Lo siguiente que supo fue que estaba tendido sobre su espalda en lo que se sentían como cojines, con una sensación ardiente en las costillas y el brazo derecho. Su diente perdido había vuelto a crecer. La cicatriz de su frente todavía estaba latiendo.
-¿Hagrid?
Abrió los ojos y vio que estaba tendido en un sofá de un salón desconocido e iluminado. Su mochilla yacía en el suelo a corta distancia, húmeda y embarrada. Un hombre rubio y barrigón estaba observando ansiosamente a Harry.
-Hagrid está bien, hijo, -dijo el hombre- mi esposa le está atendiendo ahora. ¿Cómo te sientes? ¿Alguna otra cosa rota? Te arreglé las costillas, el diente, y el brazo. Soy Ted, por cierto, Ted Tonks... el padre de Dora.
Harry se sentó demasiado rápidamente. Estallaban luces ante sus ojos y se sentía enfermo y mareado.
-Voldemort.
-Tranquilo, vamos, -dijo Ted Tonks, colocando una mano en el hombro de Harry y empujándole de vuelta contra los cojines-. Ha sido un feo golpe el que acabas de tener. ¿Qué ocurrió, por cierto? ¿Algo fue mal con la moto? Arthur Weasley la comprobó el mismo, él y sus cachivaches muggles.
-No, -dijo Harry, mientras su cicatriz pulsaba como una herida abierta- mortifagos, montones de ellos... nos perseguían...
-¿Mortifagos? -dijo Ted agudamente-. ¿Qué quieres decir, mortifagos? Creía que no sabían que te trasladaban esta noche, creía...
-Lo sabían, -dijo Harry.
Ted Tonks levantó la mirada al techo como si pudiera ver a través de él el cielo de arriba.
-Bueno, ya sabemos que nuestros hechizos protectores aguantan, ¿verdad? No deberían ser capaces de aproximarse en unas cien yardas a la redonda en ninguna dirección.
Ahora Harry entendía por qué Voldemort se había desvanecido; había sido en el punto en que la motocicleta había cruzado la barrera de encantamientos de la Orden. Solo esperaba que estos continuaran funcionando. Imaginó a Voldemort cien yardas por encima de ellos mientras hablaban, buscando una forma de penetrar lo que Harry visualizaba como una gran burbuja transparente.
Bajó las piernas del sofá; tenía que ver a Hagrid con sus propios ojos antes de creer que estaba vivo. No obstante, a penas se había levantado cuando una puerta se abrió y Hagrid pasó apretado por ella, su cara estaba cubierta de barro y sangre, cojeaba un poco pero estaba milagrosamente vivo.
-¡Harry!
Volcando dos delicadas mesas y una planta, cubrió el suelo entre ellos con dos zancadas y empujó a Harry a un abrazo que casi le rompió las recientemente reparadas costillas.
-Caray, Harry, ¿cómo conseguimos salir de esta? Ya creía que estabamos los dos acabados.
-Si, yo también. No puedo creer...
Harry se interrumpió. Acababa de fijarse en la mujer que había entrado en la habitación tras Hagrid.
-¡Tú! -gritó, y sacó la mano del bolsillo, pero esta estaba vacía.
-Tu varita está aquí, hijo, -dijo Ted, golpeando ligeramente con ella el brazo de Harry-. Cayó justo a tu lado, yo la recogí... Y es a mi mujer a la que estás gritando.
-Oh, yo... lo siento.
Cuando entró en la habitación, el parecido de la Señora Tonks con su hermana Bellatrix se volvió menos pronunciado. su pelo era de un ligero y suave castaño y sus ojos eran más grandes y más amables. No obstante, parecía un poco arrogante tras la exclamación de Harry.
-¿Qué le ocurrió a nuestra hija? -preguntó-. Hagrid dice que caísteis en una emboscada; ¿dónde está Nymphadora?
-No sé, -dijo Harry-. No sabemos lo que ocurrió con nadie más.
Ella y Ted intercambiaron miradas. Una mezcla de miedo y pesar asaltó a Harry a la vista de sus expresiones; si algunos de los otros había muerto, era culpa suya, todo culpa suya. Había consentido con el plan, les había dado su pelo...
-El Traslador, -dijo, recordándolo todo de repente-. Tenemos que volver a la Madrigera y averiguar... entonces podremos enviarles noticias, o... o lo hará Tonks, una vez...
-Dora estará bien, -dijo Ted-. Conoce su trabajo, ha estado en bastantes situaciones apuradas con los Aurores. El Traslador está aquí. -añadió para Harry-. Se supone que se marcha en tres minutos, si queréis cogerlo.
-Si, lo haremos, -dijo Harry. Agarró su mochila, poniéndosela al hombro-. Yo...
Miró a la Señora Tonks, deseando disculparse por el estado de terror en que la dejaba y del cual se sentía tan terriblemente responsable, pero no se le ocurrió ninguna palabra que no le hiciera parecer hueco e insincero.
-Le diré a Tonks... Dora... que envie noticias, cuando... Gracias por parchearnos, gracias por todo, yo...
Se alegró de abandonar la habitación y seguir a Ted Tonks a los largo del corto pasillo hasta el interior de un dormitorio. Hagrid vino tras ellos, agachándose para evitar golpearse la cabeza con el dintel de la puerta.
-Ahí tienes, hijo. Ese es el Traslador.
El Señor Tonks estaba señalando a un pequeño cepillo bañando en plata posado sobre el vestidor.
-Gracias, -dijo Harry, extendiendo la mano para poner un dedo sobre él, listo para marchar.
-Espera un momento, -dijo Hagrid, mirando alrededor-. ¿Harry, dónde está Hedwig?
-Ella... la alcanzaron, -dijo Harry.
La comprensión le golpeó. Se sintió avergonzado de sí mismo cuando las lágrimas empañaron sus ojos. La lechuza había sido su compañera, su único vínculo con el mundo mágico siempre que se había visto forzado a volver a la casa de los Dursley.
Hagrid extendió una gran mano y le palmeó dolorosamente el hombro.
-No importa, -dijo roncamente-. No importa. Tuvo una buena y larga vida...
-¡Hagrid! -dijo Ted Tonks como advertencia cuando el cepillo resplandeció de un brillante azul, y Hagrid colocó su dedo índice sobre él justo a tiempo.
Con un tirón detrás del ombligo, como si un gancho invisible le arrastrara hacia adelante, Harry fue empujado a la nada, girando incontrolablemente, su dedo pegado al Traslador mientras él y Hagrid se alejaban del Señor Tonks. Segundos después, los pies de Harry golpearon tierra dura y cayó sobre manos y rodillas en el patio de la Madriguera. Oyó gritos. Tirando a un lado el cepillo que ya no brillaba, Harry se puso en pie, tambaleándose ligeramente, y vio a la Señora Weasley y a Ginny corriendo por los escalones de la puerta de atrás mientras Hagrid, que también se había derrumbado al aterrizar, se ponía laboriosamente en pie.
-¿Harry? ¿Eres el auténtico Harry? ¿Qué ha pasado? ¿Dónde están los demás? -gritó la Señora Weasley.
-¿Qué quiere decir? ¿Nadie más ha vuelto? -jadeó Harry.
La respuesta estaba claramente grabada en la cara pálida de la Señora Weasley.
-Los mortifagos estaban esperándonos, -le dijo-. Nos rodearon en el momento en que despegamos... sabían que era esta noche... no sé que pasó con los demás, cuatro de ellos nos persiguieron, y todo lo que pudimos hacer fue huir, y entonces Voldemort dio con nosotros...
Podía oir la nota autojustificativa en su voz, la súplica para que entendiera por qué no sabía qué les había pasado a sus hijos pero...
-Gracias a dios que tú estás bien, -dijo, empujándole a un abrazo del que no se sentía merecedor.
-¿No tendrás algo de brandy, verdad, Molly? -preguntó Hagrid un poco tembloroso-. ¿Por propósitos medicinales?
Podía haberlo convocado con mágica, pero cuando se apresuró a volver a la encorvada casa, Harry supo que quería esconder la cara. Se giró hacia Ginny y ella respondió a su súplica silenciosa de información al instante.
-Ron y Tonks deberían haber vuelto primero, pero perdieron su Traslador, volvió sin ellos, -dijo señalando a una lata de aceite oxidada que descansaba en la tierra cercana-. Y ese, -señaló a una vieja zapatilla deportiva-. debería haber sido el de Papá y Fred, se suponía que serían los segundos. Hagrid y tú erais los terceros, -comprobó su reloj- si lo consiguen, George y Lupin estarán de vuelta en alrededor de un minuto.
La Señora Weasley reapareció llevando una botella de brandy, que ofreció a Hagrid. Él la descorchó y bebió de un trago.
-¡Mamá! -gritó Ginny señalando un punto a varios pies de distancia.
Una luz azul había aparecido en la oscuridad. Se hacía más y más brillante, y Lupin y George aparecieron, girando y después cayendo. Harry supo inmediatamente que algo había ido mal. Lupin estaba sujetando a George, que estaba inconsciente y cuya cara estaba cubierta de sangre.
Harry corrió y agarró las piernas de George. Juntos, él y Lupin llevaron a George a la casa y atravesaron la cocina hasta el salón, donde le tendieron en el sofá. Cuando la luz de la lámpara cayó sobre la cabeza de George, Ginny jadeó y el estómago de Harry se revolvió. Una de las orejas de George había desaparecido. El costado de su cara y cuello estaban empapados de una húmeda y sorprendentemente escarlata sangre.
Tan pronto como la Señora Weasley se inclinó sobre su hijo Lupin agarró a Harry por la parte superior del brazo y le arrastró, no muy gentilmente, de vuelta a la cocina, donde Hagrid todavía estaba intentando pasar por la puerta de atras.
-¡Eh! -dijo Hagrid indignado-. ¡Suéltale! ¡Suélta a Harry!
Lupin le ignoró.
-¿Qué criatura se sentaba en la esquina la primera vez que Harry Potter visitó mi oficina en Hogwarts? -dijo, dando a Harry una pequeña sacudida-. ¡Respóndeme!
-¿Un... un grindylow en un tanque, verdad?
Lupin soltó a Harry y cayó hacia atrás contra un armario de la cocina.
-¿A que ha venido eso? -rugió Hagrid.
-Lo siento, Harry, pero tenía que comprobarlo, -dijo Lupin tensamente-. Hemos sido traicionados. Voldemort sabía que te trasladabamos esta noche y las únicas personas que podían habérselo dicho estaban directamente involucradas en el plan. Podrías haber sido un impostor.
-¿Y por qué no me compruebas a mí? -jadeó Hagrid, todavía luchando con la puerta.
-Tú eres medio gigante, -dijo Lupin, levantando la mirada hacia Hagrid-. La Poción Multijugos está diseñada solo para uso humano.
-Ninguno de los miembros de la Orden le habría dicho a Voldemor que nos movíamos esta noche, -dijo Harry. La idea le resultaba aterradora, no podía creerlo de ninguno de ellos-. Voldemort solo dio conmigo al final, no sabía cual era yo al principio. Si hubiera estado al tanto del plan habría sabido desde el principio que yo era el que estaba con Hagrid.
-¿Voldemort te encontró? -dijo Lupin agudamente-. ¿Qué ocurrió? ¿Cómo escapaste?
Harry explicó como el mortifago que les perseguí había parecido reconocerle como el auténtico Harry, como habían abandonado la persecución, cómo debían haber convocado a Voldemort, que apareció justo antes de que Hagrid y él alcanzaran el santuario de la casa de los padres de Tonks.
-¿Te reconocieron? ¿Pero cómo? ¿Qué hiciste?
-Yo... -Harry intentó recordar, todo el viaje parecía un borrón de pánico y confusión-. Vi a Stan Shunpike... Ya sabes, el tipo que conducía el Autobus Noctámbulo. E intenté desarmarle en vez de... bueno, él no sabía lo que estaba haciendo, ¿verdad? ¡Debe estar bajo la Maldición Imperius!
Lupin parecía consternado.
-¡Harry, el tiempo de Desarmar ha pasado! ¡Esta gente está intentando capturarte y matarte! ¡Al menos utiliza Desmanium si no estás preparado para matar!
-¡Estabamos a cientos de metros de altura! ¡Stan no era él mismo, y si le hubiera hecho el Encantamiento Aturdidor y hubiera caído, había muerto lo mismo que si hubiera utilizado Avada Kedavra! Expelliarmus me salvó de Voldemort hace dos años, -añadió Harry desafiantemente. Lupin le estaba recordando al burlón Hufflepuff Zacharias Smith, que se había mofado de Harry por querer enseñar al Ejército de Dumbledore como Desarmar.
-Si, Harry, -dijo Lupin con dolorosa contención-. ¡y un gran número de motifagos vieron como ocurrió! Perdóname, pero fue un movimiento muy poco habitual entonces, bajo la inminente amenaza de muerte. ¡Repetirlo esta noche delante de mortifagos que o presenciaron u oyeron hablar de la primera ocasión fue casi un suicidio!
-¿Así que crees que debería haber matado a Stan Shunpike? -dijo Harry furiosamente.
-¡Por supuesto que no, -dijo Lupin- pero los mortifagos... ¡francamente, la mayoría de la gente!... habrían esperado que respondieras al ataque! ¡Expelliarmus es un hechizo útil, Harry, pero los mortifagos parecen creer que es tu firma personal, y te urjo a no dejar que eso ocurra!
Lupin estaba haciendo sentir a Harry como un idiota, y aún así todavía había un grado de desafío en su interior.
-No voy a sacar a la fuerza la gente fuera de mi camino solo porque estén ahí, -dijo Harry-. Eso es cosa de Voldemort.
La réplica de Lupin se perdió. Consiguiendo finalmente atravesar la puerta, Hagrid fue hasta una silla y se sentó; esta se derrumbó bajo él. Ignorando su mezcla de disculpas y juramentos, Harry se dirigió de nuevo a Lupin.
-¿George se recuperará?
Toda la frustración de Lupin con Harry pareció desapareció ante la pregunta.
-Eso creo, aunque no hay forma de reemplazar su oreja, no cuando ha sido arrancada por un maldición.
Se oyeron unos roces fuera. Lupin se lanzó a la puerta trasera, Harry saltó sobre las piernas de Hagrid y entró corriendo en el patio.
Dos figuras habían aparecido en el patio, y mientras Harry corría hacia ellas comprendió que eran Hermione, ahora de vuelta a su apariencia normal, y Kinsgley, ambos aferrados a una percha doblada. Hermione se lanzó a los brazos de Harry, pero Kingsley no mostró ningún placer ante la visión de ninguno de ellos. Sobre el hombro de Hermione Harry le vio alzar su varita y apuntar al pecho de Lupin.
-¡Las últimas palabras que Albus Dumbledore nos dirigió a los dos!
-Harry es la mejor esperanza que tenemos. Confiad en él, -dijo Lupin tranquilamente.
Kingsley giró su varita hacia Harry, pero Lupin dijo,
-¡Es él, lo he comprobado!
-¡Muy bien, muy bien! -dijo Kingsley, metiendo su varita de vuelta bajo su capa-. ¡Pero alguien nos traicionó! ¡Lo sabían, sabían que era esta noche!
-Eso parece, -replicó Lupin- pero aparentemente no sabían que habría siete Harrys.
-¡Menudo alivio! -gruñó Kingsley-. ¿Quién más ha vuelto?
-Solo Harry, Hagrid, George, y yo.
Hermione ahogó un pequeño gemido tras su mano.
-¿Qué os pasó a vosotros? -preguntó Lupin a Kingsley.
-Nos siguieron cinco, herí a dos, puede que matara a uno, -soltó Kingsley- y vimos a Quien-tu-ya-sabes tambien, se unió a la caza a medio camino aunque se desvaneció bastante rápidamente. Remus, puede....
-Volar, -ayudó Harry-. Yo le vi también, vino a por Hagrid y por mí.
-Así que por eso se desvaneció. ¿Pero que le hizo cambiar de objetivo?
-Harry se comportó un poco demasiado amablemente con Stan Shunpike, -dijo Lupin.
-¿Stan? -repitió Hermione-. ¿Pero yo creía que estaba en Azkaban?
Kingsley dejó escapar una risa pesarosa.
-Hermione, obviamente ha habido una fuga en masa que el Ministerio ha encubierto. La capucha de Travers cayó cuando le maldije, se suponía que estaba dentro también. ¿Pero qué te pasó a ti, Remus? ¿Dónde está George?
-Perdió una oreja, -dijo Lupin.
-¿Perdió una.. ? -repitió Hermione con voz aguda.
-Cosa de Snape, -dijo Lupin.
-¿Snape? -gritó Harry-. No dijiste...
-Perdió la capucha durante la persecucion. Sectumsempra siempre fue la especialidad de Snape. Desearía poder decir que le volví el favor, pero todo lo que pude hacer fue mantener a George sobre la escoba después de que resultara herido, estaba perdiendo demasiada sangre.
El silencio cayó entre los cuatro mientras miraban al cielo. No había ningún signo de movimiento, las estrellas estaban fijas, sin parpadear, indiferentes, sin quedar oscurecidas por amigos en vuelo. ¿Dónde estaba Ron? ¿Dónde estaban Fred y el Señor Weasley? ¿Dónde estaban Bill, Fleur, Tonks, Ojoloco, y Mundungus?
-¡Harry, échame una mano! -llamó Hagrid roncamente desde la puerta, en la que estaba atascado de nuevo. Contento de hacer algo, Harry le liberó, atravesó la cocina vacía y volvió al salón, donde la Señora Weasley y Ginny todavía estaban atendiendo a George. La Señora Weasley ya había detenido la hemorragia, y a la luz de la lámpara Harry vio una limpia herida abierta donde había estado la oreja de George.
-¿Cómo está?
La Señora Weasley miró alrededor y dijo.
-No puedo hacerla crecer, no cuando ha sido arrancada con Magia Oscura. Pero podría haber sido mucho peor... Está vivo.
-Si, -dijo Harry-. Gracias a Dios.
-¿He oído a alguien más en el patio? -preguntó Ginny.
-Hermione y Kingsley, -dijo Harry.
-Menos mal, -susurró Ginny. Se miraron el uno al otro. Harry deseaba abrazarla, sujetarla, ni siquiera le importaba mucho que la Señora Weasley estuviera allí, pero antes de poder llevar a cabo el impulso, se produjo un gran estrépito en la cocina.
-¡Probaré quien soy, Kingsley, después de haber visto a mi hijo, ahora apártate de mi camino si sabes lo que te conviene!
Harry nunca antes había oído al Señor Weasley gritar así. Irrumpió en el salón, su calva brillaba por el sudor, sus gafas estaban torcidas, Fred iba justo tras él, ambos pálidos pero ilesos.
-¡Arthur! -sollozó la Señora Weasley-. ¡Oh, gracias a Dios!
-¿Cómo está?
El Señor Weasley cayó de rodillas junto a George. Por primera vez desde que Harry le conocía, Fred parecía haberse quedado sin palabras. Jadeó sobre el respaldo del sofá ante la herida de su gemelo como si no pudiera creer lo que estaba viendo.
Quizás alterado por el sonido de la llegada de Fred y su padre, George se movió.
-¿Cómo te sientes, Georgie? -susurró la Señora Weasley.
Los dedos de George tanteron el costado de su cabeza.
-Bendecido, -murmuró.
-¿Qué le pasa? -croó Fred, con aspecto aterrado-. ¿Si mente se vio afectada?
-Bendecido, -repitió George, abriendo los ojos y mirando a su hermano-. Ves... Santificado. Agujereado, Fred, ¿verdad? (nota*= juego de palabras holy=santificado y holey=agujereado, suenan de forma muy parecida)
La Señora Weasley sollozó más fuerte que nunca. El color fluyó a la cara pálida de Fred.
-Patético, -dijo a George-. ¡Patético! Con el todo un mundo lleno de humor verbal ante tí, ¿vas y haces que te dejen sin oreja?
-Ah, bueno, -dijo George, sonriendo a su madre bañada en lágrimas-. Ahora al menos podrás distinguirnos, Mamá.
Miró alrededor.
-Hola, Harry... ¿eres Harry, verdad?
-Si, soy yo, -dijo Harry, acercándose al sofá.
-Bueno, al menos conseguimos que llegaras bien, -dijo George-. ¿Por qué no están Ron y Bill rondando mi cama de enfermo?
-No han vuelto aún, George, -dijo la Señora Weasley. La sonrisa de George palideció. Harry miró a Ginny y le hizo señas para que le acompañara a la parte de atrás. Mientras atravesaban la cocina ella dijo en voz baja.
-Ron y Tonks deberían haber vuelto ya. No era un viaje largo. La casa de Tía Muriel no está lejos de aquí.
Harry no dijo nada. Había estado intentando mantener el miedo a raya desde que alcanzara la Madriguera, pero ahora este le envolvía, pareciendo arrastrarse por su piel, latiendo en su pecho, cerrando su garganta. Mientras bajaban los escalones de atrás hasta el oscuro patio, Ginny le cogió la mano.
Kingsley se estaba paseando de acá para allá, mirando al cielo cada vez que giraba. A Harry le recordó a Tío Vernon paseándose por el salón hacía un millón de años. Hagrid, Hermione, y Lupin estaba de pie hombro con hombro, mirando hacia arriba en silencio. Ninguno de ellos miró alrededor cuando Harry y Ginny se unieron a su silenciosa vigilia.
Los minutos se estiraron a lo que bien podrían haber sido años. El más ligero soplo de viento les hacía saltar a todos y girarse hacia el arbusto susurrante o el árbol con la esperanza de que uno de los miembros restantes de la Orden pudiera saltar indemne de entre sus hojas.
Y entonces una escoba se materializó directamente sobre ellos y se acercó a gran velocidad a tierra.
-¡Son ellos! -gritó Hermione.
Tonks aterrizó con un patinazo largo que lanzó tierra y guijarros por todas partes.
-¡Remus! -gritó Tonks mientras se bajaban tambaleante de la escoba hasta los brazos de Lupin. La cara de él estaba seria y blanca. Con aspecto de ser incapaz de hablar, Ron tropezó ofuscadamente hacia Harry y Hermione.
-Estáis bien, -balbuceó, antes de que Hermione se abalanzara sobre él y le abrazara firmemente.
-Creí... creí...
-Estoy bien, -dijo Ron, palmeándole la espalda-. Estoy bien.
-Ron estuvo genial, -dijo Tonks cálidamente, renunciando a su agarre sobre Lupin-. Maravilloso. Aturdió a uno de los mortifagos, directo en la cabeza, y cuando apuntas a un objetivo móvil en una escoba en vuelo...
-¿Lo hiciste? -dijo Hermione, levantando la mirada hacia Ron con los brazos todavía alrededor de su cuello.
-Siempre el tono de sorpresa, -dijo él un poco gruñonamente, liberándose-. ¿Somos los últimos en volver?
-No, -dijo Ginny- todavía esperamos a Bill y Fleur y a Ojoloco y Mundungus. Voy a decirles a Mamá y Papá que estás bien, Ron.
Volvió corriendo dentro.
-¿Que os retuvo? ¿Qué pasó? -Lupin sonaba casi furioso con Tonks.
-Bellatrix, -dijo Tonks-. Me tenía tantas ganas a mí como a Harry, Remus. Intentó con empeño matarme. Desearía haber podido alcanzarla, le debo una a Bellatrix. Pero definitivamente herí a Rodolphus... Entonces llegamos a la Casa de la Tia de Ron y perdimos nuestro Traslador y ella se excitó mucho, preocupada por nosotros...
Un músculo saltaba en la mandíbula de Lupin. Asintió, pero parecía incapaz de decir nada más.
-¿Y que os pasó a vosotros? -preguntó Tonks, volviéndose hacia Harry, Hermione, y Kingsley.
Volvieron a relatar las historias de sus propios viajes, pero todo el tiempo la continua la ausencia de Bill, Fleur, Ojoloco, y Mundungus parecía extenderse sobre ellos como escarcha, su mordisco helado más y más duro e imposible de ignorar.
-Voy a tener que volver a Downing Street, debería haber estado allí hace una hora, -dijo finalmente Kingsley, después de una última mirada al cielo-. Hacedme saber cuando vuelven.
Lupin asintió. Con un saludo a los demás, Kingsley se adentró en la oscuridad hacia la verja. Harry creyó oir el más leve de los pop cuando Kingsley Desapareció justo más allá de los límites de la Madriguera.
El Señor y la Señora Weasley llegaron corriendo por los escalones, con Ginny tras ellos. Ambos padres abrazaron a Ron antes de girarse hacia Lupin y Tonks.
-Gracias, -dijo la Señora Weasley- por nuestros hijos.
-No seas tonta, Molly, -dijo Tonks al instante.
-¿Cómo está George? -preguntó Lupin.
-¿Qué le pasa? -interrumpió Ron.
-Perdió...
Pero el final de la frase de la Señora Weasley se vio ahogado por una exclamación general. Un thestral acababa de entrar volando en el campo de visión y aterrizó a unos pocos metros de ellos. Bill y Fleur se deslizaron de su lomo, azotados por el viento pero ilesos.
-¡Bill! Gracias a Dios, gracias a Dios.
La Señora Weasley se adelantó, pero el abrazo que Bill le dio fue mecánico. Mirando directamente a los ojos de su padre, dijo,
-Ojoloco está muerto.
Nadie habló, nadie se movió. Harry sintió como si algo en su interior estuviera cayendo, cayendo a través de la tierra, abandonándole para siempre.
-Lo vimos, -dijo Bill. Fleur asintió, rastros de lágrimas brillaban en sus mejillas a la luz de la ventana de la cocina-. Ocurrió justo después de que rompieramos el círculo. Ojoloco y Dung estaban cerca de nosotros, se dirigían hacia el norte también. Voldemort... puede volar... fue directamente a por ellos. Dung cedió al pánico, le oí gritar, Ojoloco intentó detenerle, pero Desapareció. La maldición de Voldemort dio a Ojoloco de lleno en la cara, cayó hacia atrás de su escoba y... no hubo nada que pudieramos hacer, nada, teníamos a media docena de ellos a nuestra cola...
La voz de Bill se rompió.
-Por supuesto que no podríais haber hecho nada, -dijo Lupin.
Todos se quedaron de pie mirándose unos a otros. Harry no podía entenderlo del todo. Ojoloco muerto, no podía ser... Ojoloco, tan duro, tan valiente, el consumado superviviente...
Al final pareció calar en todo el mundo, aunque nadie dijo nada, que no había razón para esperar ya en el patio, y en silencio siguieron al Señor y la Señora Weasley de vuelta a la Madriguera, y al salón, donde Fred y George estaban riendo juntos.
-¿Qué pasa? -dijo Fred, estudiando sus caras mientras entraban-. ¿Qué ha pasado? ¿Quién...?
-Ojoloco, -dijo el Señor Weasley-. Muerto.
Las sonrisas de los gemelos se convirtieron en muecas de sorpresa. Nadie parecía saber qué hacer. Tonks estaba llorando silenciosamente en un pañuelo. Había estado muy unida a Ojoloco, Harry sabía que era su favorita, su protegida en el Ministerio de Magia. Hagrid, que se había sentado en el suelo en la esquina donde tenía más espacio, estaba dándose ligeros toques en los ojos con un pañuelo del tamaño de un mantel.
Bill se acercó al aparador y sacó una botella de whisky de fuego y algunos vasos.
-Aquí tenéis, -dijo, y con un ondeo de su varita, envió los doce vasos a volar por la habitación hacia cada uno de ellos, sujetando el número trece en alto.
-Por Ojoloco.
-Por Ojoloco, -dijeron todos, y bebieron.
-Por Ojoloco, -repitió Harry, un poco tarde, con un hipo. El whisky de fuego quemó la garganta de Harry. Pareció arder devolviéndole los sentimientos, disipando el entumecimiento y la sensación de irrealidad llenándole de algo parecido al coraje.
-¿Así que Mundungos desapareció? -dijo Lupin, que había vaciado su propio vaso de un trago.
La atmósfera cambió al momento. Todo el mundo parecía tenso, observando a Lupin, a la vez que deseando que siguiera, le pareció a Harry, y temiendo ligeramente lo que podían oir.
-Sé lo que estás pensando, -dijo Bill- y yo me lo pregunté también, de camino aquí, que parecían estar esperándonos, ¿verdad? Pero Mundungus no puede habernos traicionado. No sabían que habría siete Harry, eso les confundió en el momento en que aparecimos, y por si lo has olvidado, fue Mundungus quien sugirió esa pequeña treta. ¿Por qué no iba a contarle la clave del plan? Creo que Dung cedió al pánico, es tan simple como eso. No quería venir en primer lugar, pero Ojoloco le obligó, y Quien-tú-ya-sabes fue directamente a por ellos. Eso es suficiente como para que cualquiera entre en pánico.
-Quien-tu-ya-sabes actuó exactamente como Ojoloco esperaba de él, -resopló Tonks-. Ojoloco dijo que él esperaría que el auténtico Harry estuviera con el más duro y hábil de los Aurores. Perseguiría a Ojoloco primero, y cuando Mundungus les decepcionara iría a por Kingsley...
-Si, y todo eso está muy bien, -exclamó Fleur, pero todavía no explica como sabían que tgasladabamos a Haggy esta noche, ¿verdad? Alguien debe habegles alegtado. A alguien se le escapó la fecha ante un desconocido. Esa es la única explicación para que supiegan la fecha pero no todo el plan.
Miró a todos alrededor, con rastros de lágrimas todavía grabados en su hermosa cara, desafiando silenciosamente a cualquiera de ellos a contradecirla. Nadie lo hizo. El único sonido que rompía el silencio era los hipidos de Hagrid desde detras de su mantel. Harry miró a Hagrid, que acababa de arriesgar su propia vida por salvar la de Harry... Hagrid, a quien amaba, en quien confiaba, quien una vez había sido engañado y había dado a Voldemort información crucial a cambio de un huevo de dragón...
-No, -dijo Harry en voz alta, y todos le miraron sorprendidos. El whisky de fuego parecía haber amplificado su voz-. Quiero decir... si alguien cometió un error -siguió Harry-, y se le escapó algo, sé que no tenía intención de que así fuera. No es culpa de nadie, -repitió de nuevo un poco más alto de lo que usualmente hubiera hablando-. Tenemos que confiar los unos en los otros. Yo confío en todos vosotros, no creo que nadie en esta habitación me vendiera nunca a Voldemort.
Más silencio siguió a sus palabras. Todos le miraban. Harry se sentía un poco acalorado otra vez, y bebió más whisky por hacer algo. Mientras bebía, pensaba en Ojoloco. Ojoloco siempre se estaba quejando de la tendencia de Dumbledore a confiar en la gente.
-Bien dicho, Harry, -dijo Fred inesperadamente.
-Si, oído, oído, -dijo George con una mirada de reojo a Fred cuya comisura de la boca estaba retorcida.
Lupin mostraba una expresión rara cuando miró a Harry. Era casi de lástima.
-¿Crees que soy un tonto? -exigió Harry.
-No, creo que eres como James, -dijo Lupin- que habría considerado una absoluta deshonra recelar de sus amigos.
Harry sabía adonde quería llegar Lupin: a que su padre había sido traicionado por su amigo Peter Pettigrew. Se sintió irracionalmente furioso. Quería discutir, pero Lupin ya se había alejado de él, dejado su vaso en una mesita, y se dirigía a Bill.
-Hay trabajo que hacer. Puedo pedírselo a Kingsley si...
-No, -dijo Bill al instante-. Yo lo haré, iré.
-¿Qué hacéis? -dijeron Tonks y Fleur juntas.
-El cuerpo de Ojoloco, -dijo Lupin-. Tenemos que recuperarlo.
-¿No puede...? -empezó la Señora Weasley con una mirada invitadora hacia Bill.
-¿Esperar? -dijo Bill-. No a menos que prefieras que los mortifagos se lo lleven.
Nadie habló. Lupin y Bill dijeron adios y salieron.
El resto se dejó caer en sillas, todos excepto Harry, que permaneció de pie. La premura y plenitud de la muerte les acompañaba como una presencia.
-Yo tengo que irme también, -dijo Harry.
Diez pares de ojos sobresaltados le miraron.
-No seas tonto, Harry, -dijo la Señora Weasley-. ¿De qué estás hablando?
-No puedo quedarme aquí.
Se frotó la frente; le picaba de nuevo, no le había dolido así en un año.
-Todos estáis en peligro mientras yo esté aquí. No quiero...
-¡No seas tan tonto! -dijo la Señora Weasley-. El objetido de todo lo de esta noche era traerte aquí a salvo, y gracias a Dios funcionó. Y Fleur ha estado de acuerdo en casarse aquí en vez de en Francia, arreglaremos algo para que podamos quedarnos todos juntos y vigilarte...
Ella no lo entendía; estaba haciéndole sentir peor, no mejor.
-Si Voldemort averigua que estoy aquí...
-¿Pero por qué iba a hacerlo? -preguntó el Señor Weasley.
-Hay una docena de lugares en los que podrías estar ahora, Harry, -dijo el Señor Weasley-. No tiene forma de saber en que casa segura estás.
-¡No es por mí por quien estoy preocupado! -dijo Harry.
-Eso lo sabemos, -dijo el Señor Weasley tranquilamente-, pero haría que nuestros esfuerzos de esta noche parecieran bastante inútiles si te marcharas ahora.
-Tú no vas a ninguna parte, -gruñó Hagrid-. Caray, Harry, ¿después de todo lo que hemos pasado para traerte aquí?
-¿Si, qué hay de mi oreja sangrante? -dijo George, incorporándose en los cojines.
-Lo sé...
-Ojoloco no querría...
-¡LO SÉ! -gritó Harry a pleno pulmón.
Se sentía asediado y chantajeado. ¿Creían que no sabía lo que habían hecho por él, no entendían que era esa era precisamente la razón por la que quería marcharse ahora, antes de que tuvieran que sufrir más por su culpa? Se hizo un largo y torpe silencio en el que su cicatriz continuó picando y latiendo, y que fue roto al fin por la Señora Weasley.
-¿Dónde está Hedwig, Harry? -dijo coaxingly-. Podemos ponerla con Pidwidgeon y darle algo de comer.
Sus entrañas se apretaron como un puño. No podía decirle la verdad. Se bebió lo que quedaba del whisky para evitar responder.
-Espera a que la gente se entere de que lo hiciste de nuevo, Harry, -dijo Hagrid-. !Escapar de él, luchar con él cuando estaba justo encima de nosotros!
-No fui yo, -dijo Harry rotundamente-. Fue mi varita. Mi varita actuó por su cuenta.
Después de unos momentos, Hermione dijo gentilmente,
-Pero eso es imposible, Harry. Quieres decir que hiciste magia sin pretenderlo; reaccionaste instintivamente.
-No, -dijo Harry-. La moto estaba cayendo, yo no podía decir donde estaba Voldemor, pero mi varita giró en mi mano y le encontró y le disparó un hechizo, ni siquiera fue un hechizo que yo reconociera. Nunca antes había hecho que aparecieran llamas doradas.
-Con frecuencia -dijo el Señor Weasley-, cuando estamos en una situación bajo presión podemos producir magia con la que nunca habríamos soñado. Los niños pequeños lo averiguan a menudo, antes de ser entrenados.
-No fue así, -dijo Harry apretando los dientes. Su cicatriz estaba ardiendo. Se sentía furioso y frustrado; odiaba la idea de que todos imaginaran que tenía poder para igualar a Voldemort.
Nadie decía nada. Sabía que no le creían. Ahora que lo pensaba, nunca antes había oído hablar de una varita que hiciera magia por sí misma.
Su cicatriz parecía chamuscar, hizo todo lo que pudo por no gemir en voz alta. Murmurando algo sobre tomar aire fresco, dejó el vaso y abandonó la habitación.
Cuando cruzaba el patio, el gran thestral esquelético levantó la mirada... batiendo sus enormes alas de murciélago, después volvió a su pasto. Harry se detuvo en la verja del jardín, mirando hacia afuera a las plantas demasiado crecidas, frotándose la frente palpitante y pensando en Dumbledore.
Dumbledore le habría creído, lo sabía. Dumbledore habría sabido cómo y por qué la varita de Harry había actuado independientemente, porque Dumbledore siempre tenía respuestas; sabía de varitas, había explicado a Harry la extraña conexión que existía entre su varita y la de Voldemort.... Pero Dumbledore, como Ojoloco, como Sirius, como sus padres, como su pobre lechuza, todos se habían marchado a donde Harry no podría volver a hablar nunca con ellos. Sintió un ardor en la garganta que no tenía nada que ver con el whisky de fuego.
Y entonces, llegado de ninguna parte, el dolor de su cicatriz alcanzó el máximo. Se aferró la frente y cerró los ojos, una voz gritaba dentro de su cabeza.
-¡Me dijiste que el problema se resolvería utilizando otra varita!
Y dentro de su mente explotó la visión de un viejo esquelético yaciendo en harapos sobre un suelo de piedra, gritando, un horrible grito interminable, un grito de insoportable agonía...
-¡No! ¡No! Te lo suplico, te lo suplico...
-¡Mentiste a Lord Voldemort, Ollivander!
-No lo hice... Juro que no lo hice...
-¡Tratabas de ayudar a Potter, de ayudarle a escapar de mí!
-Juro que no... Creía que otra varita funcionaría...
-Explica entonces qué ocurrió. ¡La varita de Lucius fue destruída!
-No puedo entenderlo... La conexión... existe solo... entre vuestras dos varitas...
-¡Mentiras!
-Por favor... te lo suplico...
Y Harry vio a la mano blanca alzar la varita y sintió la ráfaga de cruel rabia, vio el cáscara del viejo revolverse en el suelo retorciéndose de agonía...
-¿Harry?
Desapareció tan rápidamente como había venido. Harry se puso en pie temblando en la oscuridad, aferrado a la verja del jardín, con el corazón acelerado, la cicatriz todavía zumbando. Pasaron varios momentos antes de que comprendiera que Ron y Hermione estaban a su lado.
-Harry, vuelve a entrar en casa, -susurró Hermione-. ¿Todavía estás pensando en marcharte?
-Si, tienes que quedarte, colega, -dijo Ron, aporreando a Harry en la espalda.
-¿Estás bien? -preguntó Hermione, lo suficiente cerca ahora para mirar a Harry a la cara-. ¡Tienes un aspecto horrible!
-Bueno, -dijo Harry temblorosamente- Probablemente mejor que el de Ollivander...
Cuando terminó de contarles lo que había visto, Ron parecía consternado, pero Hermione categóricamente aterrorizada.
-¡Pero se suponía que había parado! Tu cicatriz... ¡se suponía que ya no hacía esto! No debes dejar que la conexión se abra de nuevo... ¡Dumbledore quería que cerraras tu mente!
Cuando él no replicó, le aferró el brazo.
-¡Harry, está tomando el Ministerio y los periódicos y la mitad del mundo mágico! ¡No dejes que se meta en tu cabeza también!












Capítulo 6

EL FANTASMA EN PIJAMA


El golpe de haber perdido a Ojoloco estuvo en el ambiente de la casa en los días siguientes. Harry esperaba verlo entrar por la puerta junto a los demás miembros de la Orden, que entraban y salían trayendo noticias. Nada podía evadir a Harry de sus sentimientos de culpa y pena; y que él podría ayudar en la misión de destruir los Horrocruxes tan pronto como fuera posible.
-Bueno, no puedes hacer nada acerca de – Ron dijo con los labios la palabra “horrocruxes”- hasta que tengas los diecisiete. Todavía te tienen rastreado. Y podemos planear aquí lo que queramos, ¿no? O- ron comenzó a susurrar- supongo que estas preparado para encontrar a quien tu sabes?
-No- admitió harry
-Pienso que Hermione está buscando por su cuenta- dijo Ron- ella dijo que estaba guardándose algo para cuando estuvieras aquí
Estaban sentados en la mesa desayunando. El señor Weasley y Bill acababan de irse a trabajar. La señora Weasley estaba subiendo las escaleras para despertar a Hermione y a Ginny, mientras Fleur se estaba dando una ducha
-El rastro se habrá perdido el 31... – dijo Harry- eso significa que solo necesito estar cuatro días aquí
-5 días- le corrigió Ron- tenemos que quedarnos para la boda, ellos nos matarían si nos la perdemos
Harry entendió “ellos” como Bill y Fleur
-Es un día extra- le dijo Ron.
-¿llevan hecho algo importante? - le pregunto Harry
No- le respondió Ron- no tienen ni una pista. y ahora que lo dices, quiero hablar contigo acerca de eso
Ron caminó hacia la puerta del pasillo para ver si la señora Weasley no había llegado todavía. Entonces cerró la puerta y se acercó a Harry
-Mamá está tratando sonsacarnos algo a Hermione y a mí. ¿Qué podemos hacer?. Ella lo intentará después, así que apoyémonos. Papá y Lupin nos preguntaron también, pero le dijimos que Dumbledore te pidió que solo nos lo dijeras a nosotros, no insistieron. Mamá sigue en sus trece.
la predicción de Ron se hizo verdad unas pocas horas más tarde. Poco antes el almuerzo, la señora Weasley separó a Harry de los otros pidiendo que él le ayudara a identificar un calcetín que ella pensó que pudo haber salido de su mochila. Una vez que lo arrinconó en el fregadero minúsculo de la cocina, ella comenzó.
-Ron y Hermione me están haciendo pensar que os queréis ir de Hogwarts- comentó en un tono ligero.
-Oh- dijo Harry- así es
(falta aquí una frase)
-¿Y por qué estais abandonando vuestra educación?
-Bueno, Dumbledore me dejó... trabajo preparado- masculló Harry- Ron y Hermione saben algo acerca de eso y quieren venir a ayudarme
-¿Y qué clase de “trabajo”?
-Lo siento, no puedo decirselo
-Bien, francamente creo que Arthur y yo tenemos derecho a saberlo,¡ y seguro que los señores Granger estarían de acuerdo!- dijo la señora Weasley. Harry se esforzó por mirarla a los ojos, que eran del mismo tono marrón que los de Ginny. Eso no le ayudó
-Dumbledore no quería que nadie más supiera acerca de esto, señora Weasley. Ron y Hermione no están obligados a venir, es su propia decisión.
-¡ Si acabáis de superar la mayoría de edad! Es absurdo, Dumbledore tenía una orden entera para encargarle ese “trabajo”. Lo debéis de haber interpretado mal. Probablemente quería que estuviera hecho, y te dejó a ti la información.
No entendí mal. Me lo encargó a mí.
Harry le dio el calcetín, adornado con borlas doradas.
-No es mío. No me gusta el Puddlemeere United.
-Oh por supuesto que no- dijo la señora Weasley con el mismo tono de antes- Debo de haberme equivocado. Bien Harry, mientras estás aquí te importaría ayudarnos con los preparativos de la boda de Bill y Fleur? Hay mucho que hacer
-Claro- dijo Harry desconcertado por el tan rápido cambio de tema
A partir de ese momento, la señora Weasley mantuvo a Harry, Ron y Hermione tan ocupados con las preparaciones para la boda que tenían apenas un momento para pensar.
La explicación más buena de este comportamiento habría sido que señora Weasley deseó distraerlos todos de pensamientos de Ojoloco Moody y de los terrores de su viaje reciente. Después de dos días de limpieza de la cubertería. de colgar cintas de colores y flores, de la desgnomización del jardín y cocinar las hornadas extensas de canapés, Harry comenzaron a sospechar. Todos los trabajos que ella repartió parecían hechos para separarle de Ron y Hermione; no había tenido una ocasión de hablar con ellos desde la primera noche, cuando les había dicho que Voldemort torturaba a Ollivander.
-Pienso que Mamá cree que separándoos retrasará vuestra salida de aquí- le susurró Ginny a Harry el tercer día, mientras estaban poniendo la mesa.
-¿y qué cree que va a ocurrir?- murmuró Harry- ¿es que alguien más puede matar a Voldemort mientras nosotros estamos aquí encerrados?
Estaba hablando sin pensar, y la cara de Ginny se puso blanca.
-¿así que es cierto?- dijo- ¿eso es lo que estáis intentando hacer?
-Yo...no... estaba bromeando- añadió Harry apresuradamente
Se miraron fijamente, y había algo más que asombro en los ojos de Ginny. Harry se dio cuenta que era la primera vez que se quedaba con ella a solas desde aquellas horas robadas en las esquinas aisladas en los terrenos de Hogwarts. Estaba seguro de que ella también se acordaba. Ambos se sobresaltaron al abrirse la puerta, y la señora Weasley, Kingsley y Bill entraron dentro.
Ahora habían sido reemplazados por otros miembros de la Orden para la cena, porque la Madriguera había reemplazado al nº 12 de Grimmauld Place como cuartel general. El señor Weasley había explicado que después de la muerte de Dumbledore el Guardián Secreto se había ido alternando.
-Y como hay veinte de nosotros, la energía del encantamiento Fidelio se diluye enormemente. veinte oportunidades para los mortífagos para conseguir el secreto de alguien. No podemos esperar que se sostenga mucho tiempo.
-Pero, seguramente Snape ya les habrá dicho a los mortífagos la dirección, ¿verdad?- preguntó Harry
-Bueno, Ojoloco le echó un par de maldiciones a Snape en el caso en que venga hacia aquí. Esperemos que sean bastante fuertes y que mantengan cerrada su boca si intenta hablar del lugar, pero no estamos seguros. Habría sido una locura hacer del lugar el cuartel general ahora que su protección es tan inestable
La cocina estaba repleta de gente esa tarde, así que era difícil manejar los cuchillos y tenedores. harry se encontraba al lado de ginny. El conjunto de cosas que habían sucedido le hacían desear que estuviera más separado de Ginny. Intentaba cortar a duras penas el pollo que tenía delante mientras se cepillaba el brazo. (esto no esta mu bien traducido)
-¿No hay noticias acerca de Ojoloco?-preguntó Harry a Bill
-nada- respondió
No habían podido celebrar un funeral para Moody debido a que Bill y Lupin no habían conseguido encontrar su cuerpo. Había sido difícil encontrar dónde había caído, debido a la oscuridad y la confusión de la batalla.
-El profeta no ha dicho nada sobre su muerte o la búsqueda del cuerpo- dijo Bill- Pero no significa nada. Están muy callados durante estos días.
-Y, ¿todavía no han convocado una vista por la magia que utilizé para escapar de los mortífagos? – harry llamó al señor Weasley, que estaba al otro lado de la mesa. Sacudió su cabeza
-¿Porque saben que no tenía ninguna otra opción o porque no quisieran que dijera al mundo que Voldemort me atacó?
- Lo último, creo. Scrimgeour no desea admitir que Quien-tú-sabes tenga tanto alcance como él tiene, ni que Azkaban es un caos total.
-¿Por qué no le dice al mundo la verdad?-dijo Harry, apretando su cuchillo tan firmemente que las cicatrices débiles en la parte posterior de su mano derecha surgieran hacia fuera, blanca contra su piel: No debo decir mentiras.
-¿No hay nadie del Ministerio preparado para hacerles frente?- preguntó Ron enfadado
-Por supuesto Ron, pero la gente está atemorizada.- dijo el sr Weasley-aterrorizados de que sean los próximos en desaparecer, de que sus hijos sean los siguientes en ser atacados. Circulan rumores desagradables por ahí, no puedo creer que la profesora de Estudios Muggles haya dimitido. No ha sido vista en semanas. Mientras tanto, Scrimgeour se encierra en su despacho todo el día. Esperemos que esté pensando en algún plan.
Hubo una pausa en la cual la señora Weasley, por arte de magia, llevó los platos vacíos al fregadero y sirvió tarta de manzana.
-tenemos que decidir ´ómo vas a ir disfrazado, Adry´-dijo Fleur mientras todo el mundo tomaba el postre- para ´uestra boda. No vamos a invitar a un modtifago a nuestra ´oda, pero después del ataque alguien puede intentar hacerte algo en la boda.
Después de esto Harry se dio cuenta de que Fleur todavía desconfiaba de Hagrid
(falta una frase)
-Ron, ¿has limpiado tu habitación?-le preguntó la sra Weasley
-¿Por qué?-replicó Ron cerrando con fuerza su cuchara y dirigiéndose a su madre- ¿Por qué mi sitio es estar en mi habitación limpiando?
-Estamos celebrando la boda de tu hermano aquí estos días, jovencito
-¡¡Y no se van a casar en mi habitación!! Eso es una auténtica...
-No le hables así a tu madre-le dijo el sr Weasley- y haz lo que se te dice
Ron gritó a sus padres, después cogió su cuchara y se comió los últimos trozos de su tarta
-Puedo ayudar, yo tengo algo de culpa en ese desorden- dijo Harry, pero la Señora Weasley le interrumpió
-No Harry querido, Arthur y yo preferimos que nos ayudes con los pollos. y Hermione, te agradeceríamos mucho que cambiaras las sábanas, ya que el sr y la sra Delacour estarán aquí mañana
Pero en cuanto se pusieron a trabajar, vieron que había poco que hacer con los pollos.
-No hay necesidad de que esté aquí... díselo a Molly –le dijo el sr Weasley a Harry, bloqueando su acceso a la bodega- pero er.. Ted Tonks me pidió que mirara qué le ocurría a la moto de Sirius, y me estoy escondiendo aquí. ¡Fantástico! Un exhausto gaskin, creo que se llama, la mejor batería del mundo, y quiero saber cómo funcionan los frenos. Voy a intentarlo ahora que Molly no está, que es cuando tengo tiempo
-¡!Lo hice, lo hice!!Oh, eres tú- dijo Ron cuando Harry entró en la habitación. Ron estaba tumbado en la cama, era evidente que había terminado. La habitación estaba tan desordenada como las otras semanas, el único cambio era que Hermione estaba sentada en una esquina de la habitación junto a Su gato canela, Crookshanks, en sus pies, ordenando libros, algunos de los cuales harry reconoció como suyos, en dos enormes pilas
-Hola Harry-dijo cuando se sentó en la mullida cama
-¿Y cómo te escapaste?
-Oh, la madre de Ron olvidó que ya nos había mandado a Ginny y a mi cambiar las sábanas- dijo Hermione. Ella arrojaba “Numerología y Gramática”en una pila y “El ascenso y la caída de las Artes oscuras”en el otro.
-Estábamos hablando de Ojoloco-le contó Ron a Harry-Creo que puede haber sobrevivido
-Pero Bill vio cómo le lanzaban la Maldición Asesina- dijo HArry
-Sí, pero Bill no estaba al lado del ataque-dijo Ron- ¿Cómo puede estar seguro de lo que vio?
-Incluso si la maldición falló, Ojoloco cayó varios metros- dijo Hermione con un pesado libro “Equipos de Quidditch de Gran Bretaña e Irlanda en su mano
-Podría haber usado un encantamiento escudo
-Fleur dijo que su varita salió despedida de su mano-dijo HArry.
-Bueno, está bien, si queréis que esté muerto...gruño Ron, golpeando su almohada para que fuera más cómoda.
-Por supuesto que no queremos que muera!!- dijo Hermione sobresaltada. Es terrible que haya muerto. ¡Pero debemos ser realistas!
Por primera vez, Harry se imaginó el cuerpo de Ojoloco, al igual que el de Dumbledore, con el ojo mágico girando en la cuenca todavía. Sentía una puñalada de repulsión mezclada con un extraño deseo de reír
“Los mortífagos probablemente lo ordenaran todo, por eso nadie lo encontró- dijo Ron ansioso
Sí, dijo Harry- como Barty Crouch, convertido en hueso y enterrado frente a la cabaña de hagrid
Probablemente transformaran a Moody y lo enterraran
-¡No!-.Chilló hermione. harry miró justo a tiempo cómo explotaba su copia de “spellman´s Sillabary”
-Oh no- dijo Harry, luchando por ayudar a Hermione- No intentaba distraerte
Pero con un gran crujir de colchones de muelles oxidados, Ron se levantó de la cama y consiguió llegar primero. Puso un brazo alrededor de Hermione, cogió en su bolsillo de los pantalones vaqueros un pañuelo que había usado para limpiar el horno. Precipitado, sacó su varita, apuntó al pañuelo y dijo “tergeo”
La varita quitó algo de grasa del pañuelo. Ron se lo dio a HErmione
- Oh, gracias ron, lo siento. Se sonó la nariz- Es solo triteza, después de lo de Dumbledore, nunca me imaginé que le pasara lo mismo a Ojoloco
-Lo sé-dijo Ron abrazándola- Pero sabes lo que él nos decía siempe
-Alerta Permanente-dijo Hermione mientras se secaba los ojos
-Exacto- dijo Ron cabezeando-Nos hizo aprender de lo que le ocurrió. Y lo que he aprendido es en no confiar en los pequeños cobardes squit, Mundungus.”
Hermione sonrió un poco y empezó a coger otros dos libros más. Un segundo más tarde de que Ron dejara de abrazar a Hermione, ella soltó el “monstruoso libro de los monstruos en sus pies. El libro se liberó de su correa y agarró el tobillo de Ron
-Lo siento lo siento- decía Hermione mientras Harry intentaba quitar del tobillo de Ron el libro
-¿Qué estás haciendo con todos esos libros?- preguntó Ron, volviendo a su cama
-Decidir cuál llevo con nosotros cuando vayamos a buscar a los Horrocruxes
-Oh, por supuesto- diijo Ron aplaudiendio- olvidé que buscábamos a Voldemort en una libreria
-Ha ha,- dijo HErmione, mirando el Spellman’s Syllabary.- Me preguntaba si... ¿necesitaremos traducir runas? Es posible, lo cogeré por si acaso
Cogió el sillabary y lo puso al lado de “historia de Hogwarts”
-Escuchad- dijo HArry
Se incorporó. Ron y Hermione lo miraban desafiantemente-
-Se que me dijisteis después del funeral de Dumbledore que me acompañaríais- comenzó harry
-Así es- dijo Ron entornando los ojos
-Creo que cogeré “historia de Hogwarts”.Incluso si no volvemos, no me siento bien sin él.
-Escuchad!!-dijo harry otra vez
-No harry ,escucha tu- dijo Hermione- iremos. Es lo que hemso decidido en estos meses y años antes
-Pero…
-Calla- le avisó Ron
-¿Estáis seguros de que lo habéis pensado bien?
-Mira- dijo Hermione mientras dejaba Viajando con Trolls en la pila de inservibles con una mirada asesina. He estado preparando el equipaje para cuando llegue el momento, que se necesita mucha magia, y sin mencionar lo de la poción multijugos de Ojoloco(no muy bien traducido)
He modificado la memoria de mis padres, así que creen que se Wendell and Monica Wilkins, y que su deseo era ir a Australia, donde se encuentran. Así voldemort no los podrá interrogar acerca de mí, aunque saben algo de ti.
Si sobrevivo, volveré con mis padres y desharé el encantamiento. Si no, vivirán felices para siempre. Wendell y Monica Wilkins no saben que tienen una hija. Los ojos de Hermione estaban bañados en lágrimas de nuevo. Ron volvió a abrazarla una vez más y frunció el ceño ante Harry para reprocharle su falta de tacto. Harry no podía decir nada, estaba asombrado de la muestra de cariño que daba Ron
-Yo…Hermione…Lo siento… Yo no…
Ves como sabíamos lo que pasaba si íbamos contigo??
Bueno, Ron, enséñale lo que has hecho
No, acaba de comer- dijo Ron
¡Vamos, lo necesitaba saber!
Oh, está bien. Harry, ven aquí
Por segunda vez Ron retiró su brazo de Hermione y abrió la puerta
-Vamos
-¿Por qué? – preguntó harry acompañando a Ron dentro del ordenado rellano levemente ladeado.
- Descendo-” murmuró Ron, apuntando su varita al techo bajo.. Una puerta se abrió sobre sus cabezas y una escalera cayó a sus pies Un horrible, medio succión medio gemido sonido vino de fuera del agujero cuadrado, junto con un desagradable olor como alcantarilla abierta.
-Este es tu ghoul, no? preguntó Harry, que no había visto nuca a la criatura que interrumpió el silencio nocturno
-Sí, es el- dijo Ron, subiendo la escalera-Ven y lo ves
Harry siguió a Ron subiendo los cortos escalones hacia el ordenado ático. Su cabeza y hombros estaban en la habitación antes de que él viera a la criatura a pocos pies de él, bostezando en la penumbra con su ancha y grande boca abierta.
-Pero… mira… los ghouls llevan normalmente pijama?
-No- dijo Ron. Tampoco tienen normalmente el pelo rojo o numerosos granos
Harry contempló la cosa, revuelta ligeramente. Era humano en forma y tamaño, y llevaba puesto, ahora que los ojos de Harry se habían acostumbrado a la oscuridad, un par de antiguos pijamas de Ron.
Él estaba también seguro de que los ghouls eran generalmente algo calvos, no melenudos y cubiertos de granos morados..
-Yo soy él, ves?- dijo Ron.
-No, no veo- dijo Harry
Te lo explicaré de vuelta a mi cuarto, el olor se me está pegando- dijo Ron. Bajaron la escalera, que Ron devolvió al techo, y volvieron con Hermione, que estaba todavía ordenando libros.
-Una vez que nos hayamos ido, el ghoul bajará aquí y vivirá en mi habitación-dijo Ron- Creo que lo está esperando- es extraño decirlo ya que está todo el rato gimiendo y llorando- pero cabezea un montón cuando le llamas, De cualquier manera, será igual que yo con spattergroit. Buena idea eh?
Harry estaba confundido.
-Es eso!- dijo Ron, frustrado porque harry no había comprendido el plan- Mira, cuando nosotros tres no volvamos a Hogwarts de nuevo, todo el mundo pensará que Hermione y yo estamos contigo, vale? Lo que significa que los mortífagos irán a por nuestras familias para ver si tienen información de dónde estás
-Pero afortunadamente si todo sale bien, volveré con Mamá y Papá; un montón de nacidos de Muggles están hablando de esconderse por el momento- dijo Hermione
-No podemos esconder a mi familia entera, parecerá muy extraño y tendrán que dejar todos sus trabajos.- dijo Ron- Así que voy a contar la historia de que estoy enfermo con spattergroit, y por eso no puedo volver al colegio. Si alguien viene a investigar, Mamá y Papá pueden enseñarle el ghoul en mi cama, cubierto de granos. El spattergroit es muy contagiosos, así que no querrán que esté cerca. (frse que no entiendo)
It won’t matter that he can’t say anything, either, because apparently you can’t once the
fungus has spread to your uvula.”
-Y tu padre y tu madre están de acuerdo con el plan?- preguntó Harry
-Papá si. Él ayudó a Fred y George a transformar al ghoul. mamá...bueno, ya ves cómo está. No aceptará que nos vayamos hasta que nos hayamos ido
La habitación estaba en silencio, solo roto por ruidos sordos ya que Hermione continuaba apilando libros
Ron estaba sentado viéndola, y Harry miraba a ambos, sin saber qué decir
. La manera con la que protegían a sus familias, más de lo que habían hecho nunca, para ir con él, indicaba lo peligroso que era. Quería decirles lo que significaba eso para él, pero no encontraba palabras suficientes. A través del silencio vinieron los camuflados sonidos de sra Weasley gritando cuatro plantas mas abajo
-Porgablemente Ginny haya dejado algo de polvo en un anillo- dijo Ron- No sé por qué los Delacour vienen dos días antes de la bosa
-La hermana de Fleur es la dama de honor, debe estar aquí para ensayar, y es demasiado joven- dijo Hermione, mientras miraba dudando Recreo con la Bañes
-Bueno, los invitados no van a ayudar a Mamá-dijo Ron
-Lo que debemos de decidir realmente - dijo Hermione tirando “Teoría de Defensa Magica” a la papelera y cogiendo “una valoración de la educación magica europea”- es dónde vamos a ir después de salir de aquí..Se que dijiste que querias ir primero al valle de godric, y lo entiendo pero... bueno... no deberíamos poner como prioridad los horrocruxes?
-Si sabemos dónde está alguno de los Horrocruxes, acepto.- dijo Harry, que no entendía por qué Hermione no comprendía su deseo de ir al valle de Godric. El cementerio de sus padres era solo parte de la atracción: El tenían un fuerte e inexplicable pensamiento de que ese lugar tenía respuestas para él.
Tal vez solo era porque allí había sobrevivido a la maldición asesina, ahora creía que podría repetir la hazaña por eso Harry quería ir al lugar dobde había ocurrido, esperando entender,
-No crees que hay una posibilidad de que Voldemort tenga vigilantes an el valle de Godric?- prguntó Hermione- puede que espere que vayas a visitar la tumba de tus padres cuando seas libre de ir donde quieras?
Eso no lo había pensado. Mientras él luchaba por encontrar un argumento convincente, (frase que no entiendo) Ron spoke up, evidently following his own train of thought.
-R.A.B. – dijo- sabes , el que robó el guardapelo- hermione asintió- deci en su nota que iba a destruirlo, no?
Harry arrastró su mochila y sacó el horrocrux falso, en el que habían encontrado la nota de RAB
-He robado el Horrocrux real y lo pienso destruir en cuanto pueda- leyo harry
-Bueno, y si él no acabó?- dijo Ron.
-O ella- interrumpio Hermione
Cualquiera- dijo Ron. –Puede ser algo menos por hacer
Sí, pero tenemos de tratar de encontrar el verdadero Horrocrux- dijo hermione- por si acaso no ha sido destruido. Tenemos que asegurarnos
-Y cuando lo tengas, ¿cómo destruirás el Horrocrux?- preguntó Ron.
-Bueno- respomndio Hermione- Estoy buscando acerca de eso
-Cómo?- pregunto Harry- creía que no había libros en la biblioteca sobre horrocruxes
No los había- dijo Hermione, que había enrojecido- Dumbledore los quitó todos, pero ... pero no los destruyó“
-¿Cómo has conseguido esos librios
No…no he robado!!- dijo Hermione mirando a Harry y rOn desesperada- eran todavía libros de la biblioteca, incluso si los tenía Dumbledore. De cualquier manera, si realmente no quería que nadie los leyera, seguro que los habría escondido mejor...
-Qué dices!- exclamo Ron
Bueno, era facil- susurro Hermione- Solo hice un encantamiento convocador. Ya sabes, accio. Y, se veía el despacho de Dimbledore desde la ventana del dormitorio de chicas.
-Pero, cuando lo hiciste??- pregunto Harry, mirando a Hermione con una mezcla de admiración e incredulidad
-Despues del funeral de Dumbledore- susurro Hermione-Cuando aceptamos que huiríamos del colegio y te acompañaríamos a buscar los horrocruxes. Cuando subí las escaleras, estaba sola allí, y lo intenté y lo conseguí. Volaron a mi habitación y me los guardé
Tragó saliva y sigió hablando- NO puedo creer que Dumbledore estuviera enfadado, no vamos a utilizar la informacion para hacer un Horrocrux, verdad??
-¿Nos has oido quejarnos?- dijo Ron- ¿donde estan esos libros?
Hermione dudó un momento y extrajo de la pila un gran volumen, encuadrernado en piel. She looked a little nauseated and held it as gingerly as if it were something recently dead.
“Este es uno de los que dice cómo hacer un horrocrux, ” Secrets of the
Darkest Art “, . es un libro horrible, lleno de magia maligna. Me pregunto, si cuando Dumbledore los quitó de la librería, apuesto a que Voldemort consiguió la instrucción para hacerlo.
-Y entonces, por qué le preguntó a Slughorn como hacer un Horrocrux, si ya lo habia leido?- pregunto Ron
-Solo le preguntó que pasaba si dividias tu alma en 7- dijo Harry- Sumbledore estaba seguro de que Ryddle ya sabia como hacer un horrocrux cuando se lo pregunto a Slughorn. Si llevas razon, Hermione, puede que lo haya sacado de ahí
-y cuanto más he leído sobre ellos- dijo Hermione,- más horribles parecen, y menos puedo creer que él hiciera realmente seis. Advierte en este libro cómo es inestable dividir tu alma haciendo un horrocrux!-harry recordó como Dumbledore le dijo sobre Voldemort que era demasiado malvado
-¿Hay una manera de reunirlos en ti de nuevo?- pregunto Ron
Sí- dijo Hermione sonriendo malevolamente- peros es realmente doloroso
-¿Cómo?¿Cómo se hace?- pregunto Harry
Remordimiento- dijo Hermione- te debes arrepentir realmente de lo que hiciste. Hay una nota al pie de pagina. Aparentemente el dolor de hacerlo te puede destruir. NO puede ver a Voldemort así, veredad?
-NO- dijo Ron- antes de que Harry pudiera responder- así que pone en ese libro como destruir los Horrocruxes¿
Sí- dijo Hermione girando páginas- porque advierte a los magos oscuros los fuertes encantamientos que deben hacer. De lo que he leido, lo que Harry hizo al diario de Ryddle es una de las pocas maneras de destruir un Horrocrux.
-Cómo, clavando un colmillio de basilisco?- pregunto Harry
- Oh, afortunadamente tenemos un gran grupo de colmillos de basilisco- dijo Ron- me preguntaba qué hacer con ellos
-No tiene por qué ser un colmillo de basilisco- dijo pacientemente Hermione- tiene que ser algo tan destructivo que el Horrocrux no lo pueda reparar. El veneno de Basilisco solo tiene un atídoto y es increíblemente raro
-Lágrimas de fenix- dijo Harry
Exacto- dijo Hermione-Nuestro problema es que hay muy pocas sustancias tan destructivas como el veneno de Basilisco, y es peligroso llevarls con nosotros. Es un problema. NO podemos utilizar el truco de romper, cortar o rasgar el horrocrux, por que eso por magia se pued arreglar
-Pero si incluso destruimos el Horrocrux,-dijo Ron puede quedar un pedacito de alma que regresaria a Voldemort?
-Porque un Horrocrux es todo lo contrario a la creacion de un hombre
Viendo que Harry y Ron estaban confusos, Hermione se lo explicó: Mirad si cogiera una espada ahora, Ron, y te atravesara con ella, no dañaría tu alma.
-Que sería muy reconfortable para mí, seguro- dijo Ron. Harry rió
-Debería ser así, actualmente. Pero yo creo es que si le pasa algo a tu cuerpo, tu alma sigue viva intacta. El fragmento de alma depende de su objeto, su cuerpo encantado, para sobrevivir. No puede exitir sin eso.
-Así murió el diario cuando lo apuñalé- dijo Harry, recordando cuando la tinta roja como la sangre fluyó de las página agujereadas, y los gritos del alma de Voldemort mientras desaparecia.
-Y cuando el diario está propiamente destruido, el pedazo de alma atrapado no puede existir. Ginny intentó librarse del diario antes que tú, mojándolo, pero obviamente el diario estaba inmune.
Ok- dijo Ron, frunciendo el ceño- el pedazo de alma en ese diario estaba poseyendo a Ginny, no? Cómo trabaja entonces?
Mientras el objeto está intacto, el pedazo de alma puede introducirse dentro de alguien si consigue abrir ese objeto. No significa estar tocandolo todo el rato, basta con tocarlo- añadió antes de que Ron pudiera hablar- Significa emocionalmente. Ginny puso su corazon en el diario, quedando muy vulnerable. Estás en problemas si dependes del Horrocrux
-Me pregunto cómo destruiria el anillo Dumbledore- dijo Harry- ¿por qué no se lo pregunté. Nunca, realmente
Estaba pensando en todas las cosas que debería haberle preguntado a Dumbledore, y cómo, desde que había muerto, le parecía a Harry que habría tenido muchas oportunidades si Dumbledore siguiera vivo de encontrar más... de encontrarlo todo.
El silencio fue roto por un fuerte golpe al abrir la puerta
El silencio fue roto cuando la puerta del dormitorio se abrió de repente, dando un fuerte golpe en la pared. Hermione chilló y dejó caer el libro de Artes Oscuras; Crookshanks pasó como un rayo bajo la cama, silbando indignadamente; Ron saltó de la cama, patinó en una envoltura de Rana de Chocolate y se dio con la cabeza contra la pared; y Harry sacó, instintivamente, su varita, cuando se dio cuenta de quien había entrado era la señora Weasly, cuyo pelo estaba desaliñado y tenía la cara retorcida por la rabia.
“Lamento mucho molestaros en esta pequeña y cómoda reunión” dijo con voz temblorosa. “Estoy segura de que necesitan descansar… pero hay regalos de boda amontonados en mi cuarto que necesito ordenar, y tuve la impresión de que habíais acordado ayudar”.
“Ah, sí” dijo Hermione aterrorizada. “Sentimos no… haber ido antes”.
Con una angustiada mirada a Harry y Ron, Hermione salió de la habitación tras la señora Weasley.
“Es como ser un elfo doméstico,” dijo Ron mientras se frotaba la cabeza. “pero sin satisfacción laboral… Cuanto antes acabe esta boda, más feliz seré”.
“Sí,” dijo Harry, “entonces no tendremos nada más por preocuparnos a parte de los Horrocruxes… Serán como unas vacaciones, ¿no?”.
Ron comenzó a reírse, pero a la vista de la enorme pila de regalos de boda que los esperaban en la habitación de la señora Weasley, paró bruscamente.
Los Delacours aparerecieron a la mañana siguiente a las once en punto. Harry, Ron, Hermione y Ginny se sentían bastante resentidos hacia la familia de Fleur esta vez; y Ron estuvo intentando ponerse calcetines pares durante un buen rato, mientras Harry intentaba aplastar su pelo.
Una vez que todos creían que estaban listos, salieron al jardín para esperar a los visitantes. Harry nunca había visto el lugar tan arreglado… Los calderos mohosos y las viejas botas de Wellington habían sido reemplazados por dos nuevos arbustos; que, aunque no había brisa, sus hojas ondeaban perezosamente, causando un atractivo efecto. Los pollos habían sido encerrados, la yarda barrida y los árboles que cercaban el jardín estaban ahora podados.
Harry había perdido la cuenta de cuantos hechizos de seguridad habían sido conjurados por la orden y el Ministerio para proteger la casa, todo lo que sabía era que el señor Weasley había tenido que ir a buscar a los Delacours a lo alto de una colina, donde habían aparecido con un traslador. El primer
El primer sonido de su enfoque fue una risa excepcionalmente aguda, que resultó ser la venida del señor Weasley, que apareció en la puerta segundos más tarde, cargado con equipaje y dirigiendo a una mujer con una hermosa melena rubia, que debería ser la madre de Fleur.
“Maman!” lloró Fleur, apresurándose a abrazarla. “Papa!”
El señor Delacour no era tan atractivo como su esposa; él era una cabeza más bajo que su mujer, con una pequeña barba negra. Sin embargo, pareció amable, y se acercó a la señora Weasley para saludarla.
“No se tenía que habeg tomado tantas molestias,” dijo con voz profunda. “Fleur nos dijo que usted estuvo tgabajando muy dugo”.
“¡Ah, no ha sido nada, nada!” respondió la señora Weasley. “Ningún problema”.
Ron alivió sus sentimientos dando una patada a un gnomo que se había asomado desde los nuevos arbustos.
“¡Estimada dama!” dijo el señor Delacour, tendiendo la mano a la sra. Weasley. “¡Estamos muy orgullosos de la unión venidera entre nuestras familias! Permita presentarle a mi esposa, Apolline”. La señora Delacour avanzó y besó a la sra. Weasley. “Enchantée, ” dijo. “Su hijo es tan encantadog como Fleur nos dijo”.
El Sr. Weasley soltó una risa maníaca; y la señora Weasley le lanzó una mirada asesina, y él calló al instante.
“Y por supuesto, aquí está mi hija pequeña, Gabrielle!” dijo el señor Delacour.
Gabrielle era la réplica en miniatura de Fleur, de once años de edad, con pelo largo hasta la cintura, pleateado-rubio. Ella lanzó a la señora Weasley una deslumbrante sonrisa y la abrazó, entonces lanzó a Harry una mirada resplandeciente, a lo que Ginny hizo un fuerte ruido con la garganta.
“Bien, ¡entrad, entrad!” dijo la señora Weasley. Al final consiguió acomodar a los Delacours, después de muchos “Después de usted” y “No, por favor” y “nada en absoluto”.
Los Delacours fueron huéspedes útiles y agradables, comenzaron con los preparativos para la boda, el señor Delacour repartió los asientos y la señora Delacour limpió el horno. Gabrielle estuvo con su hermana Fleur intentando ayudar, mientras farfullaba en francés bastante rápido.
En desventaja, la Madriguera no fue construida para acomodar tantas personas. El señor y la señora Weasley dormían en el sofá, habiendo pasado por alto las quejas que el señor y la señora Delacour hacían sobre esa situación, diciéndoles que ya dormirían ellos en el sofá si era necesario.
Gabrielle dormía con Fleur en la habitación de Percy, y Hill compartiría habitación con Charlie una vez éste llegara de Rumania. La casa estaba siempre tan atestada que Harry, Ron y Hermione salían de ella con la excusa de dar de comer a los pollos.
“¡Ella nunca nos dejará solos!” dijo Ron cuando vio aparecer a la señora Weasley tras su segundo intento de reunirse con Harry y Hermione.
“Ah, bien, habéis dado de comer a los pollos,” dijo “será mejor encerrarlos de nuevo antes de que mañana venga Charlie, porque hay que poner el soporte para la boda” explicó ella mientras se agachaba frente al gallinero. Parecía agotada. “Marquesinas Máginas Millamant… son muy buenos, Bill los acompaña… será mejor –dijo dirigiéndose a Harry- que estuvieras dentro mientras están aquí, Harry. Lo digo para no complicar la organización de la boda, teniendo todos estos hechizos de seguridad a lo largo del lugar.”
“Lo siento” dijo Harry.
“¡No seas tonto!” dijo la señora Weasley. “No quería decir,… bien, ¡tu seguridad es mucho más importante! Realmente, estaba esperando a preguntarte como quieres celebrar tu compleaños… a fin de cuentas, diecisiete es una cifra importante…”.
“No quiero ningún jaleo,” dijo Harry rápidamente. “De verdad, señora Weasley, solamente una cena normal será suficiente… Es el día antes de la boda…”.
“Oh, bien, si estás seguro. Invitaré a Remus y Tonks, ¿puedo? ¿y que pasa con Hagrid?”
“Sería genial, invítalos a todos” dijo Harry. “Pero por favor, no se moleste demasiado”.
“Tranquilo, tranquilo… no es ningún problema”.
Ella le miró, después sonrió de manera un poco apagada, y luego se fue. Mientras Harry la miraba, ella ondeó su varita en el aire, y la ropa húmeda se tendió por si sola en las cuerdas para secarse. De pronto, Harry sintió una hondonada de remordimiento por darle a la señora Weasley más trabajo.


























Capítulo 7

EL TESTAMENTO DE ALBUS DUMBLEDORE


Estaba caminando por una larga carretera de montaña a la fría luz azul del amanecer. Muy por debajo, envuelta en niebla, se veía la sombra de una pequeña ciudad. ¿Estaba el hombre al que buscaba ahí abajo, el hombre al que necesitaba tan desesperadamente que no podía pensar en nada más, el hombre que tenía la respuesta, la respuesta a su problema...?
-Eh, despierta.
Harry abrió los ojos. Estaba de nuevo tendido en la cama plegable del revuelto cuarto de Ron en el ático. El sol no había salido aún y la habitación estaba todavía oscura. Pigwidgeon estaba dormida con la cabeza bajo su diminuta ala. La cicatriz de la frente le dolía.
-Estabas murmurando en sueños.
-¿De verdad?
-Si, "Gregorovitch". Estabas diciendo "Gregorovitch".
Harry no llevaba puestas las gafas; veía la cara de Ron ligeramente borrosa.
-¿Quién es Gregorovitch?
-¿Y yo que sé? Eras tú el que lo estaba diciendo.
Harry se frotó la frente, pensando. Tenía la vaga sensación de haber oído el nombre antes, pero no podía pensar donde.
-Creo que Voldemort le está buscando.
-Pobre tipo -dijo Ron fervorosamente.
Harry se sentó, todavía frotándose la cicatriz, ahora totalmente despierto. Intentó recordar qué había visto exactamente en su sueño, pero todo lo que recordaba era un horizonte montañoso y la silueta de un pequeño pueblo acunado en un profundo valle.
-Creo que está en el extranjero.
-¿Quién, Gregorovitch?
-Voldemort. Creo que está en algún lugar del extranjero, buscando a Gregorovitch. No parecía ningún lugar de Gran Bretaña.
-¿Crees que estás viendo en su mente de nuevo?
Ron parecía preocupado.
-Hazme un favor y no se lo digas a Hermione -dijo Harry-. No sé como espera que deje de ver cosas en sueños...
Levantó la mirada hacia la pequeña jaula de Pidwidgeon, pensando... ¿Por qué el nombre "Gregorovitch” le era familiar?
-Creo -dijo lentamente-, que tiene algo que ver con el Quidditch. Hay alguna conexión, pero no se me ocurre... no se me ocurre cual pueda ser.
-¿Quidditch? -dijo Ron-. ¿Seguro que no estás pensando en Gorgovitch?
-¿Quién?
-Dragomir Gorgovitch, Guardián, traspasado a los Chudley Cannons por un record hace dos años. El record que mantiene es el de dejar caer más Quaffle en una temporada.
-No -dijo Harry-. Definitivamente no estoy pensando en Gorgovitch.
-Yo intento no hacerlo tampoco -dijo Ron-. Bueno, feliz cumpleaños, por cierto.
-Guau... ¡Tienes razón, lo olvidé! ¡Tengo diecisiete!
Harry agarró la varita posada en mesita junto a su cama plegable, apuntó al desordenado escritorio donde había dejado sus gafas, y dijo "¡Accio Gafas!". Aunque estaban a solo unos cuarenta centímetros de distancia, había algo inmensamente satisfactorio en verlas zumbar hacia él, al menos hasta que le pincharon el ojo.
-Muy astuto -bufó Ron.
Celebrando el levantamiento de su Rastro, Harry envió las posesiones de Ron a volar por la habitación, provocando que Pigwidgeon despertara y aleteara excitadamente en su jaula. Harry intentó también atarse los cordones de las zapatillas con magia (el resultado fue un nudo que llevó varios minutos desatar a mano) y, solo por el puro placer de hacerlo, cambió el naranja de las túnicas del poster de Ron de los Chudley Cannons por azul brillante.
-Yo que tu me subiría la cremallera con la mano -aconsejó Ron a Harry, resoplando cuando Harry lo hizo inmediatamente-. Aquí está tu regalo. Desenvuélvelo aquí, no es apto para los ojos de mi madre.
-¿Un libro? -dijo Harry mientras tomaba el paquete rectángulo-. Un poco alejado de la tradición, ¿verdad?
-Este no es un libro común -dijo Ron-. Es oro puro. Doce Formas Infalibles de Encantar a las Brujas. Explica todo lo que necesitas saber sobre las chicas. Si lo hubiera tenido el año pasado habría sabido exactamente como librarme de Lavender y tú habrías sabido como acabar con... Bueno, Fred y George me dieron una copia, y he aprendido mucho. Te sorprendería, no es aburrido en absoluto además.
Cuando llegaron a la cocina encontraron una pila de regalos esperando sobre la mesa. Bill y Monsieur Delacour estaban terminando su desayuno, mientras la Señora Weasley estaba de pie canturreando sobre la sartén.
-Arthur me dijo que te deseara felices diecisiete, Harry, -dijo la Señora Weasley, sonriéndole-. Tuvo que irse a trabajar temprano, pero volverá para la cena. Ese de encima es nuestro regalo.
Harry se sentó, tomó el paquete cuadrado que ella había indicado, y lo desenvolvió. Dentro había un reloj muy parecido al que el Señor y la Señora Weasley habían regalado a Ron por su decimoséptimo cumpleaños; era de oro, con estrellas en vez de manecillas.
-Es tradicional regalarle a un mago un reloj cuando llega a la mayoría de edad -dijo la Señora Weasley, observándole ansiosamente desde detrás de la cocina-. Me temo que este no es nuevo como el de Ron, en realidad era de mi hermano Fabián y él no es que fuera terriblemente cuidadoso con sus posesiones, está arañado por detrás, pero...
El resto de su discurso se perdió. Harry se había levantado y la abrazaba. Intentó poner un montón de cosas nunca dichas en el abrazo y quizás ella las entrendió, porque le palmeó la mejilla torpemente cuando la soltó, después ondeó su varita de forma ligeramente aleatoria, causando la caída de un trozo de beacon de la sartén al suelo.
-¡Feliz cumpleaños, Harry! -dijo Hermione, apresurándose a entrar en la cocina y añadiendo su propio regalo a la pila-. No es mucho, pero espero que te guste. ¿Qué le has regalado tú? -añadió para Ron, que pareció no oírla.
-¡Vamos, venga, abre el de Hermione! -dijo Ron.
Le había comprado un nuevo Chivatoscopio. Los otros paquetes contenían una hoja de afeitar encantada de Bill y Fleur ("Ah, si, esto te hagá el afeitado más suave que hayas disfgutado nunca", le aseguró Monsieur Delacour, "pero debes decigle clagamente lo que deseas... de otgo modo podgías encontgagte con menos pelo del que quisiegas..."), chocolates de los Delacour, y una enorme caja de lo último en artículos de "Sortilegios Weasley" de Fred y George.
Harry, Ron y Hermione no se demoraron en la mesa, cuando la llegada de Madame Delacour, Fleur y Gabrielle dejó la cocina incómodamente atestada.
-Yo te guardo esto en el equipaje -dijo Hermione alegremente, quitándole los regalos de los brazos mientras los tres se dirigían otra vez escaleras arriba-. Casi he acabado, solo estoy esperando a que el resto de vuestra ropa interior salga de la lavadora, Ron...
La estampida de Ron fue interrumpida por una puerta que se abrió en el descansillo del primer piso.
-¿Harry, te importaría venir un momento?
Era Ginny. Ron se detuvo bruscamente, pero Hermione le cogió del codo y tiró de él escaleras arriba. Nervioso, Harry siguió a Ginny al interior de su habitación.
Nunca antes había estado allí dentro. Era pequeña, pero brillante. Había un gran poster del grupo Las Brujas de Macbeth en una pared, y una foto de Gwenog Jones, Capitana del Equipo de Quiddith, solo de brujas, las Holyhead Harpies, en la otra. Un escritorio estaba colocado de cara a la ventana abierta, que daba al huerto donde una vez Ginny y él habían jugado un dos contra dos al Quidditch con Ron y Hermione, y que ahora estaba ocupado por una enorme y perlada carpa. La bandera dorada de lo alto estaba al nivel de la ventana de Ginny.
Ginny levantó la mirada hacia la cara de Harry, tomó un profundo aliento, y dijo.
-Felices diecisiete.
-Si... gracias.
Ella le miraba firmemente; él sin embargo, encontraba difícil devolverle la mirada, era como contemplar una luz brillante.
-Bonita vista -dijo débilmente, señalando hacia la ventana.
Ella lo ignoró. No podía culparla.
-No se me ocurrió qué regalarte -dijo
-No tenías que regalarme nada.
Ella hizo caso omiso de eso también.
-No sabía que sería útil. Nada demasiado grande, porque si no, no podrías llevarlo contigo.
Se arriesgó a mirarla. No estaba llorando; esa era una de las cosas más maravillosas de Ginny, raramente lloraba. En ocasiones había pensado que tener seis hermanos debía haberla endurecido.
Dio un paso hacia él.
-Así que después pensé, que me gustaría que tuvieras algo para recordarme, ya sabes, por si conoces a alguna veela cuando estés por ahí haciendo lo que sea que vayas a hacer.
-No creo que las oportunidades de ligar vayan a estar a la orden del día, para serte sincero.
-Ahí es adonde quería llegar -susurró ella, y entonces le besó como nunca le había besado antes, y Harry le estaba devolviendo el beso, y ese extasiado olvido fue mejor que el whisky de fuego; ella era la única cosa real en el mundo, Ginny, su sensación, la mano que tenía en su espalda y la otra en su largo y oloroso pelo...
La puerta se abrió de golpe tras ellos y se separaron de un salto.
-Oh -dijo Ron mordazmente-. Lo siento.
-¡Ron! -Hermione estaba justo tras él, ligeramente sin aliento. Se hizo un silencio tenso, y luego Ginny digo con una vocecita seria,
-Bueno, feliz cumpleaños de cualquier modo, Harry.
Las orejas de Ron estaban de color escarlata; Hermione parecía nerviosa. Harry deseó estamparles la puerta en la cara, pero daba la sensación de que una corriente fría había entrado en la habitación cuando la puerta se abrió, y su brillante momento había estallado como una burbuja de jabón. Todas las razones para terminar su relación con Ginny, para dejarla al margen, parecían haberse colado en la habitación con Ron, y toda su feliz amnesia había desaparecido.
Miró a Ginny, deseando decir algo, aunque difícilmente sabía qué, pero ella le había vuelto la espalda. Pensó que podría haber sucumbido, por una vez, a las lágrimas. No podía hacer nada por consolarla delante de Ron.
-Te veo luego -dijo, y siguió a los otros dos fuera del dormitorio.
Ron marchó escaleras abajo, a través de la todavía atestada cocina y hasta el patio, y Harry le mantuvo el paso todo el camino, con Hermione trotando junto a ellos con aspecto un poco asustado.
Una vez alcanzaron la soledad del césped recién cortado, Ron se volvió hacia Harry.
-La dejaste. ¿Qué estás haciendo ahora, rondándola?
-No la estoy rondando, -dijo Harry, cuando Hermione les alcanzaba.
-Ron...
Pero Ron alzó una mano para silenciarla.
-Estaba realmente echa polvo cuando terminásteis...
-También yo. Sabes por qué terminé con ella, y no fue porque que yo quisiera.
-Si, pero ahora vas y la besas y va a hacerse ilusiones otra vez...
-No es idiota, sabe que no puede ser, no espera que acabemos... que acabemos casándonos, o...
Al decirlo, en la mente de Harry tomó forma una vívida imagen de Ginny, con un vestido blanco, casándose con un desconocido alto, desagradable y sin cara.
En un vertiginoso momento pareció golpearle. El futuro de ella estaba libre y sin trabas, mientras que el suyo... él no podía ver delante nada más que a Voldemort.
-Si sigues tonteando con ella a cada oportunidad que tienes...
-No volverá a ocurrir -dijo Harry severamente. El día estaba despejado, pero él sentía como si el sol hubiera desaparecido-. ¿Vale?
Ron parecía medio resentido, medio tímido; se meció adelante y atrás sobre sus pies por un momento, después dijo
-Bien entonces, bien, esto... si.
Ginny no buscó otro encuentro a solas con Harry durante el resto del día, ni con una mirada o gesto demostró que habían compartido algo más que una cortés conversación en su habitación. No obstante, la llegada de Charlie fue un alivio para Harry. Proporcionó una distracción observar a la Señora Weasley mientras forzaba a Charlie a sentarse en una silla, alzaba su varita amenazadoramente, y anunciaba que estaba a punto de obtener un apropiado corte de pelo.
Como la cena de cumpleaños de Harry había estado más allá de la capacidad de la cocina incluso antes de la llegada de Charlie, Lupin, Tonks, y Hagrid, se habían colocado varias mesas al fondo del jardín. Fred y George habían embrujado un buen número de linternas púrpura todas engalanadas con un gran número 17, que colgaban en el aire sobre los invitados. Gracias a los cuidados de la Señora Weasley, la herida de George estaba pulcra y limpia, pero Harry no se acostumbraba aún al agujero negro en el costado de su cabeza, a pesar de que los gemelos hacían muchas bromas al respecto.
Hermione hizo que grandes carteles de púrpura y oro irrumpieran del extremo de su varita y se colgasen a sí mismos artísticamente sobre los árboles y arbustos.
-Bonito -dijo Ron, cuando con una floritura final de la varita, Hermione cambió las hojas del manzano a dorado-. Realmente tienes ojo para este tipo de cosas.
-¡Gracias, Ron!, -dijo Hermione, pareciendo a la vez complacida y un poco confusa. Harry se alejó, sonriendo para sí mismo. Tenía la curiosa impresión de que descubriría un capítulo de cumplidos cuando encontrara tiempo para estudiar atentamente su copia de Doce Formas Infalibles de Encantar a una Bruja; captó la mirada de Ginny y le sonrió antes de recordar su promesa a Ron y apresurarse a entablar conversación con Monsieur Delacour.
-¡Fuera de mi camino, fuera de mi camino! -cantaba la Señora Weasley, atravesando la puerta con lo que parecía ser una Snitch gigante del tamaño de un balón de playa delante de ella. Segundo después Harry comprendió que era su pastel de cumpleaños, que la Señora Weasley estaba sujetando con su varita, en vez de arriesgarse a cargar con él por terreno accidentado. Cuando el pastel hubo aterrizado finalmente en medio de la mesa, Harry dijo,
-Tiene un aspecto asombroso, Señora Weasley.
-Oh, no es nada, querido, -dijo ella cariñosamente. Sobre su hombro, Ron alzó el pulgar hacia Harry y formó con la boca las palabras "Muy buena esa".
A las siete en punto todos los invitados habían llegado, conducidos a la casa por Fred y George, que los esperaban al final de la senda. Hagrid había honrado la ocasión vistiendo su mejor y más horrible traje marrón. Aunque Lupin sonreía cuando estrechó la mano de Harry, Harry pensó que parecía bastante infeliz. Era todo muy raro; Tonks, a su lado, parecía sencillamente radiante.
-Feliz cumpleaños, Harry, -dijo, abrazándole firmemente.
-¡Diecisiete, eh! -dijo Hagrid mientras aceptaba un vaso, del tamaño de un cubo, de Fred-. Seis años desde el día en que nos conocimos, Harry, ¿recuerdas?
-Vagamente, -dijo Harry, sonriéndole- ¿No derribaste la puerta principal, le pusiste a Dudley una cola de cerdo, y me dijiste que era un mago?
-Había olvidado los detalles -rió Hagrid con satisfacción-. ¿Todo bien, Ron, Hermione?
-Estamos bien, -dijo Hermione-. ¿Y tú?
-Ah, no está mal. Ocupado, tenemos unicornios recién nacidos. Os los mostraré cuando volváis. -Harry evitó las miradas de Ron y Hermione mientras Hagrid rebuscaba en su bolsillo-. Aquí tienes, Harry... no se me ocurría qué regalarte, pero entonces recordé esto. -Sacó una bolsilla ligeramente peluda que se cerraba con un largo cordel, que evidentemente servía para llevarla al cuello-. Piel de topo. Oculta cualquier cosa en ella pero solo su propietario puede sacarlas. Son raras.
-¡Hagrid, gracias!
-No es nada, -dijo Hagrid, ondeando su mano del tamano de la tapa de un cubo de basura.-. ¡Ahí está Charlie! Siempre me ha gustado Charlie... ¡ey! ¡Charlie!
Charlie se aproximó, pasándose la mano ligeramente pesaroso sobre su nuevo y brutalmente corto rapado. Era más bajo que Ron, ancho, con una gran número de quemaduras y arañazos en sus musculosos brazos.
-Hola, Hagrid, ¿cómo va?
-Bien para los tiempos que corren. ¿Cómo le va a Norberto?
-¿Norberto? -rió Charlie-. ¿El Colacuerno Noruego? Ahora la llamamos Norberta.
-¿Qué... Norberto es una chica?
-Oh, si, -dijo Charlie
-¿Cómo lo sabes? -preguntó Hermione
-Son mucho más crueles -dijo Charlie. Miró sobre su hombro y dejó caer la voz-. Desearía que Papá se diera prisa y llegara ya. Mamá se está poniendo de los nervios.
Todos miraron a la Señora Weasley, que estaba intentando hablar con Madame Delacour mientras lanzaba continuamente miradas hacia la verja.
-Creo que mejor empezamos sin Arthur -gritó hacia el jardín después de un momento o dos-. ¡Debe haberse entretenido... oh!
Todos lo vieron al mismo tiempo, una ráfaga de luz que llegaba volando por el patio y hasta la mesa, donde tomó la forma de una comadreja de plata brillante, que se puso en pie sobre las patas traseras y habló con la voz del Señor Weasley.
-El Ministro de Magia viene conmigo.
El Patronus se disolvió en el aire, dejando a la familia de Fleur mirando atónita el lugar donde se había desvanecido.
-Nosotros no deberíamos estar aquí, -dijo Lupin al instante-. Harry... lo siento... te lo explicaré en otro momento...
Agarró la muñeca de Tonks y se la llevó; alcanzaron la valla, la escalaron, y se perdieron de vista. La Señora Weasley parecía desconcertada.
-El Ministro... ¿pero por qué...? No entiendo...
Pero no hubo tiempo de discutir la cuestión; un segundo después, el Señor Weasley había aparecido de la nada en la verja, acompañado por Rufus Scrimgeour, instantáneamente reconocible por su melena de pelo grisáceo.
Los dos recién llegados caminaron por el patio hacia el jardín y la mesa iluminada por linternas, donde todo el mundo estaba sentado en silencio, observándoles acercarse. Cuando Scrimgeour llegó al alcance de la luz de las linternas, Harry vio que parecía mucho más viejo que la última vez que se habían visto, flacucho y sombrío.
-Lamento la intrusión -dijo Scrimgeour, mientras cojeaba para detenerse ante la mesa-. Especialmente cuando veo que estoy aguando una fiesta.
Sus ojos se posaron un momento en el pastel con forma de Snitch gigante.
-Muchas felicidades.
-Gracias -dijo Harry.
-Debo tener unas palabras en privado contigo, -siguió Scrimgeour-. También con el Señor Ronald Weasley y la Señorita Hermione Granger.
-¿Nosotros? -dijo Ron, que sonaba sorprendido-. ¿Por qué nosotros?
-Se lo diré cuando estemos en algún lugar más privado -dijo Scrimgeour-. ¿Hay un lugar semejante? -exigió al Señor Weasley.
-Si, por supuesto, -dijo el Señor Weasley, que parecía nervioso-. El, er, salón, ¿por qué no allí?
-Puede usted mostrarme el camino – le dijo Scrimgeour a Ron-. No habrá necesidad de que nos acompañes, Arthur.
Harry vio que el Señor Weasley intercambiaba una mirada preocupada con la Señora Weasley mientras él, Ron y Hermione se ponían en pie. Mientras se dirigían de vuelta a la casa en silencio, Harry sabía que los otros dos estaban pensando lo mismo que él; Scrimgeour debía haber averiguado de algún modo que los tres estaban planeando dejar Hogwarts.
Scrimgeour no habló mientras todos pasaban a través de la revuelta cocina al salón de la Madriguera. Aunque el jardín había estado lleno de la suave luz dorada de la tarde, allí ya estaba oscuro. Harry ondeó su varita hacia las lámparas de aceite mientras entraba y estas iluminaron la desgastada pero acogedora habitación. Scrimgeour se sentó en el sillón hundido que normalmente ocupaba el Señor Weasley, dejando a Harry, Ron y Hermione intentando encajarse lado a lado en el sofá. Una vez lo hubieron hecho, Scrimgeour habló.
-Tengo algunas preguntas para vosotros tres, y creo que será mejor si lo hacemos individualmente. Si vosotros dos... -señaló a Harry y Hermione-.... esperáis arriba, empezaré con Ronald.
-No vamos a ninguna parte -dijo Harry, mientras Hermione asentía vigorosamente-. Puede hablarnos juntos, o nada en absoluto.
Scrimgeour lanzó a Harry una fría y calculadora mirada. Harry tuvo la impresión de que el Ministro se estaba preguntando si valía la pena o no abrir las hostilidades tan pronto.
-Muy bien entonces, juntos -dijo, encogiéndose de hombros. Se aclaró la garganta-. Estoy aquí, como seguramente sabréis, por el testamento de Albus Dumbledore.
Harry, Ron y Hermione se miraron unos a otros.
-¡Una sorpresa, aparentemente! ¿No erais conscientes de que Dumbledore os había dejado algo?
-¿A todos? -dijo Ron-. ¿A Hermione y a mí también?
-Si, a todos...
Pero Harry interrumpió.
-Dumbledore murió hace un mes. ¿Por qué ha tardado tanto en darnos lo que nos dejó?
-¿No es obvio? -dijo Hermione, antes de que Scrimgeour pudiera responder-. Querían examinar lo que sea que nos dejó. ¡No tenía derecho a hacer eso! -dijo, y su voz tembló ligeramente.
-Tenía todo el derecho, -dijo Scrimgeour despectivamente-. El Decreto para la Confiscación Justificada da al Ministerio poder para confiscar el contenido de un testamento...
-¡Esa ley fue creada para evitar que los magos legaran artefactos Oscuros -dijo Hermione- y se supone que el Ministerio debe tener una prueba poderosa de que las posesiones heredadas son ilegales antes de confiscarlas!
-¿Está planeando seguir una carrera en Leyes Mágicas, Señorita Granger? -añadió Scrimgeour.
-No, en absoluto, -replicó Hermione-. ¡Espero hacer algo bueno para el mundo!
Ron rió. Los ojos de Scrimgeour se fijaron en él y una vez más Harry habló.
-¿Y por qué ha decidido darnos nuestras cosas ahora? ¿No se le ocurrió un pretexto para quedárselas?
-No, será porque los treinta y un días han transcurrido -dijo Hermione al momento-. No pueden confiscar los objetos más tiempo a menos que puedan probar que son peligrosos, ¿Correcto?
-¿Diría usted que estaba muy unido a Dumbledore, Ronald? -preguntó Scrimgeour, ignorando a Hermione. Ron pareció sobresaltarse.
-¿Yo? No... en realidad no... fue siempre Harry quien...
Ron miró alrededor, a Harry y Hermione, para ver como Hermione le lanzaba una mirada del tipo deja-de-hablar-¡ya!, pero el daño estaba hecho. Scrimgeour pareció haber oído exactamente lo que esperaba, y deseaba, oír. Se abalanzó como un ave de presa sobre la respuesta de Ron.
-Si no estaba unido a Dumbledore, ¿cómo explica el hecho de que le mencionara en su testamento? Hizo excepcionalmente pocos legados personales. La gran mayoría de sus posesiones... su biblioteca privada, sus instrumentos mágicos, y otros efectos personales... se legaron a Hogwarts. ¿Por qué cree que fue usted distinguido?
-Yo... supongo -dijo Ron- Yo... cuando dije que no estábamos unidos... quiero decir, creo que yo le gustaba...
-Para ser honestos, Ron -dijo Hermione-, Dumbledore estaba muy encariñado contigo.
Esto era estirar la verdad hasta el punto de fractura; por lo que Harry sabía, Ron y Dumbledore nunca habían estado juntos a solas, y el contacto directo entre ellos había sido insignificante. Sin embargo, Scrimgeour no parecía estar escuchando. Metió la mano dentro del abrigo y extrajo una bolsita cerrada con un cordel mucho mayor que la que Hagrid había regalado a Harry. De ella, sacó un rollo de pergamino que desenrolló y leyó en voz alta.
-Última Voluntad y Testamento de Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore... Si, aquí esta.... A Ronald Bilius Weasley, le dejo mi Desiluminador, con la esperanza de que me recordará cuando lo utilice.
Scrimgeour sacó de la bolsa un objeto que a Harry le pareció haber visto antes. Se parecía ligeramente a un encendedor, pero tenía, él lo sabía, el poder de succionar toda luz de un lugar, y restaurarla, con un simple click. Scrimgeour se inclinó hacia adelante y le pasó el Desiluminador a Ron, que lo tomó y le dio vueltas entre los dedos con aspecto atontado.
-Es un objeto de gran valor -dijo Scrimgeour, observando a Ron- Puede incluso que único. Indudablemente es un diseño del mismo Dumbledore. ¿Por qué le dejaría a usted algo y además un artículo tan raro?
Ron sacudió la cabeza, parecía desconcertado.
-Dumbledore debe haber enseñado a miles de estudiantes -perseveró Scrimgeour-. Pero a los únicos que recordó en su testamento fue a vosotros tres. ¿Por qué? ¿Qué uso pensó que daría usted al Desiluminador, Señor Weasley?
-Apagar las luces, supongo, -masculló Ron-. ¿Qué más podría hacer con él?
Evidentemente Scrimgeour no tenía ninguna sugerencia. Después de mirar de reojo a Ron durante un momento o dos, volvió de nuevo al testamento de Dumbledore.
-A Hermione Jean Granger, le dejo mi copia de Los Cuentos de Beedle el Bardo, con la esperanza de que la encontrará entretenida e instructiva.
Scrimgeour sacó ahora de la bolsa un pequeño libro que parecía tan antiguo como la copia de Secretos de las Artes Más Oscuras que había arriba. Sus tapas estaban manchadas y peladas en ciertos lugares. Hermonie lo aceptó de Scrimgeour sin una palabra. Sostuvo el libro en su regazo y lo miró fijamente. Harry vio que el título estaba en runas; él nunca había aprendido a leerlas. Mientras miraba, una lágrima cayó sobre el símbolo grabado en relieve.
-¿Por qué cree que Dumbledore le dejó ese libro, Señorita Granger? -preguntó Scrimgeour.
-Él... sabía que me gustan los libros -dijo Hermione con voz llorosa, limpiándose los ojos con la manga.
-¿Pero por qué este libro en particular?
-No sé. Debe haber pensado que me gustaría.
-¿Alguna vez discutió sobre códigos, o cualquier forma de pasar mensajes secretos, con Dumbledore?
-No, no lo hice, -dijo Hermione, todavía limpiándose los ojos con la manga-. Y si el Ministerio no ha podido encontrar ningún código oculto en este libro en treinta y un días, dudo que yo pueda.
Contuvo un sollozo. Estaban tan apretados en el sofá que Ron tuvo dificultades para extraer el brazo y ponerlo alrededor de los hombros de Hermione. Scrimgeour volvió al testamento.
-A Harry James Potter -leyó, y las entrañas de Harry se contrajeron con una súbita excitación-. le dejo la Snitch que cogió en su primer partido de Quidditch en Hogwarts, como recordatorio de las recompensas de la perseverancia y habilidad.
Mientras Scrimgeour sacaba la diminuta bola dorada del tamaño de una nuez, sus alas doradas revolotearon bastante febrilmente, y Harry no pudo evitar sentir una definitiva sensación de anticlímax.
-¿Por qué le dejó Dumbledore esta Snitch? -preguntó Scrimgeour.
-Ni idea -dijo Harry-. Por las razones que acaba de leer, supongo... para recordarme lo que puedes conseguir si... perseveras y todo eso.
-¿Crees que es un mero recuerdo simbólico entonces?
-Supongo -dijo Harry-. ¿Qué más podría ser?
-Yo hago las preguntas -dijo Scrimgeour, moviendo su asiento un poco hacia el sofá. Fuera, el atardecer ya estaba cayendo, la carpa más allá de la ventana se erguía fantasmalmente blanca sobre los setos.
-He notado que su pastel de cumpleaños es una Snitch -dijo Scrimgeour a Harry-. ¿Por qué?
Hermione rió despectivamente.
-Oh, puede ser una referencia al hecho de que Harry es un gran Buscador, eso es bastante obvio -dijo-. ¡Debe haber un mensaje secreto de Dumbledore escondido en el glaseado!
-No creo que haya nada oculto en el glaseado, -dijo Scrimgeour-, pero una Snitch sería un muy buen lugar para ocultar un objeto pequeño. ¿Sabes por qué, verdad?
Harry se encogió de hombros. Hermione, sin embargo, respondió. Harry creía que eso de responder preguntas era un hábito tan profundamente innato en ella que no podía contener la urgencia.
-Porque las Snitch tienen memoria -dijo ella.
-¿Qué? -dijeron Harry y Ron juntos; ambos consideraban que los conocimientos de Hermione sobre Quidditch eran insignficantes.
-Correcto -dijo Scrimgeour-. Una Snitch no es tocada con las manos desnudas antes de soltarla, ni siquiera el fabricante, que lleva guantes. Lleva un encantamiento mediante el cual puede identificar al primer humano que posa sus manos en ella, para casos de capturas disputadas. Esta Snitch -sostuvo en alto la diminuta bola dorada- recordará tu tacto, Potter.
-Se me ocurre que Dumbledore, que tenía prodigiosas habilidades mágicas, a pesar de otros defectos, podría haber encantado esta Snitch para que se abriera solo para ti.
El corazón de Harry estaba latiendo bastante rápido. Estaba seguro de que Scrimgeour tenía razón. ¿Cómo evitar coger la Snitch con las manos desnudas delante del Ministro?
-No dices nada -dijo Scrimgeour-. ¿Quizás ya sabes lo que contiene la Snitch?
-No, -dijo Harry, todavía preguntándose como podía fingir tocar la Snitch sin hacerlo realmente. Si al menos supiera Legilemencia, si la dominara realmente, y pudiera leer la mente de Hermione; prácticamente podía oir como zumbaba su cerebro tras él.
-Cógela -dijo Scrimgeour tranquilamente.
Harry encontró la mirada de los ojos amarillos de Ministro y supo que no tenía más opción que obedecer. Extendió la mano, Y Scrimgeour se inclinó hacia adelante de nuevo y colocó la Snitch lenta y deliberadamente, en la palma de Harry.
No ocurrió nada. Cuando los dedos de Harry se cerraron alrededor de la Snitch, las cansadas alas revolotearon y se quedó quieta. Scrimgeour, Ron y Hermione continuaron mirando ávidamente a la ahora parcialmente oculta bola, como si todavía esperaran que pudiera transformarse de algún modo.
-Eso ha sido dramático -dijo Harry serenamente. Ron y Hermione rieron.
-Eso es todo entonces, ¿verdad? -preguntó Hermione, desatascándose del sofá.
-No del todo -dijo Scrimgeour, que ahora parecía de mal humor-. Dumbledore te dejó un segundo legado, Potter.
-¿Qué es? -preguntó Harry, la excitación se reavivó.
Scrimgeour no se molestó en leer el testamento esta vez.
-La espada de Godric Gryffindor -dijo. Hermione y Ron se tensaron. Harry miró alrededor buscando una señal de la empuñadura incrustada de rubíes, pero Scrimgeour no sacó la espada de la bolsa de cuero, que en cualquier caso parecía demasiado pequeña para contenerla.
-¿Y dónde está? -preguntó Harry suspicazmente.
-Desafortunadamente -dijo Scrimgeour- esa espada no era de Dumbledore para regalarla. La espada de Godric Gryffindor es un importante artefacto histórico, y como tal, pertenece a...
-¡Pertenece a Harry! -dijo Hermione acaloradamente-. Ella le eligió a él, él fue quien la encontró, salió para él del Sombrero Selec...
-De acuerdo con fuentes históricas de confianza, la espada puede presentarse para cualquier Gryffindor digno, -dijo Scrimgeour-. Eso no la hace de la exclusiva propiedad del Señor Potter, fuera lo que fuera lo que Dumbledore decidiera.-Scrimgeour se rascaba su mal afeitada mejilla, escudriñando a Harry-. ¿Por qué crees...?
-¿... que Dumbledore quiso darme a mí la espada? -dijo Harry, luchando por contener su temperamento-. Quizás pensó que quedaría bien en mi pared.
-¡Esto no es una broma, Potter! -gruñó Scrimgeour-. ¿Fue porque Dumbledore creía que solo la espada de Godric Gryffindor podría derrotar al Heredero de Slytherin? ¿Quiso darte la espada, Potter, porque creía, como tantos otros, que tú eras el destinado a destruir a Quien-no-debe-ser-nombrado?
-Interesante teoría -dijo Harry-. ¿Alguien ha intentado atravesar a Voldemort con una espada? Quizás el Ministerio debería poner a alguna gente a ello, en vez de malgastar su tiempo examinando Desiluminadores y encubriendo fugas de Azkaban. ¿Eso es lo que ha estado haciendo, Ministro, encerrado en su oficina, intentando abrir a la fuerza una Snitch? La gente está muriendo... yo casi fui uno de ellos... Voldemort me persiguió a través de tres condados, mató a Ojoloco Moody, pero ni una palabra sobre eso desde el Ministerio, ¿verdad? ¡Y todavía espera que cooperemos con usted!
-¡Has ido demasiado lejos! -gritó Scrimgeour, poniéndose en pie. Harry saltó sobre sus pies también. Scrimgeour cojeó hacia Harry y le pinchó con fuerza en el pecho con la punta de su varita. Esta chamuscó un agujero en la camiseta de Harry como hubiera hecho un cigarrillo encendido.
-¡Eh! -dijo Ron, levantándose de un salto y alzando su varita, pero Harry dijo:
-¡No! ¿Quieres darle una excusa para arrestarnos?
-Recordando que ya no estás en la escuela, ¿verdad? -dijo Scrimgeour respirando con fuerza en la cara de Harry-. ¿Recordando que yo no soy Dumbledore, que perdonaba tu insolencia e insubordinación? Puedes llevar esa cicatriz en la frente como una corona, Potter, ¡pero ningún chico de diecisiete años va a decirme como hacer mi trabajo. ¡Ya es hora de que aprendas respeto!
-Ya es hora de que usted se lo gane -dijo Harry.
El suelo tembló, se oyó un sonido de pies a la carrera, entonces la puerta del salón se abrió de repente y el Señor y la Señora Weasley entraron corriendo.
-Nosotros... creímos oir... -empezó el Señor Weasley, que parecía realmente alarmado ante la visión de Harry y el Ministro virtualmente nariz con nariz.
-... que se alzaban voces, -jadeó la Señora Weasley.
Scrimgeour dio un par de pasos atrás alejándose de Harry, mirando fijamente al agujero que le había hecho en la camisa. Parecía arrepentido por haber perdido el control.
-No... no fue nada, -gruñó-. Yo... lamento tu actitud -dijo, mirando a Harry directamente a la cara una vez más-. Pareces creer que el Ministerio no desea lo que tú... lo que Dumbledore... deseaba. Debemos trabajar juntos.
-No me gustan sus métodos, Ministro -dijo Harry-. ¿Recuerda?
Por segunda vez, alzó el puño derecho y mostró a Scrimgeour la cicatriz que todavía aparecía blanca en el dorso de la misma, diciendo No debo decir mentiras. La expresión de Scrimgeour se endureció. Se giró sin otra palabra y salió cojeando de la habitación. La señora Weasley se apresuró tras él. Harry la oyó detenerse en la puerta trasera. Después de un minuto o así gritó-. ¡Se ha ido!
-¿Que quería? -preguntó el Señor Weasley, mirando a Harry, Ron y Hermione mientras la Señora Weasley volvía apresuramente.
-Darnos lo que Dumbledore nos dejó -dijo Harry-. Acaban de liberar el contenido de su testamento.
Fuera, en el jardín, los tres objetos que Scrimgeour les había dado pasaron de mano en mano. Todo el mundo exclamó ante el Desiluminador y Los Cuentos de Beedle el Bardo y lamentaron el hecho de que Scrimgeour se hubiera negado a entregar la espada, pero ninguno de ellos pudo ofrecer una sugerencia sobre por qué Dumbledore le había dejado a Harry una vieja Snitch. Cuando el Señor Weasley examinaba el Desiluminador por tercera o cuarta vez, la Señora Weasley dijo tentativamente.
-Harry, querido, todo el mundo está horriblemente hambriento pero no queríamos empezar sin ti... ¿Servimos la cena ya?
Todos comieron bastante rápido y después de un apresurado coro de "Cumpleaños Feliz" y mucho engullir tarta, la fiesta terminó. Hagrid, que había sido invitado a la boda al día siguiente, pero era demasiado grande como para dormir en la atestada Madriguera, se marchó para montar una tienda de campaña en un campo vecino.
-Encontrémonos arriba -susurró Harry a Hermione mientras ayudaban a la Señora Weasley a restaurar el jardín a su estado normal-. Cuando todo el mundo se haya ido a la cama.
Arriba en la habitación del ático, Ron examinó su Desiluminador, y Harry llenó la bolsa de piel de topo de Hagrid, no con oro, sino con las cosas que más apreciaba aunque eran cosas aparentemente sin valor como el Mapa del Merodeador, el pedazo del espejo encantado de Sirius, y el guardapelo de R.A.B. Cerró bien el cordel y se deslizó la bolsa alrededor del cuello, después se sentó sujetando la vieja Snitch y observando sus alas revolotear febrilmente. Al fin, Hermione llamó a la puerta y entró de puntillas.
-Muffiato -susurró, ondeando la varita en dirección a las escaleras.
-Creía que no aprobabas ese hechizo -dijo Ron.
-Los tiempos cambian -dijo Hermione-. Ahora muéstranos el Desiluminador.
Ron accedió al instante. Sujetándolo delante de el, lo accionó. La lámpara solitaria que tenían se apagó al instante.
-La cosa es -susurró Hermione en la oscuridad- que podríamos haber logrado esto con Polvo Peruano de Oscuridad Instantánea.
Se oyó un pequeño click, y la bola de luz de la lámpara voló de vuelta al techo y los iluminó una vez más.
-Aún así, es genial, -dijo Ron, un poco a la defensiva-. ¡Y por lo que dicen lo inventó el propio Dumbledore!
-Lo sé pero, ¡seguramente no te habría mencionado en su testamento solo para ayudarnos a encender las luces!
-¿Crees que sabía que el Ministerio confiscaría su testamento y examinaría todo lo que nos dejara? -preguntó Harry.
-Definitivamente, -dijo Hermione-. No podía decirnos en el testamento por qué nos dejaba estas cosas, pero tiene que haber una explicación...
-¿... por qué no nos habrá dado una pista cuando estaba vivo? -preguntó Ron.
-Bueno, exacto, -dijo Hermione, ahora ojeando las páginas de Los Cuentos de Beedle el Bardo-. Si estas cosas son lo bastante importantes como para pasárnoslas bajo las narices del Ministerio, cualquiera pensaría que nos habría hecho saber por qué... ¿a menos que creyera que era obvio?
-Se equivocó entonces, ¿verdad? -dijo Ron-. Siempre dije que estaba chalado. Brillante y todo eso, pero como una cabra. Dejar a Harry una vieja Snitch... ¿a qué demonios viene eso?
-No tengo ni idea -dijo Hermione-. ¡Cuando Scrimgeour te hizo cogerla, Harry, estaba tan segura de que iba a pasar algo!
-Si, bueno -dijo Harry, su pulso se aceleró cuando alzó la Snitch entre los dedos-. No iba a intentarlo demasiado delante de Scrimgeour, ¿verdad?
-¿Qué quieres decir? -preguntó Hermione.
-La Snitch capturada en mi primer partido de Quidditch -dijo Harry- ¿No lo recuerdas?
Hermione parecía simplemente aturdida. Ron, sin embargo, jadeó, señalando frenéticamente de Harry a la Snitch y otra vez de vuelta hasta que encontró la voz.
-¡Es la que casi te tragaste!
-Exactamente, -dijo Harry, y con el corazón acelerado, presionó la boca contra la Snitch.
No se abrió. Frustración y amarga desilusión fluyeron de su interior. Bajó la dorada esfera, pero entonces Hermione gritó.
-¡Hay algo escrito! ¡Hay algo escrito en ella, rápido, mira!
Casi dejó caer la Snitch por la sorpresa y la excitación. Hermione tenía toda la razón. Grabadas sobre la dorada superficie, donde segundos antes no había habido nada, habían cinco palabras escritas con la fina y sesgada caligrafía que Harry reconoció como la de Dumbledore.
Abro lo que está cerrado.
Apenas había leído las palabras cuando estas se desvanecieron de nuevo.
-Abro lo que está cerrado... ¿Qué se supone que significa eso?
Hermione y Ron sacudieron las cabezas, parecían en blanco.
-Abro lo que está cerrado... lo que está cerrado… abro lo que está cerrado...
Pero sin importar cuantas veces repitieron las palabras, con cuantas inflexiones diferentes, fueron incapaces de arrancarles ningún significado.
-Y la espada -dijo Ron finalmente, cuando tuvieron al fin que abandonar sus intentos de adivinar el significado de la inscripción de la Snitch.
-¿Por qué querría darle a Harry la espada?
-¿Y por qué no me lo dijo simplemente? -dijo Harry calladamente-. ¡Yo estaba allí, la espada estaba justo ahí en la pared de su oficina durante todas nuestras charlas del curso pasado! ¿Si quería que yo la tuviera, entonces por qué no me la dio sin más?
Sentía como si estuviera allí sentado en un examen con una pregunta que debía haber sido capaz de contestar ante él, con el cerebro lento y negándose a responder. ¿Se había perdido algo en las largas charlas con Dumbledore el año pasado? ¿Debía haber sabido lo que significaba todo? ¿Dumbledore había esperado que lo entendiera?
-Y por lo que respecta a este libro, -dijo Hermione-. Los Cuentos de Beedle el Bardo... ¡nunca había oído hablar de ellos!
-¿Nunca has oído hablar de Los Cuentos de Beddle el Bardo? -dijo Ron incrédulamente-. Está bromeando, ¿verdad?
-No, en serio, -dijo Hermione sorprendida-. ¿Los conoces?
-¡Bueno, por supuesto que si!
Harry levantó la mirada, divertido. La circunstancia de que Ron hubiera leído un libro que Hermione no conocía no tenía precedentes. Ron, sin embargo, parecía aturdido por la sorpresa de los otros dos.
-¡Oh, vamos! Se supone que todos los cuentos para niños están en el libro de Beedle, ¿verdad? "La Fuente de la Buena Fortuna!... "El mago y la Marmita Saltarina"... Babbitty Rabbitty y su Muñón Cacareante"...
-¿Perdón? -dijo Hermione con una risita-. ¿Qué fue eso último?
-¡Venga! -dijo Ron, mirando con incredulidad de Harry a Hermione-. Debéis haber oído hablar de Babbitty Rabbitty...
-¡Ron, sabes muy bien que Harry y yo fuimos criados por muggles! -dijo Hermione-. No oíamos historias como esas cuando éramos pequeños, oíamos "Blancanieves y los siete enanitos" y "Cenicienta"...
-¿Qué es eso, una enfermedad? -preguntó Ron.
-¿Así que son cuentos para niños? -preguntó Hermione, inclinada sobre las runas.
-Si -dijo Ron inciertamente-. Quiero decir, lo que acabas de oír, ya sabes, todas esas viejas historias provienen de Beedle. Supongo que es algo así como la versión original.
-Pero me pregunto por qué Dumbledore pensó que yo debía leerlas.
Algo crujió escaleras abajo.
-Probablemente es solo Charlie, ahora que Mamá está durmiento, escabulléndose para hacer que le vuelva a crecer el pelo -dijo Ron nerviosamente.
-Da igual, deberíamos irnos a la cama -susurró Hermione-. Mañana no habrá tiempo para dormir.
-No -estuvo de acuerdo Ron-. Un brutal triple asesinato llevado a cabo por la madre del novio podría apagar un poco la boda. Apagaré la luz.
Y accionó el Desiluminador una vez más mientras Hermione abandonaba la habitación.




























Capítulo 8

LA BODA


A las tres de la tarde del día siguiente, Harry, Ron, Fred y George estaban en el exterior de una gran carpa en el jardín, esperando a los invitados a la boda. Harry había tomado una larga dosis de Poción Multijugos y ahora era el doble de un chico muggle pelirrojo del pueblo, Ottery St. Catchpole, del que Fred había robado cabellos utilizando un Encantamiento Convocador. El plan era presentar a Harry como el «primo Barny» y confiar en que la gran cantidad de familiares Weasley le ocultasen.
Los cuatro sujetaban un plan de distribución de asientos, para poder ayudar a la gente a encontrar los sitios correctos. Un grupo de camareros vestidos de blanco había llegado hacía una hora, junto con una banda con chaquetas doradas. En ese momento todos estos magos estaban sentados a corta distancia bajo un árbol; Harry podía ver un rastro azulado de humo de pipa saliendo del lugar.
Detrás de Harry, la entrada a la carpa presentaba filas y filas de frágiles sillas doradas dispuestas a ambos lados de una larga alfombra púrpura. Los soportes de la carpa estaban adornados con flores entrelazadas blancas y doradas. Fred y George habían colocado un enorme montón de globos dorados sobre el punto exacto donde Bill y Fleur serían próximamente marido y mujer. Fuera, mariposas y abejas planeaban perezosas sobre la hierba y el seto. Harry estaba bastante incómodo. El chico muggle por quien se estaba haciendo pasar era ligeramente más gordo que él, y sentía su túnica de gala calurosa y apretada bajo el calor intenso del día veraniego.
—Cuando me case —dijo Fred, tirando del cuello de su propia túnica—, no me preocuparé por todas estas tonterías. Todos podréis llevar lo que queráis, y le haré a mamá una Inmovilización Total hasta que todo termine.
—Considerándolo todo, no estaba tan mal esta mañana —dijo George—. Lloró un poco al ver que Percy no estaría, ¿pero quién le quiere aquí? Oh, vaya, preparaos… aquí vienen, mirad.
Figuras de colores brillantes iban apareciendo, una por una, por todas partes en el extremo más alejado del jardín. En pocos minutos se formó una procesión, que empezó a serpentear por el jardín hacia la carpa. Flores exóticas y pájaros encantados se agitaban en los sombreros de las brujas, mientras gemas preciosas brillaban en las corbatas de muchos magos; el zumbido del excitado parloteo se volvió cada vez más fuerte, ahogando el sonido de las abejas, mientras la multitud se aproximaba a la tienda.
—Excelente, creo que veo a algunas primas veela —dijo George, estirando el cuello para ver mejor—. Necesitarán ayuda para entender nuestras costumbres inglesas, yo me ocuparé de ellas…
—No tan rápido, Su santidad —dijo Fred, y adelantando con rapidez al grupo de brujas de mediana edad que lideraba la procesión, dijo—: Aquí… permettez-moi que assister vous —a un par de guapas francesas, que rieron tontamente y le permitieron que las escoltase al interior. George se quedó para encargarse de las brujas de mediana edad y Ron se ocupó de Perkins, viejo compañero del Ministerio del señor Weasley, mientras que una pareja bastante sorda acabó en el grupo de Harry.
—¿Qué hay? —dijo una voz familiar cuando salió nuevamente de la carpa y se encontró a Tonks y Lupin al frente de la cola. Ella se había puesto rubia para la ocasión—. Arthur nos dijo que eras el del pelo rizado. Siento lo de ayer por la noche —añadió en un susurro mientras Harry los guiaba por el pasillo interior—. En este momento el Ministerio está siendo muy anti-hombres lobo y creímos que nuestra presencia no te vendría demasiado bien.
—Está bien. Lo entiendo —dijo Harry, hablando más para Lupin que para Tonks. Lupin le lanzó una rápida sonrisa, pero cuando se dieron la vuelta, Harry vio de nuevo líneas de sufrimiento en su cara. No lo entendía, pero no tenía tiempo de insistir en el problema. Hagrid estaba causando bastantes líos. Había malinterpretado las instrucciones de Fred, y se había sentado, no en el asiento mágicamente alargado y reforzado colocado para él en la fila de atrás, sino en cinco sitios que ahora parecían una gran pila dorada de palillos.
Mientras el señor Weasley reparaba los daños y Hagrid gritaba pidiendo disculpas a cualquiera que escuchase, Harry se apresuró a la entrada, donde encontró a Ron cara a cara con un mago con aspecto de lo más excéntrico. Con los ojos ligeramente bizcos y cabello blanco por los hombros de textura de algodón dulce, llevaba una capa cuya borla colgaba frente a su nariz y una túnica de un color amarillo yema que hacía llorar los ojos. Un símbolo raro, algo como un ojo triangular, brillaba en una cadena alrededor de su cuello.
—Xenophilius Lovegood —dijo, extendiendo la mano hacia Harry—, mi hija y yo vivimos justo al otro lado de la colina, los buenos Weasleys han sido tan amables de invitarnos. Pero creo que conoces a mi Luna —añadió hacia Ron.
—Sí —dijo Ron—. ¿No está con usted?
—Se quedó un rato en ese pequeño jardín tan encantador para saludar a los gnomos, ¡una plaga tan gloriosa! Qué pocos magos se dan cuenta de cuánto podemos aprender de los pequeños y sabios gnomos… o para darles su nombre correcto, los Gernumbli gardensi.
—Los nuestros saben un montón de excelentes palabrotas —dijo Ron—, pero creo que esas se las enseñaron Fred y George.
Se llevó a un grupo de magos al interior de la carpa justo cuando Luna aparecía.
—¡Hola, Harry! —dijo.
—Eh… mi nombre es Barny —dijo Harry, desconcertado.
—Oh, ¿también te has cambiado eso? —preguntó radiante.
—¿Cómo sabes…?
—Oh, simplemente por tu expresión —dijo.
Como su padre, Luna llevaba una túnica amarilla brillante, que había complementado con un largo girasol en la cabeza. Una vez que uno superaba la brillantez de todo el conjunto, el efecto general era bastante agradable. Por lo menos no tenía rábanos colgando de las orejas.
Xenophilius, que estaba en plena conversación con un conocido, se había perdido el intercambio entre Luna y Harry. Despidiéndose del mago, se giró hacia su hija, que levantó un dedo y dijo:
—Papi, mira… ¡uno de los gnomos realmente me mordió!
—¡Qué maravilloso! La saliva de gnomo es enormemente beneficiosa —dijo el señor Lovegood, agarrando el dedo estirado de Luna y examinando las marcas que sangraban—. Luna, mi amor, si sintieras algún talento floreciente hoy —quizás un inesperado impulso de cantar ópera o declamar en sirenio— ¡no lo reprimas! ¡Puede que hayas sido bendecida con los Gernumblies!
Ron, que pasaba junto a ellos en dirección contraria, dejó escapar un sonoro bufido.
—Ron puede reírse —dijo Luna con serenidad mientras Harry la conducía con Xenophilius hacia sus asientos—, pero mi padre ha investigado mucho acerca de la magia Gernumbli.
—¿De verdad? —dijo Harry, que hacía mucho había decidido no enfrentarse a las particulares ideas de Luna o su padre—. ¿Estás segura que no quieres echarle nada a ese mordisco?
—Oh, está bien —dijo Luna, chupándose el dedo de forma soñadora y mirando a Harry de arriba abajo—. Pareces listo. Le dije a Papi que mucha gente probablemente llevaría túnicas de gala, pero él cree que a una boda se deberían llevar colores de sol, para la suerte, ya sabes.
Cuando se alejó con su padre, Ron apareció con una bruja anciana agarrándole el brazo. Su puntiaguda nariz, ojos bordeados de rojo y sombrero rosa de plumas la hacían parecer un flamenco malhumorado.
—… y tu pelo es demasiado largo, Ronald, por un momento pensé que eras Ginevra. Por las barbas de Merlin, ¿qué lleva puesto Xenophilius Lovegood? Parece una tortilla. ¿Y quién eres tú? —ladró hacia Harry.
—Oh, sí, tía Muriel, este es nuestro primo Barny.
—Otro Weasley. Os reproducís como gnomos. ¿No está Harry Potter aquí? Esperaba conocerlo. Creía que era amigo tuyo, Ronald, ¿o simplemente estabas alardeando?
—No… no podía venir…
—Hmm. Puso una excusa, ¿eh? No es tan corto de entendederas como parece en esas fotografías, entonces. Acabo de instruir a la novia en cómo llevar mi tiara —le gritó a Harry—. La fabricaron los gnomos, sabes, y lleva en mi familia varios siglos. Es una chica guapa, pero aún así… francesa. Bien, bien, encuéntrame un buen sitio, Ronald. Tengo ciento siete años y no debo estar demasiado tiempo de pie.
Ron le lanzó a Harry una mirada significativa al pasar y no reapareció durante bastante rato. Cuando se volvieron a encontrar en la entrada, Harry había llevado a una docena de personas más a sus asientos. La carpa ahora estaba casi llena, y por primera vez no había cola fuera.
—Muriel es una pesadilla —dijo Ron, limpiándose la frente con la manga—. Solía venir cada año por Navidad, entonces, gracias a Dios, se molestó porque Freg y George tiraron una bomba fétida bajo su silla durante la cena. Papá siempre dice que ella los quitará de su testamento… como si les importase, van a acabar más ricos que cualquiera en la familia, a la velocidad que van… Guau —añadió, parpadeando con bastante rapidez al ver a Hermione yendo con prisa hacia ellos—. ¡Estás genial!
—Siempre con tono de sorpresa —dijo Hermione, aunque sonrió. Llevaba una túnica suelta de color lila, con sandalias de tacón alto a juego; su pelo estaba liso y brillante—. Tu tátara tía abuela Muriel no está de acuerdo, acabo de verla en el piso de arriba mientras le daba a Fleur la tiara. Dijo, “Oh cariño, ¿esta es la hija de muggles?” y siguió “mala postura y codos delgaduchos”.
—No te lo tomes como algo personal, es ruda con todo el mundo —dijo Ron.
—¿Habláis de Muriel? —inquirió George, reapareciendo de la carpa con Fred—. Sí, justo me acaba de decir que mis orejas están torcidas. Viejo murciélago. Aunque desearía que el viejo tío Bilius estuviera todavía con nosotros; era una risa segura en las bodas.
—¿No fue el que vio un grim y murió veinticuatro horas después? —preguntó Hermione.
—Bueno sí, se volvió un poco raro al final —concedió George.
—Pero antes de volverse loco era la vida y alma de la fiesta —dijo Fred—. Solía beberse una botella entera de whisky de fuego, después corría a la pista de baile, se levantaba la túnica, y empezaba a sacar ramos de flores de su…
—Sí, parece auténticamente encantador —dijo Hermione, mientras Harry se reía a carcajadas.
—Nunca se casó, por alguna razón —dijo Ron.
—Me asombráis —dijo Hermione.
Se estaban riendo tanto que ninguno notó un invitado que llegó tarde, un joven de cabello negro con una larga y curvada nariz, gruesas cejas negras, hasta que le dio a Ron su invitación y dijo, con sus ojos en Hermione: —Estás «marravillosa».
—¡Viktor! —gritó ella, y dejó caer su pequeño bolso adornado con cuentas, que hizo un sonoro y seco ruido, bastante desproporcionado con su tamaño. Mientras se revolvía, sonrojándose, para recogerlo, dijo—: No sabía que fueses a… Dios… es muy agradable ver… ¿cómo estás?
Las orejas de Ron se habían puesto de nuevo de un rojo brillante. Después de echar un vistazo a la invitación de Krum como si no creyera ni una palabra de ella, dijo, en voz demasiado alta: —¿Cómo es que estás aquí?
—Fleur me invitó —dijo Krum, levantando las cejas.
Harry, que no le guardaba ningún rencor a Krum, le dio la mano; entonces, sintiendo que sería prudente sacar a Krum de las proximidades de Ron, se ofreció a enseñarle su asiento.
—Tu amigo no está muy contento de «verrme» —dijo Krum mientras entraba en la ahora llena carpa—. ¿O es un «familiarr»? —añadió con una mirada al cabello rizado de Harry.
—Primo —farfulló Harry, pero en realidad Krum no estaba escuchando. Su aparición estaba causando alboroto, especialmente entre las primas veela. Después de todo, era un famoso jugador de Quidditch. Mientras la gente seguía estirando el cuello para echarle un buen vistazo, Ron, Hermione, Fred y George llegaron apresuradamente al pasillo.
—Tiempo de sentarse —le dijo Fred a Harry—, o nos va a atropellar la novia.
Harry, Ron y Hermione ocuparon sus asientos en la segunda fila detrás de Fred y George. Hermione estaba bastante sonrojada y las orejas de Ron todavía estaban coloradas. Después de un momento, le murmuró a Harry: —¿Has visto que se ha convertido en un estúpido osito?
Harry dejó escapar un gruñido evasivo.
Una sensación de nerviosa anticipación había llenado la cálida tienda, el murmullo general roto por brotes ocasionales de risas excitadas. El señor y la señora Weasley avanzaron por el pasillo, sonriendo y saludando con las manos a sus familiares; el señor Weasley llevaba un nuevo conjunto de túnica color amatista con un sombrero a juego.
Un momento después Bill y Charlie se encontraban al frente de la carpa, ambos llevando túnicas de gala, con grandes rosas blancas en las solapas; Fred silbó con admiración y hubo un estallido de risitas de las primas veela. Entonces la multitud se quedó en silencio cuando la música empezó a salir de lo que parecían ser los globos dorados.
—Ooooh —dijo Hermione, girándose en su asiento para mirar a la entrada.
Un colectivo y enorme suspiro salió de las brujas y magos reunidos cuando Monsieur Delacour y su hija empezaron a caminar por el pasillo, Fleur deslizándose, Monsieur Delacour dando saltitos y sonriendo radiante. Fleur llevaba una túnica blanca muy simple y parecía estar emitiendo un fuerte brillo plateado. Mientras su resplandor normalmente apagaba a los otros por comparación, hoy embellecía a todos sobre los que caía. Ginny y Gabrielle, ambas con túnicas doradas, parecían incluso más guapas de lo habitual, y una vez que Fleur lo alcanzó, Bill parecía que nunca hubiese conocido a Fenrir Greyback.
—Damas y caballeros —dijo una voz ligeramente cantarina, y con una ligera conmoción, Harry vio al mismo mago bajito y de pelo ralo que había presidido el funeral de Dumbledore, ahora situado enfrente de Bill y Fleur—. Estamos reunidos hoy aquí para celebrar la unión de dos almas fieles…
—Sí, mi tiara hace resaltar todo eso muy bien —dijo la tía Muriel en un susurro que se oyó bastante fuerte—. Pero debo decir, la túnica de Ginevra tiene un corte demasiado bajo.
Ginny miró alrededor, sonriendo de oreja a oreja, guiñándole un ojo a Harry, después rápidamente se volvió al frente de nuevo. La mente de Harry divagó bastante lejos de la carpa, de vuelta a las tardes pasadas con Ginny en algunos sitios solitarios de los terrenos del castillo. Parecía haber sucedido hace tanto; siempre habían parecido demasiado buenas para ser verdad, como si hubiese estado robando horas brillantes de la vida normal de otra persona, una persona sin una cicatriz en forma de rayo en la frente…
—William Arthur Weasley, ¿tomas a Fleur Isabelle…?
En la primera fila, la señora Weasley y Madame Delacour estaban sollozando en silencio en trozos de encaje. Sonidos como de trompeta que sonaron en la parte de atrás de la carpa le dijeron a todos que Hagrid había sacado uno de sus pañuelos del tamaño de un mantel. Hermione se giró y sonrió radiante a Harry; sus ojos también estaban llenos de lágrimas.
—… entonces os declaro unidos de por vida.
El mago de pelo ralo movió su varita por encima de las cabezas de Bill y Fleur y un chorro de estrellas plateadas cayó sobre ellos, moviéndose en espirales alrededor de las ahora entrelazadas figuras. Mientras Fred y George encabezaban un aplauso, los globos dorados suspendidos estallaron: pájaros del paraíso y pequeñas campanas doradas volaron y flotaron sobre ellos, añadiendo sus canciones y gorjeos al estruendo.
—¡Damas y caballeros! —llamó el mago de pelo raro—. ¡Si hacen el favor de levantarse!
Todos lo hicieron, la tía Muriel refunfuñando de manera audible; el mago agitó nuevamente la varita. Los asientos en los que se habían sentado se elevaron graciosamente en el aire al tiempo que los lienzos de las paredes de la carpa se desvanecían, de modo que se quedaron bajo un dosel soportado por postes dorados, con una gloriosa vista del jardín iluminado por el sol y la campiña circundante. Después, una piscina de oro fundido se extendió desde el centro de la tienda para formar una brillante pista de baile; las sillas suspendidas se agruparon alrededor de pequeñas mesas con manteles blancos, y todas flotaron grácilmente de nuevo a la tierra, y la banda con chaquetas doradas se dirigió hacia un podio.
—Perfecto —dijo Ron con aprobación cuando los camareros aparecieron por todos lados, algunos llevando bandejas con zumo de calabaza, cerveza de mantequilla y whisky de fuego, otros tambaleándose con pilas de tartas y sándwiches.
—Deberíamos ir y felicitarlos —dijo Hermione, poniéndose de puntillas para ver el lugar donde Bill y Fleur habían desaparecido en medio de una multitud que les deseaba lo mejor.
—Tendremos tiempo después —Ron se encogió de hombros, agarrando tres cervezas de mantequilla de una bandeja que pasaba y dándole una a Harry—. Hermione, agárrate, cojamos una mesa… ¡No allí! En ningún sitio cerca de Muriel…
Ron encabezó el recorrido a través de la vacía pista de baile, mirando a derecha e izquierda al avanzar; Harry estaba seguro que estaba pendiente de Krum. En el momento que alcanzaron el otro lado de la carpa, la mayoría de las mesas estaban ocupadas: la más vacía era en la que Luna se sentaba sola.
—¿Está bien si nos unimos a ti? —preguntó Ron.
—Oh, sí —dijo ella con felicidad—. Papi fue a darle a Bill y Fleur nuestro regalo.
—Qué es, ¿provisiones para toda la vida de gurdirraíz? —preguntó Ron.
Hermione le dirigió una patada bajo la mesa, pero se equivocó y golpeó a Harry. Con los ojos lagrimeando de dolor, Harry perdió el hilo de la conversación durante unos minutos.
La banda había empezado a tocar; Bill y Fleur fueron los primeros en salir a la pista de baile, causando un gran aplauso; después de un rato, el señor Weasley llevó a Madame Delacour a la pista, seguido de la señora Weasley y el padre de Fleur.
—Me gusta esta canción —dijo Luna, balanceándose al ritmo del vals, y unos pocos segundos después se levantó y se deslizó hacia la pista de baile, donde empezó a girar, sola, con los ojos cerrados y ondeando los brazos.
—¿Es genial, verdad? —dijo Ron con admiración—. Siempre valiente.
Pero la sonrisa se borró de su cara al momento: Viktor Krum se había sentado en el sitio vacío dejado por Luna. Hermione parecía placenteramente nerviosa pero esta vez Krum no había venido a hacerle cumplidos. Con la cara ceñuda, dijo: —¿Quién es ese hombre de «amarrillo»?
—Es Xenophilius Lovegood, el padre de una amiga nuestra —dijo Ron. Su tono beligerante indicaba que no se iban a reír de Xenophilius, a pesar de la obvia provocación—. Ven a bailar —añadió abruptamente hacia Hermione.
Ella pareció sorprendida, pero también complacida, y se levantó. Desaparecieron juntos en la creciente multitud de la pista de baile.
—Ah, ¿«ahorra» están juntos? —preguntó Krum, momentáneamente distraído.
—Eh… algo así —dijo Harry.
—¿Quién «erres» tú? —preguntó Krum.
—Barny Weasley.
Se dieron la mano.
—«Barrny», tú… ¿conoces bien a este Lovegood?
—No, lo conocí hoy. ¿Por qué?
Krum frunció el ceño por encima de su bebida, mirando a Xenophilius, que estaba charlando con varios magos al otro lado de la pista.
—«Porrque» —dijo Krum—, si no es un invitado de Fleur, lo «retarría» a un duelo, aquí y ahora, por llevar ese inmundo símbolo en su pecho.
—¿Símbolo? —preguntó Harry, también mirando hacia Xenophilius. El extraño ojo triangular brillaba en su pecho—. ¿Por qué? ¿Qué tiene de malo?
—Grindelwald. Es el símbolo de Grindelwald.
—Grindelwald… ¿el mago tenebroso que Dumbledore derrotó?
—Exacto.
Los músculos de la mandíbula de Krum se cerraron como si estuviera masticando chicle, entonces dijo:
—Grindelwald mató a mucha gente, mi abuelo, por ejemplo. Por supuesto, nunca fue «poderroso» en este país, decían que temía a «Dumbledorre»… y con razón, viendo como «terrminó» con él. «Perro» ese… —apuntó con el dedo a Xenophilius— ese es su símbolo, lo reconocí al momento: Grindelwald lo talló en una «parred» de Durmstrang, de donde «erra» estudiante. Algunos idiotas lo «copiarron» en sus «librros» y ropas pensando en «sorrprrender», «hacerrse» «imprresionantes»… hasta que los que habíamos «perrdido» «familiarres» a manos de Grindelwald les dimos una lección.
Krum apretó los nudillos de forma amenazadora y le frunció el ceño a Xenophilius. Harry se sentía perplejo. Parecía increíblemente imposible que el padre de Luna fuese un seguidor de las Artes Oscuras, y nadie más en la carpa parecía haber reconocido la triangular forma con runas.
—¿Estás… eh… bastante seguro de que es de Grindelwald…?
—No estoy equivocado —dijo Krum con frialdad—. Caminé al lado de ese símbolo «durrante» años. Lo conozco bien.
—Bueno, hay la opción —dijo Harry—, de que Xenophilius en realidad no sepa lo que significa el símbolo, los Lovegood son bastante… raros. Fácilmente podría haberlo recogido de algún lado y pensar que era una muestra representativa de un snorkack de cuerno arrugado o algo así.
—¿Una «muestrra» «reprresentativa» de un qué?
—Bueno, no sé lo que son, pero aparentemente él y su hija se van de vacaciones a buscarlos…
Harry sintió que no estaba explicando muy bien a Luna y su padre.
—Esa es ella —dijo, señalando a Luna, que todavía bailaba sola, ondeando las manos alrededor de la cabeza como alguien intentando repeler mosquitos.
—¿Por qué está haciendo eso? —preguntó Krum.
—Probablemente intenta deshacerse de un wrackspurt —dijo Harry, que reconocía los síntomas.
Krum no parecía saber si Harry le estaba o no tomando el pelo. Sacó la varita del interior de su túnica y se dio golpecitos amenazantes en los muslos; unas chispas salieron del extremo.
—¡Gregorovitch! —dijo Harry en voz alta, y Krum se sobresaltó, pero Harry estaba demasiado emocionado para que le importase; el recuerdo le había vuelto al ver la varita de Krum: Ollivander cogiéndola y examinándola cuidadosamente antes del Torneo de los Tres Magos.
—¿Qué pasa con él? —preguntó Krum sospechoso.
—¡Hace varitas!
—Lo sé —dijo Krum.
—¡Hizo tu varita! Por eso pensé… Quidditch…
Krum cada vez lo miraba con más recelo.
—¿Cómo sabes que Gregorovitch hizo mi «varrita»?
—Yo… lo leí en alguna parte, creo —dijo Harry—. En una… una revista de fans —improvisó locamente, y Krum pareció apaciguarse.
—No me había dado cuenta de que alguna vez había hablado de mi «varrita» con fans —dijo.
—Entonces… eh… ¿dónde está Gregorovitch estos días?
Krum lo miró perplejo.
—Se «retirró» hace bastantes años. Fui uno de los últimos en «comprrar» una «varrita» Gregorovitch. Son las «mejorres», aunque sé, por supuesto, que «vosotrros» los «brritánicos» le concedéis mucha «imporrtancia» a Ollivander.
Harry no respondió. Fingió mirar a los que bailaban, como Krum, pero estaba pensando profundamente. Así que Voldemort estaba buscando a un célebre fabricante de varitas. Harry no tuvo que buscar muy lejos una razón. Seguramente era por lo que había hecho la varita de Harry la noche que Voldemort lo había perseguido por los cielos. La varita de acebo y pluma de fénix había conquistado a la varita prestada, algo que Ollivander no había anticipado o entendido. ¿Sabría Gregorovitch más? ¿Realmente era más hábil que Ollivander, sabía secretos de las varitas que Ollivander no conocía?
—Esa chica es muy bonita —dijo Krum, volviendo a Harry al ambiente en el que estaban. Krum estaba señalando a Ginny, que se acababa de unir a Luna—. ¿También es familiar tuya?
—Sí —dijo Harry repentinamente irritado—, y sale con alguien. Del tipo celoso. Un tío grande. No quieras enfrentarte a él.
Krum gruñó.
—¿Cuál —dijo, vaciando su copa y poniéndose nuevamente de pie—, es el punto de ser un jugador de Quidditch «interrnacional» si todas las chicas guapas están cogidas?
Y se marchó dando grandes zancadas dejando a Harry, que cogió un sándwich de un camarero que pasaba y se acercó al borde de la abarrotada pista de baile. Quería encontrar a Ron, contarle sobre Gregorovitch, pero estaba bailando con Hermione en el medio de la pista. Harry se apoyó contra uno de los postes dorados y miró a Ginny, que ahora estaba bailando con Lee Jordan, el amigo de Fred y George, intentando no sentirse resentido con la promesa que le había hecho a Ron.
Nunca antes había ido a una boda, así que no podía juzgar cómo las bodas mágicas se diferenciaban de las muggles, aunque estaba bastante seguro de que estas últimas no tendrían una tarta de bodas coronada con dos modelos de fénix que echaron a volar cuando la tarta se cortó, o botellas de champán que flotaban sin apoyo entre la multitud. Cuando la tarde fue avanzando, y las polillas empezaron a descender bajo el toldo, ahora encendido con lámparas doradas flotantes, la juerga se fue volviendo cada vez más incontrolable. Fred y George habían desaparecido en la oscuridad hacía bastante tiempo, con un par de las primas de Fleur; Charlie, Hagrid y un mago rechoncho con un sombrero de copa baja púrpura estaban cantando «Odo el Héroe» en la esquina.
Serpenteando entre la multitud para escapar de un tío borracho de Ron, que no estaba muy seguro de si Harry era o no su hijo, Harry localizó a un anciano mago sentado sólo en una mesa. Su nube de pelo blanco lo hacía parecer un viejo diente de león y estaba coronada por una capa comida por las polillas. Era vagamente familiar: estrujándose el cerebro, de repente Harry se dio cuenta de que ese era Elphias Doge, miembro de la Orden del Fénix y el escritor de la nota necrológica de Dumbledore.
Harry se acercó a él.
—¿Puedo sentarme?
—Claro, claro —dijo Doge; tenía una voz bastante aguda y sibilante.
Harry se inclinó hacia delante.
—Señor Doge, soy Harry Potter.
En un revoloteo de nervioso placer, Doge le sirvió a Harry una copa de champán.
—Pensé en escribirte —le susurró—, después de que Dumbledore… la conmoción… y para ti, estoy seguro…
Los pequeños ojos de Doge se llenaron de repentinas lágrimas.
—Vi la nota necrológica que escribió para el Diario Profeta —dijo Harry—. No me di cuenta que conocía tan bien al Profesor Dumbledore.
—Tan bien como cualquiera —dijo Doge, secándose los ojos con una servilleta—. Ciertamente lo conocía desde más tiempo, si no cuentas a Aberforth, y de alguna manera, la gente nunca parece contar a Aberforth.
—Hablando del Diario Profeta… no sé si vio, señor Doge…
—Oh, por favor, llámame Elphias, querido muchacho.
—Elphias, no sé si vio la entrevista que Rita Skeeter dio sobre Dumbledore.
La cara de Doge se invadió de un furioso rubor.
—Oh sí, Harry, la vi. Esa mujer, o buitre sería un término más apropiado, verdaderamente me atosigó para que hablase con ella. Me avergüenzo de decir que me puse bastante rudo, la llamé trucha entrometida, lo que dio como resultado, como habrás visto, calumnias sobre mi cordura.
—Bueno, en esa entrevista —continuó Harry—, Rita Skeeter dejó caer que el Profesor Dumbledore había practicado las Artes Oscuras cuando era joven.
—¡No creas una palabra de eso! —dijo Doge al instante—. ¡Ni una palabra, Harry! ¡No dejes que nada estropee tus recuerdos de Dumbledore!
Harry miró la sincera y dolorida cara de Doge, y no se sintió reconfortado, sino frustrado. ¿De verdad Doge creía que era tan fácil, que Harry simplemente escogería no creer? ¿No entendía Doge la necesidad de Harry de estar seguro, de saber todo?
Quizás Doge sospechaba cómo se sentía Harry, porque lo miró preocupado y continuó con rapidez.
—Harry, Rita Skeeter es una terrible…
Pero fue interrumpido por un estridente graznido.
—¿Rita Skeeter? Oh, me encanta, ¡siempre la leo!
Harry y Doge levantaron la mirada para ver a la tía Muriel allí parada, las plumas bailando en su cabeza, una copa de champán en su mano.
—¡Ha escrito un libro sobre Dumbledore, ya sabéis!
—Hola Muriel —dijo Doge—. Sí, justo estábamos hablando…
—¡Tú ahí! Dame tu silla, ¡que tengo ciento siete años!
Otro primo Weasley pelirrojo saltó de su asiento, con cara de alarma, y la tía Muriel giró el asiento con sorprendente fuerza y se sentó entre Doge y Harry.
—Hola otra vez Barry, o como quiera que te llames. —Le dijo a Harry—. Ahora, ¿qué estabas diciendo sobre Rita Skeeter, Elphias? ¿Sabes que escribió una biografía sobre Dumbledore? No puedo esperar para leerla. ¡Debo recordar encargarla en Flourish y Blotts!
Doge pareció rígido y solemne ante esto, pero la tía Muriel vació su copa y chasqueó los huesudos dedos a un camarero que pasaba para que le diese otra. Tomó otro largo trago de champán, eructó y luego dijo: —¡No hay necesidad de parecer un par de ranas disecadas! ¡Antes de llegar a ser tan respetado y respetable y todo eso, hubo algunos rumores muy curiosos sobre Albus!
—Propaganda mal informada —dijo Doge, volviendo a ponerse como un rábano.
—Tú dirías eso, Elphias —carcajeó la tía Muriel—. ¡Me di cuenta de cómo trataste muy por encima las bochornosas manchas en esa nota necrológica tuya!
—Siento que pienses eso —dijo Doge, todavía con más frialdad—. Te aseguro que lo estaba escribiendo desde el corazón.
—Oh, todos sabemos que venerabas a Dumbledore; ¡me atrevería a decir que todavía piensas que era un santo incluso si sale que se deshizo de su hermana squib!
—¡Muriel! —exclamó Doge.
Un escalofrío que no tenía nada que ver con el helado champán se estaba introduciendo en el pecho de Harry.
—¿Qué quieres decir? —le preguntó a Muriel—. ¿Quién dice que su hermana era una squib? Pensé que estaba enferma.
—¡Pensaste mal, entonces, eh, Barry! —dijo la tía Muriel, pareciendo encantada ante el efecto que había provocado—. De todas formas, ¿cómo puedes esperar saber algo sobre eso? Pasó muchos años antes de que incluso fueses pensado, cariño, y la verdad es que aquellos de nosotros que estábamos vivos entonces nunca supimos lo que pasó en realidad. ¡Por eso no puedo esperar a saber lo que Skeeter ha desenterrado! ¡Dumbledore mantuvo a su hermana tranquila durante demasiado tiempo!
—¡Falso! —siseó Doge—. ¡Totalmente falso!
—Nunca me contó que su hermana fuese una squib —dijo Harry, sin pensar, todavía frío interiormente.
—¿Y por qué te lo habría contado? —chilló Muriel, tambaleándose un poco en su asiento al intentar centrarse en Harry.
—La razón por la que Albus nunca hablaba de Ariana —empezó Elphias con la voz tensa por la emoción—, es, me parece, bastante clara. Estaba tan destrozado por su muerte…
—¿Por qué nadie la vio nunca, Elphias? —graznó Muriel—. ¿Por qué la mitad de nosotros nunca supo que existía, hasta que llevaron el ataúd fuera de la casa y celebraron un funeral por ella? ¿Dónde estaba el santo Albus mientras Ariana estaba encerrada en el sótano? ¡Lejos, siendo brillante en Hogwarts, y sin importarle lo que pasaba en su propia casa!
—¿Qué quiere decir, encerrada en el sótano? —preguntó Harry—. ¿Qué es esto?
Doge parecía desconsolado. La tía Muriel se carcajeó otra vez y respondió a Harry.
—La madre de Dumbledore era una mujer espantosa, simplemente espantosa. De padres muggles, aunque escuché que fingía lo contrario…
—¡Nunca fingió nada por el estilo! Kendra era una buena mujer —susurró Doge tristemente, pero la tía Muriel lo ignoró.
—… orgullosa y muy dominante, el tipo de bruja que estaría mortificada por producir una squib…
—¡Ariana no era una squib! —siseó Doge.
—¡Eso dices, Elphias, pero explica entonces, porqué nunca fue a Hogwarts! —dijo la tía Muriel. Se dio la vuelta hacia Harry—. En nuestros tiempos, a menudo los squibs eran acallados, aunque llegar al extremo de encerrar a una niña pequeña en la casa y fingir que no existía…
—¡Te estoy diciendo que eso no es lo que pasó! —dijo Doge, pero la tía Muriel continuó como una apisonadora, todavía dirigiéndose a Harry.
—A menudo enviaban a los squibs a escuelas muggles y los animaban a integrarse en la comunidad muggle… algo mucho más amable que intentar encontrarles un lugar en el mundo mágico, donde siempre serían de segunda clase, pero naturalmente a Kendra Dumbledore no se le habría pasado por la cabeza dejar ir a su hija a un colegio muggle…
—¡Ariana era delicada! —dijo Doge desesperado—. Su salud siempre fue demasiado pobre para permitirle…
—… permitirle salir de casa? —carcajeó Muriel—. ¡Y aún así nunca la llevaron a San Mungo y tampoco llamaron a ningún sanador para que la viese!
—De verdad, Muriel, ¿cómo puedes saber si…
—Para tu información, Elphias, mi primo Lancelot era sanador en San Mungo en esa época, y le dijo a mi familia en la más estricta confidencia que nunca se había visto a Ariana por allí. ¡Todo muy sospechoso, pensó Lancelot!
Doge parecía estar al borde de las lágrimas. La tía Muriel, que parecía estarse divirtiendo mucho, chasqueó los dedos para pedir más champán. Como paralizado, Harry pensó en cómo los Dursleys una vez lo habían encerrado, mantenido bajo llave, escondido fuera de la vista, todo por el crimen de ser un mago. ¿Había sufrido la hermana de Dumbledore el mismo destino pero invertido: encerrada por la falta de magia? ¿Y realmente Dumbledore la había dejado a su suerte mientras se iba a Hogwarts para mostrarse brillante y con talento?
—Ahora, si Kendra no hubiese muerto primero —continuó Muriel—, habría dicho que fue ella la que mató a Adriana…
—¡Cómo te atreves, Muriel! —gimió Doge—. ¿Que una madre mate a su propia hija? ¡Piensa en lo que estás diciendo!
—Si la madre en cuestión era capaz de encerrar a su hija durante años hasta el final, ¿por qué no? —la tía Muriel se encogió de hombros—. Pero como dije, no concuerda, porque Kendra murió antes que Adriana… de qué, nadie nunca ha estado seguro…
—Sí, Ariana pudo haber hecho un desesperado intento de liberarse y matar a Kendra en el forcejeo —dijo la tía Muriel pensativamente—. Sacude la cabeza todo lo que quieras, Elphias. Estabas en el funeral de Ariana, ¿verdad?
—Sí estaba —dijo Doge, con los labios temblorosos—, y no puedo recordar una situación más desesperadamente triste. Albus tenía el corazón roto…
—Su corazón no fue lo único. ¿No le rompió Aberforth la nariz cuando había transcurrido la mitad de la ceremonia?
Si Doge había parecido horrorizado antes de esto, no era nada comparado con cómo se veía ahora. Muriel bien podría haberle clavado un cuchillo. Ella se carcajeó ruidosamente y tomó otro trago de champán, que le bajó goteando por la barbilla.
—¿Cómo sabes…? —graznó Doge.
—Mi madre era amiga de la vieja Bathilda Bagshot —dijo la tía Muriel con alegría—. Bathilda le describió todo lo que había pasado a mi madre mientras yo escuchaba tras la puerta. Una pelea al lado del ataúd, tal como Bathilda lo contó. Aberforth gritó que era culpa de Albus que Ariana estuviese muerta y entonces lo golpeó en la cara. Según Bathilda, Albus ni siquiera se defendió, y eso ya es bastante raro. albus podría haber destruido a Aberforth en un duelo con las dos manos atadas tras la espalda.
Muriel tragó todavía más champán. Recitar aquellos viejos escándalos parecían haberla llenado de euforia tanto como habían horrorizado a Doge. Harry no sabía qué pensar, qué decir. Quería la verdad, y aún así todo lo que Doge hacía era permanecer sentado y comentar débilmente que Ariana había estado enferma. Harry apenas podía creer que Dumbledore no hubiese intervenido si semejante crueldad hubiera pasado dentro de su propia casa, y aún así indudablemente había algo raro en la historia.
—Y te diré algo más —dijo Muriel, hipando ligeramente al bajar su copa—. Creo que Bathilda le ha contado todo a Rita Skeeter. Todas esas insinuaciones en la entrevista de Skeeter sobre una importante fuente cercana a los Dumbledore… Dios sabe que ella estaba allí durante todo el asunto de Ariana, ¡y encajaría!
—¿Bathilda Bagshot? —dijo Harry—. ¿La autora de Una historia de magia?
El nombre estaba impreso en la portada de uno de los libros de Harry, aunque tenía que admitir, no de uno de los que había leído más atentamente.
—Sí —dijo Doge, agarrándose a la pregunta de Harry como un hombre a punto de morir a su heredero vivo—. Una de las historiadoras mágicas de más talento y una vieja amiga de Albus.
—Chochea bastante estos días, he oído —dijo la tía Muriel alegremente.
—Si es así, es todavía menos honorable por parte de Skeeter haberse aprovechado de ella —dijo Doge—, ¡y no se le puede dar credibilidad a cualquier cosa que Bathilda pueda haber dicho!
—Oh, hay maneras hacer que vuelvan los recuerdos, y estoy segura de que Rita Skeeter las conoce todas. —Dijo la tía Muriel—. Pero incluso si Bathilda está completamente chiflada, estoy segura de que todavía tendrá viejas fotografías, tal vez incluso cartas. Conocía a los Dumbledore desde hacía años… bien merecía un viaje al Valle de Godric, diría yo.
Harry, que estaba tomando un sorbo de cerveza de mantequilla, se atragantó. Doge lo golpeó en la espalda mientras Harry tosía, mirando a la tía Muriel con ojos llorosos. Una vez que retomó el control de su voz, preguntó: —¿Bathilda Bagshot vive en el Valle de Godric?
—¡Oh, sí, siempre ha estado allí! Los Dumbledore se mudaron después de que Percival fuese encerrado, y ella era su vecina.
—¿Los Dumbledore vivían en el Valle de Godric?
—Sí, Barry, eso es lo que acabo de decir —dijo la tía Muriel con irritación.
Harry se sintió drenado, vacío. Ni una vez en seis años, le había contado Dumbledore a Harry que ambos habían vivido y perdido seres amados en el Valle de Godric. ¿Por qué? ¿Estaban Lily y James enterrados cerca de la madre y la hermana de Dumbledore? ¿Había visitado Dumbledore sus tumbas, quizás caminado pasando las de Lily y James para hacerlo? Y ni una vez se lo había dicho a Harry… nunca se había molestado en decir…
Y por qué era tan importante, Harry no se lo podía explicar ni a sí mismo, pero aún así sentía que equivalía a una mentira no decirle que habían tenido ese lugar y esas experiencias en común. Miró hacia delante, apenas notando lo que sucedía a su alrededor, y no se dio cuenta de que Hermione había aparecido entre la multitud hasta que puso una silla a su lado.
—Simplemente no puedo bailar más —jadeó, sacándose uno de los zapatos y frotándose el talón—. Ron ha ido a buscar más cervezas de mantequilla. Es un poco raro. Acabo de ver a Viktor yéndose furioso de donde estaba el padre de Luna, parecía que habían discutido… —su voz se apagó, y lo miró fijamente—. Harry, ¿estás bien?
Harry no sabía por donde empezar, pero no importó. En ese momento, algo grande y plateado apareció cayendo del toldo sobre la pista de baile. Grácil y brillante, el lince aterrizó con suavidad en el medio de los asombrados bailarines. Las cabezas se giraron, y aquellos que estaban cerca se congelaron absurdamente en medio del baile. Entonces la boca del patronus se abrió y habló con la fuerte, profunda y lenta voz de Kingsley Shacklebolt.
—El Ministerio ha caído. Scrimgeour está muerto. Están viniendo.


Capítulo 9

UN LUGAR DONDE ESCONDERSE


Todo parecía confuso, lento. Harry y Hermione saltaron sobre sus pies y esgrimieron sus varitas. Muchas personas se estaban dando cuenta ahora de que algo raro había ocurrido; algunas cabezas todavía se estaban volviendo hacia el gato plateado cuando desapareció. El silencio se extendió hacia fuera en frías ondas desde el lugar en que había aparecido el Patronus. Entonces alguien gritó.
Harry y Hermione se lanzaron entre la multitud despavorida. Los invitados corrían en todas direcciones; muchos Desaparecían; los encantamientos protectores que había alrededor de la Madriguera se habían roto.
-¡Ron! –lloró Hermione-. Ron, ¿dónde estás?
Mientras se abrían paso a empujones hasta el otro lado de la pista de baile, Harry vio como unas figuras enmascaradas salían de entre la multitud; luego vio a Lupin y Tonks, con sus varitas levantadas, y escuchó que ambos gritaban, "¡Protego!", grito que resonó por todas partes
- ¡Ron! ¡Ron! –llamó Hermione medio sollozando, al ser envueltos por los aterrorizados invitados. Harry la estaba cogiendo de la mano para asegurarse de que no fueran separados, cuando una línea de la luz zumbó sobre sus cabezas, aunque no supo si era un encantamiento protector o algo más siniestro.
En ese momento apareció Ron. Cogió el brazo libre de Hermione, y Harry la sintió girar sobre sí misma; la visión y el sonido se extinguieron mientras la obscuridad se cernía sobre él; todo lo que podía sentir era la mano de Hermione mientras era lanzado a través de espacio y tiempo, lejos de la Madriguera, lejos de los Mortífagos que descendían, lejos, quizás, de Voldemort mismo. . . .
-¿Dónde estamos? –dijo la voz de Ron.
Harry abrió los ojos. Por un momento, pensó que no habían abandonado la boda, después de todo; todavía parecían estar rodeados de gente.
-En Tottenham Court Road –jadeó Hermione-. Camina, simplemente camina, tenemos que encontrar un sitio para que os cambiéis.
Harry hizo lo que le decía. Medio anduvieron medio corrieron subiendo la amplia y oscura calle, atestada de trasnochadores y llena de tiendas cerradas, mientras las estrellas brillaban sobre ellos.
Un autobús de dos pisos rugió al pasar y un grupo de parroquianos alegres se los comieron con los ojos cuando pasaron; Harry y Ron todavía llevaban sus túnicas de etiqueta.
-Hermione, no tenemos nada para cambiarnos, -dijo Ron, cuando una mujer joven se echó a reir tontamente al verle.
-¿Por qué no me habré asegurado de traerme la capa de invisibilidad? -dijo Harry, maldiciendo interiormente su propia estupidez-. Todo el año pasado la llevé encima y…
-Está bien, tengo la capa, tengo ropa para los dos - dijo Hermione-. Sólo tratad de actuar con naturalidad hasta… esto servirá.
Los condujo a una calle lateral, y luego a la protección de un callejón sombrío.
-Cuando dices que tienes la capa, y la ropa... –dijo Harry, frunciendo el ceño a Hermione, que no llevaba nada salvo su pequeño bolso bordado, en el que rebuscaba en ese momento.
-Si, aquí están -dijo Hermione, y para absoluto asombro de Harry y Ron, sacó un par de vaqueros, una camiseta gruesa, algunos calcetines granates, y finalmente la plateada capa de invisibilidad.
-¿Cómo demonios…?"
-Encantamiento de Extensión Indetectable -dijo Hermione-. Difícil, pero creo que lo he hecho bien; en cualquier caso, me las arreglé para meter aquí todo lo que necesitamos. -Dio una pequeña sacudida a la aparentemente frágil bolsa, que resonó como si fuera un cargamento con varios objetos pesados rodando dentro.
-Oh, maldición, eso deben ser los libros -dijo, mirándolo con atención-. Y los tenía todos apilados por tema ... En fin ... Harry, es mejor que cojas tú la capa de invisibilidad. Ron, date prisa y cámbiate ...
-¿Cuándo hiciste todo esto? – preguntó Harry mientras Ron se desvestía.
-Te lo dije en la Madriguera, he llevado encima lo esencial preparado durante días, ya sabes, por si acaso tuviéramos que huir rápidamente. Hice tu mochila esta mañana, Harry, después de que te cambiaras, y la puse aquí ... Tenía un presentimiento ...
-Eres asombrosa, de verdad que si, -dijo Ron, pasándole su túnica enrollada.
-Gracias -dijo Hermione, con una pequeña sonrisa, mientras empujaba las túnicas en la bolsa-. ¡Por favor, Harry, ponte esa capa!
Harry le lanzó la Capa de Invisibilidad alrededor de los hombros y la reafirmó sobre su cabeza, desapareciendo de la vista. Estaba empezando a darse cuenta de lo que había ocurrido en ese momento.
-Los demás …toda la gente de la boda…
-No podemos preocuparnos por eso ahora -cuchicheó Hermione-. Van tras de ti, Harry, y si volvemos lo único que conseguiremos será ponerlos a todos aún en más peligro.
-Tiene razón – dijo Ron, que parecía saber que Harry estaba a punto de discutir, incluso sin poderle ver la cara-. La mayor parte de la Orden estaba allí, cuidarán de todos.
Harry asintió con la cabeza, luego recordó que no podían verlo y dijo
-Sí.
Pero pensó en Ginny, y el miedo burbujeó como ácido en su estómago.
-Vamos, creo que deberíamos mantenernos en movimiento - dijo Hermione.
Retrocedieron por la calle lateral y de nuevo por la carretera principal, donde un grupo de hombres cantaba y ondeaban los brazos en la acera de enfrente.
-¿Sólo por curiosidad, por qué Tottenham Court Road? -preguntó Ron a Hermione.
-No tengo ni idea, fue lo primero que me vino a mi cabeza, pero estoy segura de que estaremos más seguros en el mundo muggle, donde no esperarán que estemos.
-Es cierto -dijo Ron, mirando a su alrededor-. Pero ¿tú no te sientes un poco … expuesta?
-¿Dónde más podríamos ir? -preguntó Hermione, encogiéndose cuando los hombres del otro lado de la calle empezaron a aullarle como lobos-. Difícilmente podemos reservar habitaciones en el Caldero Chorreante, ¿no? Y Grimmauld Place está descartado, ya que Snape puede ir allí. . . . Supongo que podríamos probar en casa de mis padres, pero creo que hay una posibilidad de que lo comprueben. . . . Oh, ¡por qué no se callarán!
-¿Y bien, querida? -el más borracho de los hombres del otro lado estaba gritando-. ¿Quieres un trago? ¡Abandona al pelirrojo y ven y tómate una pinta!
-Vamos a sentarnos en algún sitio -dijoHermione apresuradamente cuando Ron abrió la boca para responder gritando al otro lado de la calle. Mirad, ¡esto servirá, entrad aquí!
Era un café nocturno pequeño y gastado. Un ligera capa de grasa yacía sobre todas las mesas acabadas en formica, pero por lo menos estaba vacío. Harry entró a un reservado, y Ron se sentó junto a él, frente a Hermione, que quedó de espaldas a la entrada, lo que no pareció gustarle; echaba vistazos por encima del hombro tan frecuentemente parecía tener un tic. A Harry no le gustaba que estuvieran quietos; caminar les había dado la ilusión de que tener un objetivo. Debajo de la capa podía sentir los últimos vestigios de la Poción Multijugos abandonándole, sus manos regresaban a su forma y longitud acostumbrada. Sacó las gafas del bolsillo y se las puso otra vez.
Después de uno o dos minutos, Ron dijo:
-Sabéis, no estamos lejos del Caldero Chorreante, está en Charing Cross…
-¡Ron, no podemos'! –dijo Hermione inmediatamente.
-No digo quedarnos allí, pero sí averiguar qué está ocurriendo!
-¡Sabemos qué esta ocurriendo! Voldemort ha tomado el Ministerio, ¿qué más necesitamos saber?
-Vale, vale, ¡era sólo una idea! -Cayeron en un silencio espinoso. La camarera, que masticaba chicle, les atendió, y Hermione pidió dos capuchinos: como Harry era invisible, podría haber parecido raro pedirle uno. Un par de obreros fornidos entró en el café y se metió en el reservado de al lado. Hermione redujo su voz a un susurro.
-Yo digo que encontremos un lugar tranquilo para Desaparecernos y dirigirnos hacia el campo. En cuanto estamos allí, podremos enviar un mensaje a la Orden.
-¿Entonces puedes hacer un Patronus de esos que hablan? –preguntó Ron.
-He estado practicando, y creo que sí –dijo Hermione.
-Bueno, mientras eso no les cause problemas, aunque deben haber sido arrestados ya. Dios, esto está asqueroso -añadió Ron después de dar un sorbo al espumoso café grisáceo. La camarera le había oído; le echó a Ron una mirada rencorosa mientras se dirigía a atender a los nuevos clientes. El más grande de los dos obreros, que era rubio e inmenso, ahora que Harry lo miraba, la apartó. Ella le miró fijamente, ofendida.
-Vámonos entonces, no quiero beberme esta mugre –dijo Ron-. Hermione, ¿tienes dinero Muggle para pagar esto?
-Sí, saqué todos mis ahorros de la Sociedad Constructora antes de ir a la Madriguera. Apuesto a que todo el dinero suelto está en la parte de abajo -se quejó Hermione, cogiendo su bolso bordado.
Los dos obreros hicieron idénticos movimientos, y Harry los imitó inconscientemente: los tres esgrimieron sus varitas. Ron, que tardó unos segundos en darse cuenta de lo qué estaba pasando, arremetió hacia al otro lado de la mesa, empujando a Hermione al otro lado de su banco. Los impactos de los hechizos de los mortífagos hicieron añicos el mosaico de la pared justo donde había estado la cabeza de Ron, mientras Harry, todavía invisible, gritó,
-¡Desmanius!
El enorme mortífago rubio fue golpeado en la cara por un rayo de la luz roja: se desplomó lateralmente, inconsciente. Su compañero, incapaz de ver quién había lanzado el hechizo, disparó otro a Ron: brillantes cuerdas negras volaron de su varita y ataron a Ron de pies a cabeza. La camarera gritó y corrió hacia la puerta. Harry envió otro Hechizo Aturdidor al mortífago de la cara torcida que había atado a Ron, pero el hechizo falló, rebotó en la ventana y golpeó a la camarera, que se desplomó delante de la puerta.
-¡Expulso! -gritó el mortífago, y la mesa detrás de la que estaba Harry explotó. La fuerza de la explosión le hizo golpearse contra la pared y sintió como la varita caía de su mano mientras se le soltaba la capa.
-¡Petrificus Totalus! -gritó Hermione desde fuera de su campo de visión, y el mortífago se desplomó como una estatua con un ruido sordo sobre los restos de loza, mesa, y café. Hermione salío gateando de debajo del banco, sacudiéndose del pelo los restos de cristal de un cenicero y temblando entera.
-D… diffindo, -dijo, apuntando su varita hacia Ron, que bramó de dolor cuando le cortó la rodilla de los vaqueros, dejando una profundo corte.
-Oh, lo siento tanto, Ron, ¡me tiembla la mano! ¡Diffindo!
Las cuerdas cayeron, cortadas. Ron se puso en pie, agitando los brazos para recuperar la sensibilidad. Harry recogió su varita y trepó sobre los escombros hacia el lugar donde el enorme mortífago rubio se había desplomado al otro lado del banco.
-Debería haberlo reconocido, estaba allí la noche en que Dumbledore murió -dijo. Giró al mortífago moreno con el pie; los ojos del hombre se movían rápidamente de Harry y Ron a Hermione rápidamente.
-Éste es Dolohov" –dijo Ron-. Lo reconozco de los antiguos carteles de “Se busca”. Creo que el grande es Thorfinn Rowle.
-¡No importa cómo se llamen! -dijo Hermione un poco histéricamente-. ¿Cómo nos encontraron? ¿Qué vamos a hacer?
De algún modo su pánico pareció despejar la cabeza de Harry.
-Cierra con llave la puerta -le dijo- Y Ron, tú apaga las luces.
Miró al paralizado Dolohov, pensando rápidamente mientras la cerradura hacía clic y Ron usaba el Desiluminador para dejar el café sumido en la obscuridad. Harry podía escuchar a los hombres que habían piropeado a Hermione gritar a otra chica en la distancia.
-¿Qué vamos a hacer con ellos? –le susurró Ron a Harry en la oscuridad; luego, incluso en voz más baja-, ¿Matarlos? Ellos nos habrían matado. Este es el mejor momento.
Hermione se estremeció y dio un paso atrás. Harry agitó la cabeza.
-Sólo tenemos que borrar sus memorias –dijo Harry-. Es mejor de ese modo, los dejará fuera de escena. Si los matáramos, sería obvio que hemos estado aquí.
-Tú eres el jefe -dijo Ron, que parecía enormemente aliviado-. Pero no he hecho nunca un Encantamiento Desmemorizador.
-Yo tampoco –dijo Hermione-. Pero sé la teoría.
Inspiró hondo para tranquilizarse, luego apuntó su varita mágica a la frente de Dolohov y dijo:
-Obliviate.
Inmediatamente, los ojos de Dolohov se volvieron desenfocados y soñadores.
-¡Brillante! -dijo Harry, dándole una palmada en la espalda-. Ocúpate del otro y de la camarera mientras Ron y yo limpiamos esto.
-¿Limpiar? -dijo Ron, mirando el café en parte destruido-. ¿Por qué?
-¿No crees que podrían preguntarse qué puede haber ocurrido si se despiertan y se encuentran en un lugar que parece que acaba de ser bombardeado?
-Oh, es verdad, sí. . .
Ron forcejeó durante un rato antes de conseguir extraer la varita de su bolsillo.
-No es raro que no pueda, Hermione, has encojido mis vaqueros viejos, me aprietan.
-Oh, lo siento tanto –siseó Hermione, y mientras arrastraba a la camarera fuera de la vista de las ventanas, Harry la escuchó farfullar una sugerencia respecto a dónde se podía clavar la varita Ron.
En cuanto el café fue devuelto a su condición previa, llevaron a los mortífagos de regreso a su reservado y los apoyaron mirándose el uno al otro
-¿Pero cómo nos encontraron? -preguntó Hermione, mirando de un hombre inerte al otro-. ¿Cómo supieron dónde estábamos?
Se volvió hacia Harry.
-Tu… no crees que lleves todavía el Rastro, ¿no, Harry?
-No puede ser –dijo Ron-. El Rastro acaba a los diecisiete, es la Ley Mágica, no se puede poner sobre un adulto.
-Por lo que tú sabes –dijo Hermione-. ¿Y si los mortífagos han encontrado una forma de ponerlo sobre un joven de diecisiete años?
-Pero Harry no ha estado cerca de un mortífago en las últimas veinticuatro horas. ¿Quién se supone que podría haber vuelto a poner un Rastro sobre él?
Hermione no respondió. Harry se sentía contaminado, corrompido; ¿era realmente así cómo les habían encontrado los mortífagos?
-Si no puedo usar magia, y vosotros no podéis usar magia cerca de mí, sin revelar nuestra posición… -empezó.
-¡No nos vamos a separar! -dijo Hermione firmemente.
-Necesitamos un lugar seguro para escondernos –dijo Ron-. Danos tiempo para pensarlo.
-Grimmauld Place –dijo Harry.
Los otros dos se quedaron con la boca abierta.
-¡No seas absurdo, Harry, Snape puede aparecer por allí!
-El padre de Ron dijo que habían puesto sortilegios contra él… e incluso aunque no hayan funcionado… - continuó antes de que Hermione empezara a argumentar- ¿qué más da? Os lo juro, no hay nada que desee tanto como encontrarme a Snape.
-Pero…
-Hermione, ¿Qué otro sitio hay? Es la mejor elección que tenemos. Snape es un solo mortífago. Si todavía tienen el Rastro sobre mí, tendremos multitudes de ellos sobre nosotros allá donde vayamos.
No podía discutir eso, aunque se notaba que le hubiera gustado hacerlo. Mientras abría la puerta del café, Ron accionó el Desiluminador para dar luz de nuevo al café. Luego, a la cuenta de tres de Harry, deshicieron los hechizos sobre sus tres víctimas, y antes de que la camarera o cualquiera de los mortífagos pudieran hacer nada mas que removerse somnolientos, Harry, Ron y Hermione habían salido fuera y desaparecido en la oscuridad otra vez.
En unos segundos Harry dilataba sus pulmones agradecido, y abría los ojos, estaban en medio de una tristona y familiar plaza. Casas altas y ruinosas, los miraban desde todos los lados. El número doce era visible para ellos, puesto que Dumbledore, su Guardián Secreto, les había revelado su existencia, y se encaminaron inmediatamente hacia él, comprobando a cada metro que no les seguía nadie. Subieron los peldaños de piedra, y Harry golpeó la puerta principal una vez con su varita mágica. Escucharon una serie de clics metálicos y el ruido de una cadena, luego la puerta se abrió con un chirrido y se apresuraron a atravesar el umbral.
Cuando Harry cerró la puerta tras ellos, las lámparas de gas, pasadas de moda, volvieron a la vida, lanzando una luz parpadeante a lo largo de todo el pasillo. Era como Harry lo recordaba: extraña, tenebrosa, las filas de cabezas de elfos caseros en la pared lanzando sombras extrañas escaleras arriba. Unas largas cortinas oscuras ocultaban el retrato de la madre de Sirius. Lo único que estaba fuera de lugar era el paraguero con forma de pierna de troll, que estaba estando tendido de lado como si Tonks acabara de chocar con él.
-Creo que alguien ha estado aquí -cuchicheó Hermione, señalándolo con el dedo.
-Eso podía haber ocurrido cuando la orden partió –murmuró Ron en respuesta.
-¿Pero dónde están los sortilegios que pusieron contra Snape? –preguntó Harry.
-A lo mejor solamente se activan si aparece –sugirió Ron.
Todavía seguían los tres sobre el felpudo, con la espalda contra la puerta, temiendo internarse más en la casa.
-Bueno, no podemos quedarnos aquí para siempre- dijo Harry, y dio un paso adelante.
-¿Severus Snape?- susurró la voz de Ojoloco Moody en la oscuridad, haciendo que los tres saltaran hacia atrás aterrados.
-¡No somos Snape!- gruñó Harry, antes de que una especie de aire frío se abalanzara sobre y su lengua se enrollara sobre sí misma, haciéndole imposible hablar. Antes de que tuviera tiempo de sentirla dentro de su boca, sin embargo, su lengua se había desenrollado otra vez.
Los otros dos parecían haber experimentado la misma desagradable sensación. Ron estaba haciendo ruidos de vómito; Hermione dijo tartamudeando,
-¡Esto debe haber sido el Sortilegio de Lengua Atada que preparó Ojoloco para Snape!
Cautelosamente, Harry dio otro paso adelante. Algo se desplazó entre las sombras al fondo del vestibulo, y antes de que ninguno de ellos pudiera decir una palabra, una figura se alzó de la alfombra, alta, de color polvo, y terrible; Hermione gritó y lo mismo hizo la Señora. Black, sus cortinas que se abrieron; la figura gris planeó hacia ellos, más y más rápido, el pelo, que le llegaba hasta la cintura, flotando tras ella, la cara hundida, sin carne, con las cuencas de los ojos vacías: horriblemente familiar, terriblemente alterada, levantó un brazo descarnado, señalando a Harry.
-¡No! -gritó Harry, y aunque había levantado su varita no se le ocurrió ningun hechizo-. ¡No! ¡No fuimos nosotros! No te matamos…
Tras la palabra matamos, la figura explotó en una gran nube de polvo. Tosiendo, con los ojos lloroso, Harry vió a Hermione agachada en el suelo, junto a la puerta, con los brazos sobre la cabeza, mientras Ron, temblando de pies a cabeza, le masajeaba torpemente la espalda diciendo,
- Todo va bien… se ha ido...
El polvo se arremolinó alrededor de Harry como si fuera niebla, a la luz azul de las lámparas de gas, mientras la Señora Black seguía gritando.
-¡Sangresucia, mugre, manchas de deshonor, manchas de vergüenza sobre la casa de mis padres…
-¡Cállate! –bramó Harry, apuntándola con su varita, y con un golpe y una ráfaga de chispas rojas, las cortinas se cerraron otra vez, silenciándola.
-Eso... Eso ha sido... –gimió Hermione, mientras Ron la ayudaba a ponerse en pie.
-Sí –dijo Harry-, Pero no era realmente él, ¿no? Sólo algo para asustar a Snape.
¿Hubiera funcionado?, se preguntó Harry, ¿o habría afrontado Snape a la horrible figura tan tranquilamente como había acabado con el verdadero Dumbledore? Con los nervios todavía hormigueando, llevó a los otros dos hasta el final del pasillo, medio esperando a que un nuevo terror se revelara, pero nada se movió, salvo un ratón que pasó rozando el rodapié.
-Antes de que vayamos más lejos, creo que es mejor que comprobemos -cuchicheó Hermione, y levantó su varita, diciendo-. Homenum revelio.
Nada ocurrió.
-Bueno, acabas de sufrir un gran shock -dijo Ron generosamente-. ¿Qué se supone que debería haber hecho eso?
-¡Ha hecho lo que le he dicho que hiciera! –dijo Hermione algo enojada-. Era un hechizo para revelar la presencia humana, y no hay nadie aquí excepto nosotros!
-Y el viejo Polvoriento, -dijo Ron, echando una mirada a la mancha en la alfombra de la que el espectro se había levantado.
-Subamos -dijo Hermione, mirando asustada la misma mancha, y encabezó la marcha por las chirriantes escaleras hasta el salón del primer piso.
Hermione agitó su varita para encender las viejas lámparas de gas, luego, tiritando ligeramente en la fría habitación, se sentó sobre el sofá, rodeandose fuertemente con los brazos. Ron cruzó hasta la ventana y abrió las pesadas cortinas de terciopelo unos centímetros.
-No veo a nadie ahí fuera –informó-. Y uno pensaría que si Harry tuviera todavía un Rastro sobre él, nos habrían seguido hasta aquí. Sé que no pueden entrar en la casa, pero …¿Qué pasa, Harry?"
Harry había dado un grito de dolor, su cicatriz había ardido cuando algo destelló cruzando su mente como una luz brillante sobre el agua. Vio una gran sombra, y sintió una cólera que no era suya liberarse a través de su cuerpo, de forma violenta y breve como una descarga eléctrica.
-¿Qué has visto? –preguntó Ron, avanzando hacia Harry. - ¿Le viste en mi casa?
-No, sólo sentí su cólera... está realmente enfadado.
-Pero eso podía ser en la Madriguera –dijo Ron en un tono fuerte- ¿Qué más? ¿No viste nada? ¿Estaba maldiciendo a alguien?
-No, sólo sentí la cólera … No podría decir…
Harry se sentía importunado, confuso, y Hermione no ayudó cuando dijo con voz asustada:
-¿Tu cicatriz, otra vez? ¿Pero qué está ocurriendo? ¡Pensaba que la conexión estaba cerrada!
-Lo estuvo, durante un tiempo, -farfulló Harry; la cicatriz todavía le dolía, lo que le hacía difícil concentrarse-. Creo que ha empezado a abrirse otra vez siempre que pierde el control, cómo solía...
-¡Pues entonces tienes que cerrar tu mente! -dijo Hermione estridentemente-. Harry, Dumbledore no quería que usaras esa conexión, quería que la cerraras ¡Por eso se supone que tenías que usar la Oclumencia! Si no, Voldemort podría introducir ideas falsas en tu mente, recuerda…
-Sí, recuerdo, gracias, -dijo Harry apretando los dientes; no necesitaba que Hermione le recordara que Voldemort había usado la conexión entre ellos para llevarlo una vez a una trampa, ni que su resultado había sido la muerte de Sirius. Desearía no tener que decirles lo que había visto y sentido; eso hacía a Voldemort más amenazador, como si estuviera presionando contra la ventana de la habitación, y el dolor de su cicatriz persistía y luchó contra él: era como resistir la sensación de estar enfermo.
Dio la espalda a Ron y Hermione, fingiendo examinar el viejo tapiz con el árbol genealógico de los Black de la pared. Entonces Hermione chilló. Harry empuñó su varita de nuevo y dio media vuelta para ver un Patronus de plata pasar a través de la ventana de salón y aterrizar sobre el suelo enfrente de ellos, donde se solidificó en una comadreja que hablaba con la voz del padre de Ron.
-La familia está a salvo, no respondais, nos vigilan.
El Patronus se disolvió en la nada. Ron soltó un ruido entre un gemido y un quejido y se dejó caer en el sofá. Hermione se reunió con él, cogiéndole del brazo.
-Están bien, están todos bien -murmuró, y Ron medio se rió y la abrazó.
-Harry, -dijo por encima del hombro de Hermione-, Yo…
-No pasa nada -dijo Harry, asqueado por el dolor de cabeza-. Es tu familia, luego estabas preocupado. Yo me habría sentido igual. -Pensó en Ginny-. Yo me siento igual.
El dolor en su cicatriz estaba llegando a un máximo, quemando como lo había hecho en el jardín de la Madriguera. Escuchó débilmente a Hermione decir,
-No quiero parecer egoista pero, ¿podríamos usar los sacos de dormir que he traído y acampar aquí esta noche?
Escuchó a Ron mostrar su acuerdo. No podía luchar contra el dolor mucho más tiempo. Tuvo que sucumbir.
-Baño -farfulló, y dejó la habitación tan rápido como pudo sin correr.
Apenas lo consiguió: cerró con cerrojo la puerta detrás de él con las manos temblando, se agarró la palpitante cabeza y cayó al suelo, entonces, en una explosión de agonía, sintió la rabia que no le pertenecía poseer su alma, vio una habitación larga iluminada solamente por un fuego, y al enorme mortífago rubio en el suelo, gritando y retorciéndose, y una figura más pequeña estaba de pie sobre él, con la varita extendida, mientras Harry hablaba en una voz alta, fría y despiadada.
-Más, Rowle, ¿o terminamos ya y alimentas a Nagini? Lord Voldemort no está seguro de perdonar esta vez... ¿Me devuelves la llamada para esto, para decirme que Harry Potter se ha escapado otra vez? Draco, dale a Rowle otra muestra de nuestro desagrado... ¡Hazlo, o siente tú mi ira!"
Un tronco cayó al fuego, las llamas crecieron, y arrojaron luz sobre una cara blanca aterrorizada y puntiaguda… con la sensación de emerger de debajo del agua, Harry respiró profundamente y abrió los ojos.
Estaba despatarrado sobre el frío suelo de mármol negro, su nariz a centímetros de la cola de una de las serpientes plateadas que servían de soporte a la bañera grande. Se incorporó. La cara petrificada y demacrada de Malfoy parecía grabada a fuego en el interior de sus ojos. Harry se sentía asqueado por lo que había visto, por el uso que Voldemort estaba dando a Draco.
Sonó un agudo golpe en la puerta, y Harry saltó cuando la voz de Hermione resonó.
-Harry, ¿quieres tu cepillo de dientes? Lo tengo aquí.
-Si, genial, gracias, -dijo, luchando por mantener un tono informal mientras se levantaba para dejarla entrar.









Capítulo 10

LA HISTORIA DE KREACHER


Harry se despertó temprano a la mañana siguiente, envuelto en una saco de dormir sobre el suelo del salón de dibujo. Un resquicio de cielo era visible entre las pesadas cortinas. Era de un frío y claro azul como de tinta aguada, en algún punto entre la noche y el amanecer, y todo estaba en silencio a excepción de las respiraciones lentas y profundas de Ron y Hermione. Harry echó un vistazo a las oscuras y largas siluetas tendidas en el suelo junto a él. Ron había tenido un detalle de galantería y había insistido en que Hermione durmiera sobre los cojines del sillón, por lo que su silueta destacaba por encima de la de el, con el brazo encorvado hacia el suelo y los dedos a pocas pulgadas de los de Ron. Harry se preguntó si se habrían quedado dormidos con las manos entrelazadas. Esa idea le hizo sentir extrañamente solitario.
Miro hacia arriba al ensombrecido techo, al candelabro lleno de telarañas. Menos de veinticuatro horas antes, había estado de pie a la luz del sol a la entrada de la carpa, esperando a los invitados de la boda para guiarlos a sus asientos. Parecía que desde entonces hubiera pasado toda una vida. ¿Qué pasaría ahora? Acostado en el suelo pensó en los Horrocruxes, en la intimidante y compleja misión que Dumbledore le había dejado… Dumbledore…
La pena que lo había abrumado desde la muerte de Dumbledore se sentía diferente ahora. Las acusaciones que había oído hacer a Muriel en la boda parecían haber anidado en su cerebro como algo enfermizo, contaminando los recuerdos que tenía del mago al que había idolatrado. ¿Podía Dumbledore haber dejado que sucedieran esas cosas? ¿Podía haber sido como Dudley, y haberse quedado tan contento presenciando tal negligencia y abuso mientras no le afectara a él? ¿Podía haber dado la espalda a su hermana a la que mantenían encarcelada y oculta?
Harry pensó en el Valle de Godric, en las tumbas que había allí y que Dumbledore nunca había mencionado; pensó en los misteriosos objetos dejados sin explicación en el testamento de Dumbledore, y allí en la oscuridad le invadió el resentimiento. ¿Por qué Dumbledore no se lo había contado? ¿Por qué no se lo había explicado? ¿De verdad Dumbledore se había preocupado por Harry? ¿O Harry no había sido para él mas que un instrumento a ser perfeccionado y afinado, pero sin fiarse de él, sin nunca confiar en él?
Harry no podía soportar yacer allí sin nada más que amargos pensamientos por compañía. Desesperado por hacer algo, por conseguir una distracción, se deslizó fuera del saco de dormir, cogió su varita, y se arrastró fuera de la habitación. En el descansillo susurró, “lumos”, y comenzó a subir las escaleras a la luz de la varita.
En el segundo descansillo se hallaba el dormitorio en el que él y Ron habían dormido la última vez que habían estado allí; miró dentro de la habitación. Las puertas del armario estaban abiertas y la ropa de cama había sido rasgada. Harry recordó la pierna de troll derribada en el piso de abajo. Alguien había registrado la casa después de que la Orden se hubiera ido. ¿Snape? ¿O tal vez Mundungus, que había hurtado bastantes cosas de esta casa tanto antes como después de la muerte de Sirius? La mirada de Harry vagó hacia el retrato que a veces contenía a Phineas Nigellus Black, el tatara-tatarabuelo de Sirius, pero estaba vacío, mostrando solamente un turbio telón de fondo. Evidentemente Phineas Nigellus estaba pasando la noche en el estudio del Director en Hogwarts.
Harry continuó subiendo las escaleras hasta que llegó al último descansillo donde solo había dos puertas. La que estaba frente a él llevaba una placa con la inscripción Sirius. Harry nunca antes había entrado en el dormitorio de su padrino. Abrió la puerta, sosteniendo la varita en alto para extender la luz lo máximo posible. La habitación era espaciosa y en algún momento debía haber sido elegante. Había una gran cama con una cabecera de madera labrada, una alta ventana oscurecida por largas cortinas de terciopelo y un candelabro densamente cubierto de polvo con restos de vela todavía descansando en sus soportes, y cera sólida colgando que había dejado regueros como escarcha. Una fina capa de polvo cubría los cuadros de las paredes y la cabecera de la cama; una tela de araña se extendía entre el candelabro y la parte de arriba del gran armario de madera, y al adentrarse Harry en la habitación, oyó como se escurrían los ratones al haberlos molestado.
El adolescente Sirius había empapelado las paredes con tantos carteles y fotos que muy poco de las paredes de seda gris acerada era visible. Harry solo podía asumir que los padres de Sirius no habían sido capaces de eliminar el Encantamiento de Adherencia Permanente que los mantenía en la pared porque estaba seguro que no debían haber apreciado el gusto en decoración de su hijo mayor. Parecía que el único propósito de Sirius había sido buscar la forma de fastidiar a sus padres. Había varios grandes estandartes de Gryffindor, de un desvaído color rojo, colgados con el único propósito de subrayar su diferencia frente el resto de la familia Slytherin. Había varias fotos de motos muggle, y también (Harry tenía que admirar la sangre fría de Sirius) varios carteles de chicas muggle en bikini. Podía afirmar que eran muggles porque permanecían inmóviles en sus fotos, con marchitas sonrisas y satinados ojos congelados en el papel. Esto contrastaba con la única foto encantada que había sobre la pared que era una foto de cuatro estudiantes de Hogwarts de pie unos junto a otros, sonriendo a la cámara.
Con un sobresalto de placer, Harry reconoció a su padre, su alborotado cabello negro peinado hacia atrás como el de Harry, y él también llevaba gafas. Junto a él estaba Sirius, despreocupadamente apuesto, su rostro ligeramente arrogante mucho más joven y feliz de lo que Harry le había visto nunca en vida. A la derecha de Sirius, se hallaba Pettigrew, más de una cabeza más bajo, regordete y con los ojos llorosos, sonrojado por el placer de ser incluído en la más estupenda de las pandillas, con los muy admirados rebeldes que James y Sirius habían sido. A la izquierda de James estaba Lupin, aún entonces se veía le algo desarrapado, pero con el mismo aire de deleitada sorpresa de encontrase a sí mismo querido y aceptado… ¿o tal vez era simplemente que Harry sabía como habían sido las cosas y por eso podía verlo en el retrato? Trató de quitarlo de la pared; después de todo, era suyo ahora, Sirius le había dejado todo, pero no pudo moverlo. Sirius no había dejado nada al azar en su prevención por que sus padres redecoraran la habitación.
Harry miro alrededor por el suelo. El cielo afuera se estaba aclarando. Un rayo de luz reveló trozos de papel, libros, y pequeños objetos desparramados sobre la alfombra. Evidentemente la habitación de Sirius también había sido revisada, aunque su contenido parecía haber sido juzgado en su mayor parte, aunque no enteramente, sin valor. Algunos de los libros habían sido sacudidos tan rudamente como para arrancarles las tapas y esparcirlas junto a varias páginas por el suelo.
Harry se agachó, levantó unos pocos trozos de papel, y los examinó. Reconoció uno como parte de una vieja edición de Historia de la Magia, de Bathilda Bagshot, y otro como perteneciente a un manual sobre el mantenimiento de motos. El tercero estaba escrito a mano y arrugado. Lo aliso.
Querido Canuto:
¡Gracias, gracias, por el regalo de cumpleaños de Harry! Fue su preferido de lejos. Apenas tiene un año y ya se eleva rápidamente sobre la escoba de juguete, se le veía tan complacido consigo mismo. Te adjunto una fotografía para que lo veas. Sabes que solo se eleva unos dos pies del piso pero casi mata al gato y destrozó un jarrón horrible que Petunia me envío por navidad (no me quejo de esto). Por supuesto que James creyó que había sido muy gracioso, dice que va a ser un gran jugador de Quidditch, pero tendremos que guardar todos los adornos y asegurarnos de no apartar los ojos de él mientras está en ello.
Tuvimos un muy tranquilo té de cumpleaños, solo nosotros y la vieja Bathilda que siempre fue muy dulce con nosotros y se le cae la baba con Harry. Sentimos tanto que no pudieras venir, pero la Orden tiene que ser lo primero, y de cualquier forma ¡Harry no es lo bastante mayor como saber que es su cumpleaños! James se siente un poco frustrado por estar aquí encerrado, trata de no demostrarlo pero yo puedo verlo… además Dumbledore todavía tiene su Capa de Invisibilidad, así que no tiene posibilidad de hacer ni una pequeña excursión. Si pudieras visitarnos, eso le alegraría muchísimo .Gusano estuvo aquí el fin de semana pasado. Me pareció que estaba triste, pero probablemente fuera por lo de los McKinnons; lloré toda la noche cuando me enteré.
Bathilda nos visita casi todos lo días, es una viejecita fascinante que cuenta historias de lo más fantásticas acerca de Dumbledore. ¡No estoy segura de si a él le agradaría mucho si se enterara! De hecho, no se cuanto creerle, porque parece increíble que Dumbledore
A Harry le pareció que las extremidades se le habían entumecido. Se quedó inmóvil allí de pie, sosteniendo el milagroso papel entre los dedos insensibles mientras dentro de él una especie de erupción silenciosa emandaba alegría y pena que retumbaba en igual medida a través de sus venas. Caminó tambaleándose hasta la cama, y se sentó.
Volvió a leer la carta, pero no pudo encontrarle otro significado que el que ya le había encontrado la primera vez, y se vio reducido a mirar fijamente la caligrafía en sí misma. Hacia las “g” igual que él. Buscó en la carta cada una de ellas, y sintió cada una como una amistosa pequeña ola entrevista a través de un velo. La carta era un tesoro increíble, prueba de que Lily Poter había vivido, realmente vivido, que su cálida mano alguna vez se había movido por este pergamino, trazando con tinta estas letras, estas palabras, palabras que se referían a él, Harry, su hijo.
Limpiándose las lágrimas de los ojos con impaciencia, volvió a leer la carta una vez más, esta vez concentrándose en el significado. Era como escuchar una voz recordada a medias.
Habían tenido un gato… tal vez hubiera muerto, como sus padres en el Valle de Godric… o si no tal vez hubiera huido cuando no quedo nadie que lo alimentara… Sirius le había comprado su primera escoba… Sus padres habían conocido a Bathilda Bagshort; ¿Los habría presentado Dumbledore? Dumbledore todavía tiene su Capa de Invisibilidad… Había algo extraño ahí…
Harry hizo una pausa ponderando las palabras de su madre. ¿Por qué Dumbledore había tomado la Capa de Invisibilidad de James? Harry recordaba claramente a su Director diciéndole años atrás, “No necesito una capa para volverme invisible” ¿Acaso algún miembro de la Orden menos talentoso la había necesitado y Dumbledore había actuado como enlace? Harry continuó leyendo…
Gusano estuvo aquí… Pettigrew, el traidor, había parecido “triste” ¿lo habría estado? ¿Habría sido consciente de que veía a James y a Lily con vida por última vez?
Y finalmente Bathilda otra vez, que contaba historias increíbles acerca de Dumbledore. Parece increíble que Dumbledore…
¿Qué Dumbledore qué? Pero había un gran número de cosas que podrían parecer increíbles acerca de Dumbledore; que alguna vez hubiera recibido bajas calificaciones en un Exámen de Transfiguración, por ejemplo o que se hubiera sentido inclinado a encantar de cabras como Aberforth…
Harry se levantó y examinó el suelo, tal vez el resto de la carta estuviera por allí en alguna parte. Agarró papeles, tratándolos, en su avidez, con tan poca consideración como el que los había examinado en primer lugar, abrió cajones, sacudió libros, se puso de pie sobre una silla para pasar la mano por encima del armario, y gateó debajo de la cama y del sillón.
Al final, yaciendo boca abajo sobre el piso, divisó lo que parecía un pedazo de papel roto debajo del juego de cajones. Cuando lo tomó, resultó ser gran parte de la fotografía que Lily había descrito en la carta. Un bebé de cabello negro se elevaba rápidamente dentro y fuera de la fotografía en una pequeña escoba, rugiendo de risa, y un par de piernas que debían pertenecer a James lo perseguían. Harry se metió la fotografía en el bolsillo junto con la carta de Lily y continuó buscando la segunda hoja.
No obstante, después de un cuarto de hora, se vio forzado a concluir que el resto de la carta de su madre había desaparecido. ¿Sencillamente se había perdido en los dieciséis años que habían pasado desde que había sido escrita, o se la había llevado quienquiera que fuera que había registrado la habitación? Harry volvió a leer la primera hoja nuevamente, esta vez buscando pistas de que podría haber hecho que la segunda hoja fuera de valor. Su escoba de juguete difícilmente pudiera ser considerada interesante por los mortífagos… la única cosa potencialmente útil que podía ver en ella era que contuviera posible información acerca de Dumbledore. Parece increíble que Dumbledore… ¿Qué?
-¿Harry? ¿Harry? ¿Harry?
-¡Aquí estoy! –gritó-. ¿Qué pasa?
Hubo un estruendo de pisadas fuera de la puerta, y Hermione irrumpió en la habitación.
-¡Nos despertamos y no sabíamos donde estabas! –dijo sin aliento-. Se dio la vuelta y gritó sobre el hombro- ¡Ron! Lo encontré.
La voz fastidiada de Ron hizo eco en la distancia, varios pisos por debajo.
-¡Bien! ¡Dile de mi parte que es un imbécil!
-Harry por favor no desaparezcas de esa forma, ¡estábamos aterrados! ¿Para que subiste aquí ya que estamos? –Miró alrededor de la saqueada habitación-. ¿Qué has estado haciendo?
-Mira lo que acabo de encontrar.
Le tendió la carta de su madre. Hermione la tomó y la leyó mientras Harry la observaba. Cuando llegó al final de la página levantó la vista hacia él.
-Oh Harry…
-Y también encontré esto.
Le entregó la fotografía rasgada, y Hermione sonrió ante el bebé elevándose que aparecía y desaparecía de la vista sobre la escoba de juguete.
-He estado buscando el resto de la carta, -dijo Harry-, pero no está aquí.
Hermione miro a su alrededor.
-¿Tú has montado todo este lío, o ya estaba así cuando llegaste?
-Alguien estuvo registrando antes que yo, -dijo Harry.
-Eso me pareció. Cada habitación en la que he mirado de camino hacia arriba había sido desordenada. ¿Que crees que pueden haber estado buscando?
-Información acerca de la Orden, si fue Snape.
-Pero se podría pensar que ya tiene toda la que necesita. Quiero decir, él era parte de la Orden, ¿verdad?
-Bueno entonces, -dijo Harry, ansioso por discutir su teoría-, ¿Podría ser información acerca de Dumbledore? La segunda hoja de la carta, por ejemplo. Ves esta Bathilda a la que mi madre menciona, ¿sabes quien es?
-¿Quién?
-Bathilda Bagshort, la autora de…
-Historia de la Magia, -dijo Hermione, mostrándose interesada-. ¿Así que tus padres la conocían? Era una increíble historiadora mágica-
-Y aún está con vida, -dijo Harry-, y vive en el Valle de Godric. La tía de Ron, Muriel habló de ella en la boda. También conocía a la familia de Dumbledore. Sería muy interesante hablar con ella, ¿no es así? –Para el gusto de Harry, había demasiado entendimiento en la sonrisa que Hermione le dedicó. Recuperó la carta y la fotografía y las puso dentro del saquito que tenía alrededor del cuello, para no tener que mirarla y ponerse en evidencia.
-Entiendo porque te gustaría hablar con ella, acerca de tu madre y tu padre y de Dumbledore también, -dijo Hermione-. Pero eso en realidad no nos ayudará en nuestra búsqueda de los Horrocruxes, ¿verdad? –Harry no respondió, y ella se apresuró a continuar-, Harry, sé que realmente deseas ir al Valle de Godric, pero me asusta. Me asusta cuan fácilmente nos encontraron esos mortífagos ayer. Solo hace que me sienta más segura que nunca de que debemos evitar el lugar donde tus padres están enterrados, estoy segura que están esperando a que lo visites.
-No es solo eso, -dijo Harry, aún evitando mirarla-, en la boda, Muriel dijo cosas acerca de Dumbledore. Quiero saber la verdad…
Le contó a Hermione todo lo que Muriel le había dicho. Cuando hubo terminado, Hermione dijo,
-Por supuesto, que puedo ver porque eso te trastornó, Harry…
-No estoy trastornado, -mintió-, Solo me gustaría saber si es cierto o no…
-Harry, ¿Realmente crees que obtendrás la verdad de una vieja mujer maliciosa como Muriel, o de Rita Skeeter? ¿Cómo puedes creer en ellas? ¡Conociste a Dumbledore!
-Creí que le conocía, -murmuró.
-¡Pero sabes cuanta verdad había en todo lo que Rita escribió acerca de ti! Doge está en lo cierto, ¿Cómo puedes dejar que esta gente empañen tus recuerdos de Dumbledore?
El apartó la mirada, intentando no demostrar el resentimiento que sentía. Allí estaba otra vez: Escoge en que creer. Quería la verdad. ¿Por qué estaba todo el mundo tan determinado a que no la obtuviera?
-¿Te parece que bajemos a la cocina? –Sugirió Hermione después de una pequeña pausa-. ¿A buscar algo de desayunar?
Accedió, pero de mala gana, y la siguió al descansillo y más allá vio la segunda puerta que daba al rellano. Había profundas marcas de arañazos en la pintura debajo de un pequeño letrero en el que no había reparado en la oscuridad. Cruzó el rellano para leerlo. Era un pequeño letrero pomposo, escrito con prolija letra manuscrita, el tipo de cosa que Percy Weasley podría haber pegado en la puerta de su dormitorio.
No entrar sin el expreso permiso de Regulus Arcturus Black
Harry se vio invadido por la excitación, pero no se dio cuenta enseguida del porque. Volvió a leer el letrero. Hermione ya estaba un tramo de escaleras por debajo de él.
-Hermione, -dijo, y se sorprendió de que su voz sonara tan calmada-. Vuelve a subir aquí.
-¿Qué pasa?
-R.A.B. Creo que lo he encontrado.
Se oyó un jadeo, y luego Hermione que subía corriendo las escaleras.
-¿En la carta de tu madre? Pero no vi…
Harry negó con la cabeza, señalando al letrero de Regulus. Ella lo leyó, luego cogió a Harry por el brazo, con tanta fuerza que este dio un respingo.
-¿El hermano de Sirius? –susurró.
-Era un mortífago, -dijo Harry-. Sirius me habló de él, se unió a ellos cuando era verdaderamente joven y luego se arrepintió y trato de abandonar… por lo que lo mataron.
-¡Eso encaja! –Jadeó Hermione-. ¡Si era un mortífago tenía acceso a Voldemort, y si se sintió desencantado, entonces podría haber deseado la caída de Voldemort!
Soltó a Harry, se inclinó sobre la barandilla, y gritó,
-¡Ron! ¡RON! ¡Sube, rápido!
Un minuto después apareció Ron resoplando, con la varita lista en la mano.
-¿Qué pasa? Si son voluminosas arañas otra vez quiero desayunar antes de…
Frunció el ceño ante el letrero que Hermione estaba señalando silenciosamente en la puerta de Regulus.
-¿Qué? Ese era el hermano de Sirius, ¿verdad? Regulus Arcturus… Regulus… ¡R.A.B! El relicario… ¿Suponen que…?
-Averigüémoslo, -dijo Harry. Empujo la puerta; estaba cerrada. Hermione apuntó el picaporte con la varita y dijo, -Alohomora. Se oyó un clic, y la puerta se abrió.
Avanzaron juntos por el umbral, mirando alrededor. El dormitorio de Regulus era ligeramente más pequeño que el de Sirius, aunque producía la misma sensación de antigua grandeza. Mientras Sirius había intentado exponer sus diferencias con el resto de la familia, Regulus se había esforzado por enfatizar lo opuesto. Los colores de Slytherin, verde esmeralda y plateado, estaban por todas partes, adornando la cama, las paredes y las ventanas. El blasón de la familia Black estaba cuidadosamente pintado sobre la cama, junto con su lema, TOUJOURS PUR. Debajo había una colección de amarillentos recortes de periódico, pegados todos juntos hasta formar un irregular colage. Hermione cruzó la habitación para examinarlos.
-Son todos sobre Voldemort, -dijo-. Parece que Regulus ya lw admiraba años antes de unirse a los mortífagos.
Una nube de polvo se alzó cuando se sentó sobre el cubrecama para leer los recortes. Mientras tanto, Harry se fijó en otra fotografía: un equipo de Quiditch de Hogwarts que sonreía y saludaba desde el marco. Se acercó y pudo apreciar las serpientes en los blasones de sus pechos: Slytherins. Reconoció inmediatamente a Regulus como el muchacho sentado en el centro de la primera fila: Tenía el mismo cabello oscuro y se le veía ligeramente altanero como su hermano, aunque era más pequeño, más delgado, y bastante menos apuesto de lo que Sirius había sido.
-Jugaba de Buscador, -dijo Harry.
-¿Qué? –dijo Hermione vagamente; todavía estaba inmersa en el montón de recortes acerca de Voldemort.
-Está sentado en el centro de la fila delantera, es el lugar reservado para el Buscador… No importa, -dijo Harry, dándose cuenta que nadie le estaba escuchando. Ron estaba sobre manos y rodillas, buscando debajo del armario. Harry miró alrededor de la habitación buscando posibles lugares que pudieran servir de escondrijos y se aproximó al escritorio. Una vez más, alguien había registrado este lugar antes que ellos. El contenido de los cajones había sido revuelto recientemente, el polvo había sido removido, pero no había nada de valor allí: viejas plumas, textos caducos que evidenciaban haber sido toscamente manoseados, un frasco de tinta recientemente roto, el pegajoso remanente cubría el contenido del cajón.
-Hay una forma más fácil, -dijo Hermione, mientras Harry se limpiaba los dedos sucios de tinta en los pantalones. Levantó la varita y dijo-, ¡Accio, relicario!
Nada ocurrió. Ron, que había estado examinando los pliegues de las desvaídas cortinas, pareció decepcionado.
-¿Entonces, eso es todo? ¿No está aquí?
-Oh, aún podría estar aquí, pero bajo encantamientos protectores, -dijo Hermione-. Encantamientos para prevenir que sea convocado mágicamente, tú sabes.
-Como el que Voldemort puso sobre el pedestal de piedra en la cueva, -dijo Harry, recordando como había sido incapaz de convocar el falso relicario.
-¿Entonces, cómo se supone que lo encontraremos? -preguntó Ron.
-Buscando manualmente, -dijo Hermione.
-Buena idea, -dijo Ron, poniendo los ojos en blanco, y reanudando su búsqueda en las cortinas.
Durante más de una hora, peinaron cada pulgada de la habitación, pero al final, se vieron forzados a concluir que el relicario no estaba allí.
El sol había ascendido ya; su luz los deslumbraba aún a través de los sucios ventanales.
-Aunque podría estar en otra parte de la casa, -dijo Hermione con un tono animado mientras bajaban las escaleras. Mientras a Harry y Ron se les veían más bien desalentados, parecía que ella se había vuelto mas resuelta-. Tanto si se las ingenió para destruirlo como si no, querría mantenerlo oculto de Voldemort, ¿no es así? ¿Recuerdan todas esas cosas espantosas de las que tuvimos que librarnos cuando estuvimos aquí la última vez? Ese reloj que lanzaba rayos a todo el mundo y esas viejas túnicas que trataron de estrangular a Ron; Regulus podría haberlos puesto allí para proteger el escondrijo del relicario, aunque no nos dimos cuenta en ese… ese…
Harry y Ron la miraron. Estaba parada con un pie en el aire, con la mirada perdida de alguien a quien le hubieran hecho un Encantamiento Desmemorizador, hasta sus ojos estaban desenfocados.
-…en ese momento, -terminó la frase con un susurro.
-¿Te pasa algo? –preguntó Ron
-Había un relicario.
-¿Qué? –dijeron Harry y Ron juntos.
-En el armario del salón de dibujo. Nadie pudo abrirlo. Y nosotros… nosotros…
Harry sintió como si se le hubiera deslizado un ladrillo a través del pecho hacia el estómago. Lo recordaba. Hasta había manipulado la cosa mientras se la pasaban unos a otros, cada cual en su turno intentando espiar en su interior. Lo habían tirado a un saco de basura, junto con la caja de rapé de polvo Wartcap y la caja de música que había hecho que todo el mundo se sintiera somnoliento…
-Kreacher nos robó muchas cosas, -dijo Harry. Era su única oportunidad, la única pequeña esperanza que les quedaba, e iba a aferrarse a ella hasta que se viera obligado a desecharla-. Tenía un escondite lleno de cosas en la alacena de la cocina. Vamos.
Bajó las escaleras corriendo saltando los peldaños de dos en dos, los otros dos yendo como relámpagos a su estela. Hicieron tanto ruido que cuando pasaron por el vestíbulo despertaron al retrato de la madre de Sirius.
-¡Asquerosos! ¡Sangresucia! ¡Canallas! –gritó trss ellos mientras se lanzaban hacia el sótano de la cocina y cerraban la puerta de golpe a sus espaldas. Harry corrió toda la longitud de la habitación, patinó hasta detenerse frente a la puerta de la alacena de Kreacher, y la abrió de un tirón. Encontró el nido de sucias mantas viejas en las que el elfo domestico había dormido una vez, pero ya no brillaban con las baratijas que Kreacher había recobrado. Lo único que había allí era una vieja copia de La Naturaleza de la Nobleza: Genealogía Mágica. Negándose a creer lo que veían sus ojos, Harry tomó bruscamente las mantas y las sacudió. Un ratón muerto cayó y rodó lúgubremente por el suelo. Ron gimió y se subió sobre una silla de cocina; Hermione cerró los ojos.
-Esto todavía no ha acabado, -dijo Harry, levantó la voz y llamó-, ¡Kreacher!
Se oyó un audible crack y el elfo doméstico que Harry tan reluctantemente había heredado de Sirius apareció de la nada delante del frío y vacío hogar. Diminuto, de la mitad del tamaño de un humano, con la pálida piel colgando de él en pliegues, el cabello blanco brotando copiosamente de sus orejas parecidas a las de un murciélago. Todavía llevaba puesto el inmundo harapo con el que lo habían conocido la primera vez, y la mirada despectiva que le dedicó a Harry demostraba que su actitud ante el cambio de dueño no se había alterado más que su vestimenta.
-Amo, -graznó Kreacher con su voz de sapo, e hizo una profunda reverencia; murmurando contra sus rodillas-, Otra vez en la antigua casa de mi ama con el traidor a la sangre Weasley y la sangresucia…
-Te prohíbo que llames a nadie “traidor a la sangre” o “Sangresucia”, -gruñó Harry. Habría encontrado a Kreacher, con su nariz en forma de hocico y sus ojos inyectados en sangre, un objeto particularmente indeseable aunque el elfo no hubiera traicionado a Sirius ante Voldemort.
-Tengo una pregunta para ti, -dijo Harry, con el corazón latiéndole considerablemente rápido mientras miraba al elfo-, y te ordeno que la respondas con veracidad. ¿Entendido?
-Si, Amo, -dijo Kreacher haciendo otra reverencia. Harry vio que sus labios se movían silenciosamente, indudablemente articulando los insultos que ahora tenía prohibido pronunciar.
-Hace dos años, -dijo Harry, su corazón ahora golpeaba contra sus costillas-, en el salón de dibujo del piso de arriba había un gran relicario de oro. Lo tiramos. ¿Tú lo recuperaste?
Hubo un momento de silencio, durante el cual Kreacher se enderezó para mirar a Harry directo a la cara. Luego dijo, -Si.
-¿Dónde se encuentra en este momento? –preguntó Harry alborozado mientras Ron y Hermione se mostraban alegres.
Kreacher cerró los ojos como si no soportara ver su reacción ante sus siguientes palabras.
-Ido.
-¿Ido? –Hizo eco Harry, el júbilo lo abandonó flotando lejos de él-, ¿Que quieres decir con ido?
El elfo se estremeció. Flaqueó.
-Kreacher, -dijo Harry ferozmente-, Te ordeno…
-Mundungus Fletcher, -graznó el elfo, con los ojos aún fuertemente cerrados-. Mundungus Fletcher lo robó todo; los retratos de la Señorita Bella y la Señorita Cissy, los guantes de mi ama, la Orden de Merlín de Primera Clase, las copas con el escudo familiar, y… y…
Kreacher estaba tragando para conseguir un poco de aire: su hundido pecho subía y bajaba rápidamente, luego sus ojos se abrieron de golpe y profirió un horripilante grito.
-… y el relicario, el relicario del amo Regulus. ¡Kreacher hizo mal, Kreacher falló en su encargo!
Harry reaccionó instintivamente: cuando Kreacher se abalanzó sobre el atizador que estaba sobre la rejilla, se lanzó sobre el elfo, aplastándolo. El grito de Hermione se mezcló con el de Kreacher pero el rugido de Harry fue más fuerte que el grito de ambos:
-¡Kreacher, te ordeno que te estés quieto!
Sintió que el elfo se quedaba congelado y lo soltó. Kreacher yacía laxo en el frío piso de piedra, con lágrimas brotando de sus ojos hundidos.
-¡Harry, deja que se levante! –susurró Hermione.
-¿Para que pueda golpearse con el atizador? –bufó Harry, arrodillándose junto al elfo-. No creo. Bien. Kreacher, quiero la verdad: ¿Como sabes que Mundungus Fletcher robó el relicario?
-¡Kreacher lo vio! –dijo entrecortadamente el elfo mientras las lágrimas corrían sobre el hocico y se le metían en la boca llena de dientes grisáceos-. Kreacher lo vio salir de la alacena de Kreacher con las manos llenas de los tesoros de Kreacher. Kreacher le dijo al furtivo ladrón que se detuviera, pero Mundungus Fletcher se rió y huyó…
-¿Dijiste que el relicario era del “Amo Regulus”?, -dijo Harry-. ¿Por qué? ¿De donde provenía? ¿Que tenía Regulus que ver con él? ¡Kreacher, enderézate y cuéntame todo lo que sepas del relicario, y qué tenía que ver Regulus con él!
El elfo se sentó derecho, se enroscó formando una pelota, colocó la cara mojada entre las rodillas, y empezó a mecerse hacia atrás y hacia delante. Cuando habló, la voz sonó atenuada pero bastante definida en el silencio, haciendo eco a través de la cocina.
-El Amo Sirius huyó, fue bueno librarnos de él, ya que era un mal muchacho y le rompió el corazón a mi Ama con sus modales desenfrenados. Pero el Amo Regulus tenía la disposición apropiada; conocía las obligaciones que implicaba el apellido Black y la dignidad de su sangre pura. Durante años habló del Señor Oscuro, que sacaría a los magos de su retiro para gobernar a los muggles y a los nacidos muggles… y cuando tuvo dieciséis años, el Amo Regulus se unió al Señor Oscuro. Cuan orgulloso, cuan orgulloso, tan feliz de servirlo…
-Y un día, tras un año de haberse unido, el Amo Regulus vino a la cocina a ver a Kreacher. Al Amo Regulus siempre le gustó Kreacher. Y el Amo Regulus dijo… él dijo…
El viejo elfo se meció más rápido que antes.
-…dijo que el Señor Oscuro requería un elfo.
-¿Voldemort necesitaba un elfo? –repitió Harry, mirando a Ron y Hermione, que parecían tan confundidos como él.
-Oh si, -gimió Kreacher-. Y el Amo Regulus había ofrecido voluntariamente a Kreacher. Era un honor, dijo el Amo Regulus, un honor para él y para Kreacher, que debía asegurarse de hacer cualquier cosa que el Señor Oscuro le ordenase… y luego volver a casa.
Kreacher se meció aún más rápidamente, respirando en sollozos.
-Así que Kreacher con el Señor Oscuro. El Señor Oscuro no le dijo a Kreacher lo que iban a hacer, pero llevó a Kreacher con él a una cueva cerca del mar. Y adentrándose en la cueva había una caverna, y en la caverna había un gran lago negro…
A Harry se le erizaron los pelos de la nuca. Los graznidos de Kreacher parecían llegarle como atravesando el agua oscura. Vio lo que había pasado tan claramente como si hubiera estado allí presente.
-… Había un bote…
Por supuesto que había habido un bote; Harry conocía el bote, de un verde fantasmal y pequeñito, embrujado para llevar a un brujo y a una victima hasta la isla que había en el centro. Entonces, así había sido como Voldemort había puesto a prueba las defensas que rodeaban el Horrocrux, tomando prestada a una criatura prescindible, un elfo doméstico…
-En la isla, había un p-pedestal con una vasija llena de poción. El S-Señor Oscuro hizo que Kreacher la bebiera…
El elfo se estremeció de la cabeza a los pies.
-Kreacher bebió, y mientras bebía, vio algo terrible… El interior de Kreacher ardía… Kreacher gritó para que el Amo Regulus lo salvara, gritó llamando a la Señora Black, pero el Señor Oscuro solo rió… hizo que Kreacher bebiera toda la poción… dejo caer un relicario dentro de la vasija vacía sobre el pedestal… y lo llenó con más poción.
-Y luego el Señor Oscuro se alejó en el bote, dejando a Kreacher en la isla…
Harry podía ver como sucedía. Observó la cara blanca de serpiente de Voldemort desvaneciéndose en la oscuridad, los ojos rojos despiadadamente fijos en el derrotado elfo cuya muerte se produciría en pocos minutos, cuando sucumbiera a la desesperante sed que el ardiente veneno provocaba en sus víctimas… Pero, la imaginación de Harry no llegaba a tanto, por lo que no pudo ver como había escapado Kreacher.
-Kreacher necesitaba agua, se arrastró hasta el borde de la isla y bebió del lago negro… y manos, manos muertas, salieron del agua y arrastraron a Kreacher debajo de la superficie…
-¿Cómo escapaste? –preguntó Harry, y no se sorprendió al notar que había hablado en susurros.
Kreacher levantó la fea cabeza y miró a Harry con sus grandes ojos, inyectados en sangre.
-El Amo Regulus le dijo a Kreacher que regresara, -dijo.
-Lo sé… ¿Pero como escapaste de los Inferi?
Kreacher no pareció entenderlo.
-El Amo Regulus le dijo a Kreacher que regresara, -repitió.
-Lo sé, pero…
-Bueno, es obvio, ¿no Harry? –dijo Ron-. ¡Desapareció!
-Pero… no podías Aparecerte dentro y fuera de esa cueva, -dijo Harry-, De otra forma Dumbledore…
-La magia de los elfos no es igual que la magia de los brujos, ¿verdad? –dijo Ron-, Quiero decir, ellos pueden Aparecer y Desaparecer dentro y fuera de Hogwarts cuando nosotros no podemos hacerlo.
Hubo un silencio mientras Harry digería eso. ¿Como podía Voldemort haber cometido un error semejante? Pero incluso mientras lo pensaba, Hermione habló, y su voz era helada.
-Por supuesto, que Voldemort consideraría las aptitudes de los elfos domésticos demasiado inferiores como para tenerlas en cuenta… Nunca se le hubiera ocurrido pensar que podrían contar con una magia que él no poseía.
-La ley principal entre los elfos domésticos es el vínculo con el Amo, -entonó Kreacher-. A Kreacher se le dijo que regresara a casa, así que Kreacher regresó a casa...
-Bueno, entonces, hiciste lo que se te había ordenado, ¿verdad? –dijo Hermione gentilmente-. No desobedeciste las órdenes en ningún momento.
Kreacher sacudió la cabeza, meciéndose mas rápido que nunca.
-¿Entonces que pasó cuando regresaste? –Preguntó Harry-. ¿Qué dijo Regulus cuando le contaste lo que había pasado?
-El Amo Regulus estaba muy preocupado, muy preocupado, -graznó Kreacher-. El Amo Regulus le dijo a Kreacher que permaneciera escondido y que no saliera de la casa. Y luego… fue un tiempo después… el Amo Regulus vino a buscar a Kreacher a su alacena una noche, y el Amo Regulus estaba raro, no parecía el de siempre, perturbado en la mente, Kreacher se dio cuenta… y le pidió a Kreacher que lo llevara a la cueva, la cueva a la que Kreacher había ido con el Señor Oscuro…
Y así partieron. Harry podía visualizarlos bastante claramente, el asustado viejo elfo y el delgado y moreno Buscador que tanto se había parecido a Sirius… Kreacher sabía como abrir la entrada oculta que llevaba a la caverna subterránea, sabía como alzar el pequeño bote: esta vez era su amado Regulus el que navegaba con él hacia la isla donde estaba la vasija con veneno.
-¿Y te hizo beber el veneno? –dijo Harry, asqueado.
Pero Kreacher sacudió la cabeza y lloró. Hermione se llevó las manos a la boca; Parecía haber entendido algo.
-El A-Amo Regulus sacó del bolsillo un relicario igual al que tenía el Señor Oscuro, -dijo Kreacher, con las lágrimas corriendo a cada lado de su nariz en forma de hocico-. Y le dijo a Kreacher que lo tomara, y que cambiara los relicarios cuando la vasija estuviera vacía…
En ese momento los sollozos de Kreacher se volvieron sonidos estridentes; Harry tuvo que esforzarse firmemente para poder entenderlo.
-Y le ordenó… a Kreacher que se fuera… sin él. Y le dijo a Kreacher… que se fuera a casa… y que nunca le dijera al Ama… lo que había hecho… pero que destruyera… el primer relicario. Y bebió… toda la poción… y Kreacher cambió los relicarios… y observó… como al Amo Regulus… lo arrastraban debajo del agua… y…
-¡Oh, Kreacher! –se lamentó Hermione, que estaba llorando. Cayó de rodillas junto al elfo y trató de abrazarlo. En un instante el elfo estaba de pie, arrastrándose lejos de ella, obviamente asqueado.
-La sangresucia tocó a Kreacher, el no lo permitirá, ¿Qué va a decir su ama?
-¡Te dije que no la llamaras “Sangresucia”! –le regañó Harry, pero el elfo ya estaba castigándose a sí mismo. Cayó de bruces y empezó a golpearse la frente contra el suelo.
-¡Detenlo… detenlo! –gritó Hermione-. ¿Oh, no puedes ver lo enfermizo de la situación, la forma en que se ven obligados a obedecer?
-¡Kreacher… detente, detente! –gritó Harry.
El elfo se quedó tendido en el piso, jadeando y temblando, con el hocico brillando con un moco verde, un morado floreciendo en su pálida frente donde se había golpeado a si mismo y los ojos hinchados e inyectados en sangre bañados en lágrimas. Harry nunca había visto nada tan lamentable.
-Así que trajiste el relicario a casa, -dijo implacablemente, ya que estaba determinado a saber la historia completa-. ¿Y trataste de destruirlo?
-Nada de lo que Kreacher intentó hizo mella en él, -gimió el elfo-. Kreacher lo intentó todo, todo lo que sabía, pero nada, nada funcionaba… Conjuro muchos poderosos hechizos sobre la cubierta, Kreacher estaba seguro que la forma de destruirlo era metiéndose dentro de él, pero no se abría… Kreacher se castigaba a sí mismo, y lo intentaba de nuevo, se castigaba a sí mismo y lo intentaba de nuevo. Kreacher fracasó al obedecer las órdenes, ¡Kreacher no pudo destruir el relicario! Y su ama estaba loca de pena, porque el Amo Regulus había desaparecido y Kreacher no podía decirle lo que había pasado, no, porque el Amo Regulus le había p-p-prohibido decirle a nadie de la familia lo que había ocurrido en la cueva…
Kreacher empezó a sollozar tan fuerte que no hubo más palabras coherentes. Las lágrimas fluían por las mejillas de Hermione mientras miraba a Kreacher, pero no se atrevió a tocarlo otra vez. Hasta Ron, que no era un admirador de Kreacher, parecía contrariado. Harry se sentó sobre los talones y sacudió la cabeza, tratando de aclararla.
-No te entiendo, Kreacher, -dijo finalmente-. Voldemort trató de matarte, Regulus murió intentando hacer caer a Voldemort, ¿pero aún así traicionaste alegremente a Sirius ante Voldemort? Te alegraste de ir con Narcissa y Bellatrix, para pasar información a Voldemort a través de ellas…
-Harry, Kreacher no lo ve de esa forma, -dijo Hermione, limpiándose los ojos con el dorso de la mano-. Es un esclavo; los elfos domésticos están acostumbrados a recibir malos tratos, incluso a la brutalidad. Lo que Voldemort le hizo a Kreacher, para él, no fue muy diferente a como lo trataban normalmente. ¿Qué pueden significar las guerras de los magos para un elfo como Kreacher? Es leal a la gente que es bondadosa con él, y la Señora Black debe haberlo sido, y Regulus ciertamente lo era, así que les servía con gusto y repite sus creencias como un loro. Sé lo que vas a decir, -continuó cuando Harry comenzó a protestar-, que Regulus cambió de parecer… pero al parecer que no se lo explicó a Kreacher, ¿verdad? Y creo que sé por que. Si defendían la antigua tradición de la sangre pura tanto Kreacher como la familia de Regulus estarían a salvo. Regulus estaba tratando de protegerlos a todos.
-Sirius…
-Sirius era horrible con Kreacher, Harry, y no hay forma de encontrarle el lado bueno a eso, sabes que es verdad. Kreacher llevaba solo mucho tiempo cuando Sirius vino a vivir aquí, y probablemente estuviera hambriento de un poco de cariño. Estoy segura que “la Señorita Cissy” y “la Señorita Bella” fueron perfectamente amorosas con Kreacher cuando se lo pidieron, así que les hizo un favor y les dijo todo lo que querían saber. Siempre dije que los magos pagarían por la forma en que trataban a los elfos domésticos. Bueno, Voldemort, lo hizo… y también Sirius.
Harry no tenía respuesta para eso. Mientras miraba a Kreacher sollozando en el piso, recordó lo que Dumbledore le había dicho, solo unas pocas horas después de la muerte de Sirius: No creo que Sirius haya contemplado nunca a Kreacher como un ser con sentimientos tan agudos como los de un humano…
-Kreacher, -dijo Harry después de un momento-, Cuando te sientas mejor, er… por favor siéntate.
Pasaron varios minutos antes de que Kreacher hipara hasta quedarse en silencio. Luego se alzó a sí mismo hasta estar sentado nuevamente, frotándose los ojos con los nudillos como un niño pequeño.
-Kreacher, voy a pedirte que hagas algo, -dijo Harry. Miró a Hermione pidiéndole ayuda. Quería darle la orden amablemente, pero al mismo tiempo, no podía hacer que pareciera como si no fuera una orden. De todos modos, el cambio en su tono pareció haber ganado su aprobación: sonrió alentadoramente.
-Kreacher, quiero, que por favor, vayas a buscar a Mundungus Fletcher. Tenemos que averiguar donde está el relicario… donde está el relicario del Amo Regulus. Es muy importante. Queremos terminar el trabajo que el Amo Regulus comenzó, queremos… er… asegurarnos de que no murió en vano.
Kreacher bajó los puños y levantó la mirada hacia Harry.
-¿Encontrar a Mundungus Fletcher? –graznó.
-Y traerlo aquí, a Grimmauld Place, -dijo Harry-. ¿Crees que podrías hacer eso por nosotros?
Cuando Kreacher asintió y se puso de pie, Harry tuvo una súbita inspiración. Sacó la bolsa de Hagrid y tomó el falso Horrocrux, el relicario sustituto en el que Regulus había depositado la nota para Voldemort.
-Kreacher, yo, er, quisiera que tuvieras esto, -dijo, presionando el relicario contra la mano del elfo-. Perteneció a Regulus y estoy seguro que él querría que tu lo tuvieras como una muestra de gratitud por lo que…
-Estás exagerando, compañero, -dijo Ron mientras el elfo le echaba un vistazo al relicario, dejaba escapar un alarido de conmoción y desdicha, y se volvía a tirar al suelo.
Les llevó casi media hora calmar a Kreacher, que estaba tan abrumado ante el ofrecimiento de que conservara una reliquia de la familia Black, que se le pusieron las rodillas tan flojas que no podía mantenerse en pie correctamente. Cuando finalmente fue capaz de dar unos pocos pasos tambaleantes todos le acompañaron a la alacena, le vieron dejar a salvo el relicario entre las sucias mantas, y le aseguraron que la primera prioridad para ellos sería la protección del relicario mientras él estuviera ausente. Luego hizo dos grandes reverencias en dirección a Harry y a Ron, y hasta le dedicó a Hermione una pequeña y graciosa sacudida que podría haberse interpretado como un intento de saludo respetuoso, antes de Desaparecerse con el acostumbrado y ruidoso crack.











Capítulo 11

EL SOBORNO


Si Kreacher había podido escapar de un lago lleno de inferis, Harry confiaba en que la captura de Mundungus le llevaría unas pocas horas como mucho, y rondó por la casa toda la mañana en un estado de máxima expectación. Sin embargo, Kreacher no volvió esa mañana o siquiera esa noche. A la puesta de sol, Harry se sentía desaminado y ansioso, y la cena compuesta mayormente por pan mohoso, sobre el que Hermione había intentando una variedad de Trasfiguraciones sin éxito, no ayudaron en nada.
Kreacher no volvió al día siguiente, ni el día después de ese. Sin embargo, dos hombres encapuchados habían aparecido en la plaza fuera del número doce, y se quedaron allí en la noche, mirando fijamente en dirección a la casa que no podían ver.
-Mortifagos, seguro, -dijo Ron, mientras él, Harry y Hermione miraban por la ventana del salón de dibujo-. ¿Seguro que no saben que estamos aquí?
-No creo -dijo Hermione, aunque parecía asustada-. o habrían enviado a Snape a por nosotros, ¿verdad?
-¿Creéis que ha estado aquí y tiene la lengua atada por la maldición de Moody? -preguntó Ron.
-Si, -dijo Hermione- de otro modo habría podido decirles como entrar aquí, ¿verdad? Pero probablemente estén vigilando para ver si aparecemos. Sabían que Harry es el dueño de esta casa, después de todo.
-¿Cómo lo... ? -empezó Harry.
-Los testamentos de magos son examinados por el Ministerio, ¿recuerdas? Saben que Sirius te dejó este lugar.
La presencia de los mortifagos fuera incrementó el humor amenazador dentro del número doce. No habían tenido noticias de nadie que estuviera más allá de Grimmauld Place desde el patronus del Señor Weasley, y la tensión empezaba a pasar factura. Inquieto e irritable, Ron había desarrollado el molesto hábito de jugar con el Desiluminador en sus bolsillos. Esto enfurecía particularmente a Hermione, que había abandonado la espera por Kreacher para estudiar Los Cuentos de Beedle el Bardo y no apreciaba la forma en que las luces seguían encendiéndose y apagándose.
-¡Quieres parar! -gritó la tercera noche de ausencia de Kreacher, cuando todas las luces se apagaron de nuevo en el salón de dibujo.
-¡Lo siento, lo siento! -dijo Ron, accionando el Desiluminador y restaurando las luces-. ¡No sé qué estoy haciendo!
-¿Bueno, puedo sugerirte que encuentres algo útil en que ocuparte?
-¿Algo como leer cuentos para niños?
-Dumbledore me dejó este libro, Ron...
-... y a mí me dejó el Desiluminador, ¡quizás se supone que tenga que usarlo!
Incapaz de soportar la pelea, Harry salió de la habitación sin que lo notara ninguno de los dos. Se dirigió escaleras abajo hacia la cocina, la cual seguía visitando porque estaba seguro de que era allí donde era probablemente aparecería Kreacher. A medio camino, sin embargo, oyó un golpe en la puerta delantera, después chasquidos metálicos y el rechinar de la cadena.
Todos los nervios de su cuerpo parecieron tensarse. Sacó su varita, adentrándose en las sombras junto a las cabezas de elfos decapitados, y esperó. La puerta se abrió. Vio un destello de luz de las farolas de la plaza de abajo, y una figura encapuchada se adentró en el vestíbulo y cerró la puerta tras ella. El intruso dio un paso hacia adelante y la voz de Moody pregunto. "¿Severus Snape?". Entonces la figura de polvo alcanzó el final del vestíbulo y se lanzó sobre él, alzando su mano muerta.
-No fui yo quien te mató, Albus, -dijo una voz tranquila.
La maldición se rompió. La figura explotó de nuevo, y fue imposible divisar al recién llegado a través de la densa nube gris que esta dejó atrás.
Harry apuntó su varita en medio de ella.
-¡No te muevas!
Había olvidado el retrato de la Señora Black. Al oir su grito, las cortinas que la ocultaban se abrieron y ella empezó a gritar "Sangresucia y basura deshonrando mi casa...".
Ron y Hermione se lanzaron escaleras abajo tras Harry, apuntando con las varitas, como él con la suya, al hombre desconocido que ahora estaba de pie con los brazos alzados en el vestíbulo de abajo.
-¡Alto el fuego, soy Remus!
-Oh, gracias a Dios, -dijo Hermione débilmente, apuntando con su varita al retrato de la Señora Black; con una detonación, las cortinas se cerraron de nuevo y se hizo el silencio. Ron también bajó su varita, pero Harry no.
-¡Muéstrate! -gritó.
Lupin se adelantó hasta la luz de la lampara, con las manos todavía alzadras en un gesto de rendición.
-Soy Remus John Lupin, hombrelobo, algunas veces conocido como Lunático, uno de los cuatro creadores del Mapa del Merodeador, casado con Nymphadora, normalmente llamada Tonks, y te enseñé como producir un Patronus, Harry, que tiene forma de ciervo.
-Oh, está bien, -dijo Harry, bajando la varita-, pero tenía que comprobarlo, ¿verdad?
-Hablando como tu exprofesor de Defensa Contra las Artes Oscura, tengo que estar de acuerdo con que tenías que comprobarlo. Ron, Hermione, no deberíais ser tan rápidos bajando vuestras defensas.
Corrieron escaleras abajo hacia él. Envuelto en su gruesa capa negra de viaje, parecía exhausto, pero se alegraron de verle.
-¿No hay rastro de Severus entonces? -preguntó.
-No, -dijo Harry-. ¿Qué está pasando? ¿Todo el mundo está bien?
-Si -dijo Lupin-, pero todos estamos siendo vigilados. Hay un par de motifagos fuera en la plaza.
-Lo sabemos...
-Tuve que Aparecerme exactamente en el escalón superior de la entrada para asegurarme de que no me vieran. No deben saber que estás aquí, o estoy seguro de que tendrían más gente fuera, han estado escarbando por todas partes buscando cualquier conexión contigo, Harry. Vamos abajo, tengo mucho que contaros, y quiero saber qué ocurrió después de que abandonárais la Madriguera.
Descendieron a la cocina, donde Hermione señaló con su varita a la chimenea. Un fuego surgió instantáneamente. Eso proporcionó una ilusión de comodidad sobre las sombrías paredes de piedra y brillo a la larga mesa de madera. Lupin sacó unas pocas cervezas de mantequilla de debajo de su capa de viaje y se sentaron.
-Estuve aquí hace tres días pero tenía que librarme de los mortifagos que me iban a la zaga, -dijo Lupin- ¿Entonces vinísteis directamente aquí después de la boda?
-No, -dijo Harry-. Solo depués de que toparamos con un par de mortifagos en un café de Tottenham Court Road.
Lupin se derramó casi toda su cerveza en la pechera.
-¿Qué?
Explicaron lo que había ocurrido, cuando hubieron terminado Lupin parecía consternado
-¿Pero como os encontraron tan rápidamente? Es imposible seguir a alguien que Desaparece, a menos que los agarres mientras desaparecen.
-Y no parece muy problable que estén sencillamente patrullando Tottenham Court Road todo el tiempo, ¿verdad? -dijo Harry.
-No preguntábamos -dijo Hermione tentativamente-, si Harry no podría estar todavía bajo el control del Rastro.
-Imposible, -dijo Lupin. Ron se mostró arrogante y Harry se sintió enormemente aliviado-. Dejando cualquier otra cosa aparte, estarían seguros de que Harry está aquí si todavía pudieran Rastrearle, ¿verdad? Pero no se me ocurre como pudieron seguiros a Tottenham Court Road, eso me preocupa, me preocupa realmente.
Pareció perturbado, pero por mucho que a Harry le preocupara eso, la cuestión podía esperar.
-Cuéntanos que ocurrió después de que nos marcháramos, no hemos tenido noticias desde que le padre de Ron nos dijo que la familia estaba a salvo.
-Bueno, Kingsley nos salvó, -dijo Lupin-. Gracias a su advertencia la mayoría de los invitados a la boda pudieron Desaparecer antes de que llegaran.
-¿Eran mortifagos o gente del Ministerio? -intervino Hermione.
-Una mezcla de ambos pero las intenciones y propósitos de todos ellos son los mismos ahora -dijo Lupin-. Había una docena, pero no sabían que tú estabas allí, Harry. Arthur oyó el rumor de que habían intentado sacarle tu paradero a Scrimgeour mediante la tortura antes de matarle; si es cierto, no cedió.
Harry miró a Ron y Hermione, sus expresiones reflejaban la misma mezcla de sorpresa y gratitud que sentía él. Nunca le había gustado mucho Scrimgeour, pero si lo que decía Lupin era verdad, al final el hombre había intentado proteger a Harry.
-Los mortifagos registraron la Madriguera de arriba a abajo -siguió Lupin-. Encontraron al fantasma, pero no quisieron acercarse demasiado y después interrogaron a aquellos de nosotros que quedamos durante horas. Intentaban conseguir información sobre ti, Harry, pero por supuesto nadie aparte de la Orden sabía que habías estado allí.
-En el mismo momento en que irrumpían en la boda, forzaban la entrada en cada casa del pais relacionada con la Orden. Ningún muerto, -añadió rápidamente, anticipándose a la pregunta- Pero fueron duros. Quemaron la casa de Dedalus Diggle, pero como sabéis él no estaba allí, y utilizaron la Maldición Cruciatus con la familia de Tonks. De nuevo, intentando averiguar adonde habías ido después de visitarles. Están bien... sacudidos, obviamente, pero aparte de eso bien.
-¿Los mortifagos consiguieron entrar en todas las casas protegidas con encantamientos? -preguntó Harry recordando lo efectivos que estos habían sido la noche en que se había estrellado en el jardín de los padres de Tonks.
-Lo que tienes que comprender, Harry, es que los mortifagos cuentan ahora con todo el poder del Ministerio de su lado, -dijo Lupin-. Tienen el poder para realizar hechizos brutales sin miedo a ser identificados o al arrestro. Se las arreglaron para penetrar cualquier hechizo defensivo que lanzamos contra ellos, y una vez dentro, eran libres de hacer lo que quisieran.
-¿Y no se molestaron en inventar ninguna excusa para torturar a la gente por averiguar el paradero de Harry?
-Bueno, -dijo Lupin. Dudó, después sacó una copia doblada de El Profeta.
-Aquí tienes, -dijo, empujándola a través de la mesa hacia Harry-. Lo ibas a averiguar tarde o temprano. Este es su pretexto para perseguirte.
Harry desplegó el periódico. Una enorme fotografía de su propia cara llenaba la página frontal. El titular decía así:
BUSCADO PARA SER INTERROGADO SOBRE LA MUERTE DE ALBUS DUMBLEDORE
Ron y Hermione rugieron indignados, pero Harry no dijo nada. Empujó lejos el periódico; no quería leer nada más. Sabía lo que diría. Nadie más que aquellos que habían estado en lo alto de la torre cuando Dumbledore había muerto sabíaN quien le había matado realmente, como Rita Skeeter ya había dicho al mundo mágico, Harry había sido visto alejándose corriendo del lugar de los hechos momentos después de que Dumbledore hubiera caído.
-Lo siento, Harry, -dijo Lupin.
-¿Así que los mortifagos han tomado El Profeta también? -preguntó Hermione furiosamente.
Lupin asintió.
-Pero seguramente la gente comprende lo que está pasando, ¿no?
-La estratagema ha sido limpia y virtualmente silenciosa, -dijo Lupin-. La versión oficial del asesinato de Scrimgeour es que dimitió, ha sido reemplazado por Pius Thicknesse, que está bajo la Maldición Imperius.
-¿Por qué Voldemort no se declara a sí mismo Ministro de Magia? -preguntó Ron.
Lupin rio.
-No lo necesita, Ron. En la práctica es el Ministro, ¿pero por qué debería sentarse tras un escritorio en el Ministerio? Su marioneta, Thicknesse, se ocupa de los asuntos cotidianos, dejando a Voldemort libre para extender su poder más allá del Ministerio.
-Naturalmente la gente ha adivinado lo que ha ocurrido. Ha habido un cambio muy dramático en la política del Ministerio en los últimos días, y muchos susurran que Voldemort debe estar detrás. Sin embargo, esa es la cuestión. Susurran. No se atreven a confiar los unos en los otros, sin saber en quien confiar, temen hablar, por si acaso sus sospechas son ciertas y sus familias se convierten en objetivos. Si, Voldemort está jugando a un juego muy astuto. Desvelarse a sí mismo podría haber provocado una rebelión abierta. Permaneciendo enmascarado esparce confusión, inseguridad y miedo.
-¿Y este cambio dramático en la política del Ministerio -dijo Harry-, incluye advertir al mundo mágico contra mí en vez de contra Voldemort?
-Indudablemente es parte de ello -dijo Lupin-. y es un golpe maestro. Ahora que Dumbledore está muerto, tu... El Chico que Vivió... eres claramente el símbolo y punto de apoyo de cualquier resistencia contra Voldemort. Pero sugiriendo que fue tu mano la que acabó con el viejo héroe, Voldemort no solo puede poner precio a tu cabeza, sino que siembra duda y miedo en cualquiera de los que te habrían defendido.
-Entretanto, el Ministerio ha empezado a moverse contra los nacidos muggles. -Lupin señaló a El Profeta-. Mirad la página dos.
Hermione pasó las páginas con misma expresión de disgusto que habia mostrado mientras sujetaba Secretos de las Artes Mas Oscuras.
-Registro de nacidos muggles, -leyó en voz alta-. El Ministerio de Magia emprende una investigación sobre los así llamados "nacidos muggles" para comprender mejor como llegan a poseer secretos mágicos.
-Investigaciones recientes llevadas a cabo por el Departamento de Misterios revelan que la magia solo puede pasar de una persona a otra cuando tienen hijos. Cuando no hay ninguna prueba de que existan antepasados magos, por consiguiente, los así llamados nacidos muggles probablemente hayan obtenido poder mágico robándolo o arrebatándolo a la fuerza.
-El Ministerio está decidido a castigar a tales usurpadores de poder mágico, y es con este fin que invita a los así llamados nacidos muggles a presentarse para una entrevista con la recientemente creada Comisión de Registro de los Nacidos Muggles.
-La gente no dejará que ocurra esto, -dijo Ron.
-Está ocurriendo, Ron, -dijo Lupin- Los nacidos muggles están siendo rodeados mientras hablamos.
-¿Pero cómo se suponen que han robado la magia? -dijo Ron-. Es una locura, si pudieras robar magia no habría ningún Squib, ¿verdad?
-Lo sé, -dijo Lupin-. No obstante, a menos que puedas probar que tienes al menos un pariente cercano mago, ahora se estima que has obtenido tu poder mágico ilegalmente y debes sufrir el castigo.
Ron miró a Hermione, después dijo:
-¿Y si los sangre pura y los de sangre media juran que un nacido muggle es parte de su familia? Diré a todo el mundo que Hermione es mi prima...
Hermione cubrió la mano de Ron con las suyas y apretó.
-Gracias, Ron, pero no podría dejar que tú...
-No tienes elección, -dijo Ron ferozmente, apretándole la mano en respuesta-. Te enseñaré mi árbol familiar para que puedas responder a cualquier pregunta sobre él.
Hermione soltó una risa temblorosa.
-Ron, estamos a la fuga con Harry Potter, la persona más buscada del pais, no creo que eso importe. Si fuera a volver a la escuela sería distinto. ¿Que planea Voldemort para Hogwarts? -preguntó a Lupin.
-Asistir es ahora obligatorio para cada joven bruja o mago -replicó él-. Se anunció ayer. Es un cambio, porque nunca antes fue obligatorio. Por supuesto, casi todos los magos y brujas ingleses han sido educados en Hogwarts, pero sus padres tenía derecho a enseñarles en casa o enviarlos al extranjero si lo preferían. De esta forma, Voldemort tendrá a toda la población mágica vigilada desde corta edad. Y también es otra forma de limpiar la maleza de los nacidos muggles porque los estudiantes deben tener Status de Sangre... significa que han probado ante el Ministerio que son descendientes de magos... antes de que se les permita asistir.
Harry se sintió enfermo y furioso. Es este momento, excitados chicos y chicas de once años estarían enfrascados en la lectura de un montón de libros de hechizos recién comprados, ignorando que nunca verían Hogwarts, que quizás nunca volverían a ver a sus familias tampoco.
-Es... es... -murmuró, luchando por encontrar las palabras que hicieran justicia al horror de sus pensamientos, pero Lupin dijo quedamente.
-Lo sé.
Lupin dudó.
-Entenderé que no puedas confirmar esto, Harry, pero la Orden tiene la impresión de que Dumbledore te encargó una misión.
-Lo hizo -replicó Harry-, y Ron y Hermione están al tanto y vienen conmigo.
-¿Puedes confiarme en qué consiste esa misión?
Harry miró a la cara prematuramente envejecida, enmarcada por espeso pero canoso pelo, y deseó darle una respuesta diferente.
-No puedo Remus. Lo siento. Si Dumbledore no te lo contó no creo que yo pueda.
-Sabía que dirías eso, -dijo Lupin, parecía decepcionado-. Pero aún así podría serte de alguna utilidad. Ya saber lo que soy y lo que puedo hacer. Podría ir con vosotros y proporcionaros protección. No habría necesidad de que me contaras exactamente lo que estás tramando.
Harry dudó. Era una oferta muy tentadora, aunque como podrían mantener su misión en secreto para él si estaba con ellos todo el tiempo era algo que no alcanzaba a imaginar.
Hermione, sin embargo, se quedó perpleja.
-¿Pero y qué hay de Tonks? -preguntó.
-¿Qué pasa con ella? -dijo Lupin.
-Bueno, -dijo Hermione, frunciendo el ceño-. ¡Estás casado! ¿Cómo va a sentirse ella si te largas con nosotros?
-Tonks estará perfectamente a salvo -dijo Lupin-. Estará en casa de sus padres.
Había algo extraño en el tono de Lupin; era casi frío. Había algo raro en la idea de Tonks ocultándose en casa de sus padres; ella era, después de todo, un miembro de la Orden y, por lo que Harry sabía de ella, probablemente querría estar en medio de la acción.
-¿Remus -dijo Hermione tentativamente-, todo va bien... ya sabes... entre vosotros?
-Todo va bien, gracias, -dijo Lupin bruscamente.
Hermione se puso colorada. Hubo una pausa, una torpe y embarazosa, y después Lupin dijo, con aire de estar obligándose a sí mismo a admitir algo desagradable.
-Tonks está embarazada.
-¡Oh, maravilloso! -chilló Hermione.
-¡Excelente! -dijo Ron entusiamado.
-Felicidades, -dijo Harry.
Lupin les dedicó una sonrisa tan artificial que fue más bien una mueca, después dijo:
-¿Entonces... aceptas mi oferta? ¿Los tres se convertirán en cuatro? No puedo creer que Dumbledore lo hubiera desaprovado, me designó como vuestro profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, después de todo. Y debo deciros que creo que nos enfrentamos a una magia que muchos de nosotros nunca podimos preveer o imaginar.
Ron y Hermione miraron ambos a Harry.
-Solo... solo para dejarlo claro -dijo él-. ¿Quieres dejar a Tonks en casa de sus padres y venir con nosotros?
-Estará perfectamente a salvo allí, ellos se ocuparán de ella, -dijo Lupin. Hablaba con una determinación que rayaba en la indiferencia-. Harry, estoy seguro de que James habría deseado que me quedara contigo.
-Bueno -dijo Harry lentamente-. Yo no. Estoy bastante seguro de que mi padre habría querido saber por qué no te quedabas con tu propio hijo, en realidad.
La cara de Lupin perdió todo color. La temperatura de la cocina podría haber caído diez grados. Ron recorría la habitación con la mirada como si estuviera aprendiéndosela de memoria mientras los ojos de Hermione saltaban de Harry a Lupin.
-No lo entiendes -dijo Lupin al fin.
-Explícamelo entonces -dijo Harry.
Lupin tragó.
-Yo... cometí un grave error casándome con Tonks. Lo hice contra mi buen juicio y me he arrepentido mucho desde entonces.
-Ya veo -dijo Harry-, ¿así que te deshaces de ella y del niño y sales corriendo con nosotros?
Lupin saltó sobre sus pies. Su silla cayó hacia atrás, y les miró tan ferozmente que Harry vio, por primera vez, la sombra del lobo bajo la cara humana.
-¿No entiendes lo que he hecho a mi mujer y a mi hijo nonato? ¡Nunca debí casarme con ella, la he convertido en una paria!
Lupin pateó a un lado la silla que había volcado.
-¡Tú solo me has visto entre los de la Orden, o bajo la protección de Dumbledore en Howargts! ¡No sabes como ve la mayoría del mundo mágico a las criaturas como yo! Cuando conozcen mi afección, a penas pueden hablarme. ¿No ves lo que he hecho? Incluso su propio familia está disgustada con nuestro matrimonio, ¿qué padres querrían que su única hija se casara con un hombrelobo? Y el niño... el niño...
Lupin realmente se estaba arrancando manojos de pelo; parecía bastante trastornado.
-¡Mi raza normalmente no procrea! Será como yo, estoy convencido de ello... ¿como puedo perdonarme a mí mismo, cuando sabía que me arriesgaba a pasar mi propia condición a un niño inocente? ¡Y si, por algún milagro no es como yo, será mejor, un millón de veces mejor, no tener un padre del que siempre tuviera que sentirse avergonzado!
-¡Remus! -susurró Hermione, con lágrimas en los ojos-. No digas eso... ¿cómo podría ningún niño avergonzarte de ti?
-Oh, no sé, Hermione, -dijo Harry-. Yo estoy bastante avergonzado de él.
Harry no sabía de donde salía su rabia, pero le había compelido a ponerse en pie también. Lupin tenía el mismo aspecto que hubiera tenido si Harry le hubiera golpeado.
-Si el nuevo régimen cree que los nacidos muggles son malos -dijo Harry-. ¿qué harán con un medio hombrelobo cuyo padre es miembro de la Orden? Mi padre murió intentando protegernos a mi madre y a mí, ¿y crees que él te diría que abandonaras a tu hijo y fueras a la aventura con nosotros?
-¿Cómo... cómo te atreves? -dijo Lupin-. Esto no es por gusto.. por peligro o gloria personal... ¿cómo te atreves a sugerir tal cosa...?
-Creo que estás siendo un poco atrevido -dijo Harry-. Calzándote los zapatos de Sirius.
-¡Harry, no! -le suplicó Hermione, pero él continuó mirando a la cara lívida de Lupin.
-Nunca me habría creído esto -dijo Harry-. El hombre que me enseñó a luchar contra los dementores... un cobarde.
Lupin sacó su varita tan rápido que Harry dificilmente tuvo tiempo de coger la suya; se oyó un sonoro bang y se sintió volar hacia atrás como si le hubieran dado un puñetazo, golpeó la pared de la cocina y se deslizó hasta el suelo, captó un vistazo del ruedo de la capa de Lupin desapareciendo por la puerta.
-¡Remus, Remus, vuelve! -gritó Hermione, pero Lupin no respondió. Un momento después oyeron la puerta principal cerrarse de golpe.
-¡Harry! -lloró Hermione-. ¿Como has podido?
-Fue fácil -dijo Harry. Se puso en pie, podía sentir un bulto hinchándose en su cabeza donde había golpeado la pared. Todavía estaba tan lleno de rabia que estaba temblando.
-¡No me mires así! -exclamó a Hermione.
-No la pagues con ella -gruñó Ron.
-No... no... ¡no debemos pelear! -dijo Hermione, lanzándose entre ellos.
-No deberías haber dicho esas cosas a Lupin -dijo Ron a Harry.
-Se lo merecía -dijo Harry. Imágenes sueltas recorrieron su mente. Sirius cayendo a través del velo, Dumbledore suspendido, roto, en medio del aire, un destello de luz verde y la voz de su madre, suplicando piedad...
-Los padres -dijo Harry-, no deberían abandonar a sus hijos a menos... a menos que tengan que hacerlo.
-Harry -dijo Hermione, estirando hacia él una mano consoladora, pero él se encogió y se apartó, con los ojos en el fuego que Hermione había conjurado. Una vez había hablado con Lupin ante esta chimenea, buscando consuelo con respecto a James, y Lupin le había consolado. Ahora la cara blanca y torturada de Lupin se mecía en el aire ante él. Sintió una enfermiza ráfaga de remordimiento. Ni Ron ni Hermione hablaban, pero Harry estaba seguro de que se miraban el uno al otro a sus espaldas, comunicándose silenciosamente.
Se giró y los pilló dándose apresuradamente la espalda el uno al otro.
-Sé que no debería haberle llamado cobarde.
-No, no deberías -dijo Ron al instante.
-Pero actúa como tal.
-Es lo mismo... -dijo Hermione.
-Lo sé -dijo Harry-. Pero si eso le hace volver con Tonks, habrá valido la pena, ¿no?
No pudo evitar la súplica de su voz. Hermione parecía simpatizar con él, Ron se mostraba inseguro. Harry bajó la mirada a sus pies, pensando en su padre. ¿Habría aprobado James lo que su hijo había dicho a su viejo amigo?
La silenciosa cocina parecía zumbar por la sacudida de la escena reciente y con los reproches no pronunciados de Ron y Hermione. El Profeta que Lupin había traído consigo todavía yacía sobre la mesa, la propia cara de Harry miraba al techo desde la portada. Se acercó a él y se sentó, abriendo una página al azar, y fingiendo leer. No podía concentrarse en las palabras, su mente todavía estaba llena del encuentro con Lupin. Estaba seguro de que Ron y Hermione habían reasumido su comuminicación silenciosa al otro lado de El Profeta. Pasó una página ruidosamente, y el nombre de Dumbledore saltó hacia él. Eso fue un momento o dos antes de que captara el signficado de la fotografía, que mostraba a una familia. Bajo la foto se leían estas palabras: La familia Dumbledore, de izquierda a derecha: Albus, Pervical, sujetando a la recién nacida Ariana, Kendra, y Aberforth.
Captada su atención, Harry examinó la foto más cuidadosamente. El padre de Dumbledore, Percival, era un hombre bien parecido con ojos que parecían tintinear incluso en esta vieja foto desvaída. El bebé, Ariana, era un poco más grande que una barra de pan y de aspecto no muy llamativo. La madre, Kendra, tenía el pelo negro azabache echado hacia atrás en un moño alto. Su cara tenía una cualidad tirante debido a él. Harry pensó en las fotos de nativos americanos que había visto cuando estudió sus ojos oscuros, los pómulos altos, la nariz recta, formalmente compuesta con un vestido de cuello alto. Albus y Aberforth vestían chaquetas de cuello a juego y tenía identicos cortes de pelo. Albus parecía varios años mayor, pero por lo demás los dos chicos se parecían mucho, pero eso había sido antes de que Dumbledore se rompiera la nariz y antes de llevar gafas.
La familia parecía feliz y normal, sonriendo serenamente desde el periódico. El brazo del bebé Ariana ondeaba vagamente dentro y fuera de su chal. Harry miró sobre la foto y vio el titular.
EXTRACTO EXCLUSIVO DE LA PROXIMA
BIOGRAFIA DE ALBUS DUMBLEDORE
Por Rita Skeeter
Pensando que dificilmente podría hacerle sentir mucho peor de lo que ya se sentía, Harry empezó a leer:
Orgullosa y arrogante, Kendra Dumbledore no pudo soportar permanecer en en Mould-on-the-Wold después de que su marido Percival fuera públicamente arrestado y encerrado en Azkaban. Por consiguiente decidió desarraigar a la familia y reacomodarla en el Valle de Godric, el pueblo que después ganaría fama como el escenario de la extraña escapada de Harry Potter de Quien-ustedes-ya-saben.
Como Mould-on-the-Wold, el Valle de Godric era hogar de un buen número de familias de magos, pero Kendra no entabló relación con ninguna de ellas, evitaba la curiosidad sobre el crimen de su marido que había soportado en el pueblo anterior. Rechazó repetidamente los amigables avances de sus nuevos vecinos magos, pronto se seguró de que su familia se mantuviera aislada.
"Me cerró la puerta en la cara cuando fui a darle la bienvenida con un caldero de Cauldron Cakes caseros" dijo Bathilda Bahshot. "La primera vez que estuve allí solo vi a los dos chicos. No habría sabido que tenía una hija si no hubiera estado recogiendo hierbas a la luz de la luna un invierno después de que se mudaran. Vi a Kendra conduciendo a Ariana hasta el jardín de atrás. La paseó por el césped, manteniendo una garra firme sobre ella, luego la volvió a entrar dentro. No supe qué pensar.
Parece ser que Kendra pensó que mudarse al Valle de Godric era la oportunidad perfecta para ocultar a Arianna de una vez y para siempre, algo que probablemente había estado planeando durante años. La oportunidad del momento fue significativa. Ariana tenía apenas siete años cuando se perdió de vista, y los siete es la edad mágica en la que la mayoría de los expertos está de acuerdo en que se revela la magia a sí misma, si se presenta. Nadie vivo actualmente recuerda a Arianna demostrando la más mínima señal de habilidad mágica. Parece claro, por lo tanto, que Kendra tomó la decisión de ocultar la existencia de su hija antes que sufrir la vergüenza de admitir que había dado a luz a un a Squib. Mudarse lejos de amigos y vecinos que conocían a Ariana, por supuesto, haría que mantenerla prisionera fuera más fácil. Podía contarse con el pequeño número de personas que de ahí en adelante conocieron la existencia de Arianna para mantener el secreto, incluyendo a sus dos hermanos, que desviaban preguntas embarazosas con la respuesta que su madre les había enseñado. "Mi hermana es demasiado frágil para la escuela".
Próxima semana: Albus Dumbledore en Hogwarts... los Premios y la Presencia.
Harry había estado equivocado. Lo que había leído le había hecho sentir peor. Volvió a mirar la fotografía de la aparentemente feliz familia. ¿Era cierto? ¿Cómo podía averiguarlo? Deseaba ir al Valle de Godric, incluso si Bathilda no estaba en condiciones de hablar con él; quería visitar el lugar donde Dumbledore había perdido a aquellos a los que amaba. Estaba en proceso de bajar el periódico, para preguntar a Ron y Hermione su opinión, cuando un ensordecedor crack llenó la cocina.
Por primera vez en tres días Harry se había olvidado del todo de Kreacher. Su primer pensamiento fue que Lupin había irrumpido en la habitación, y durante una fracción de segundo, no se fijó en la masa de extremidades que se retorcían y que había aparecido de la nada junto a su silla. Se apresuró a ponerse en pie mientras Keacker se desenredaba y se inclinaba ante Harry, croando,
-Kreacher ha vuelto con el ladrón Mundungus Fletcher, Amo.
Mundungus luchó por levantarse y sacó su varita. Hermione sin embargo, fue demasiado rápida para él.
-¡Expelliarmus!
La varita de Mundungus voló por el aire y Hermione la cogió. Con los ojos salvajes, Mundungus se lanzó hacia las escaleras; Ron le hizo un placaje y Mundungus golpeó el suelo de piedra con un crujido amortiguado.
-¿Qué? -gritó a voz en cuello, retorciéndose en su intento por liberarse del agarre de Ron-. ¿Que he hecho? Mandarme a un sangriento elfo doméstico, ¿a qué estás jugando, qué he hecho?, suéltame, suéltame o...
-No estás en posición de formular amenazas -dijo Harry. Lanzó a un lado el periódico, cruzó la cocina en unas pocas zancadas, y se puso de rodillas junto a Mundungus que dejó de luchar aterrado. Ron se levantó, jadeando, y observó como Harry apuntaba su varita deliberadamente hacia la nariz de Mundungus. Mundungus hedía a sudor rancio y humo de tabaco. Su pelo estaba enredado y su túnica manchada.
-Kreacher se disculpa por la tardanza en traer al ladrón, Amo -croó el elfo-. Fletcher sabe como evitar la captura, tiene muchos escondrijos y cómplices. No obstante, Kreacher atrapó al ladrón al final.
-Lo has hecho realmente bien, Kreacher -dijo Harry, y el elfo hizo una reverencia.
-Bueno, tenemos unas cuantas preguntas para ti -dijo Harry a Mundungus, que gritó al instante.
-¿Me entró el pánico, vale? Nunca quise ir para empezar, sin ofender, colega, pero nunca me ofrecí voluntario para morir por ti, y era el mismísimo Quien-tu-ya-sabes el que venía volando hacia mí, todo el mundo se largaba, dije todo el rato que no quería hacerlo...
-Para tu información, el resto de nosotros no Desapareció -dijo Hermione.
-Bueno, entonces sois unos malditos héroes, ¿verdad?, pero yo nunca fingí presentarme voluntario para que me mataran...
-No estamos interesados en por qué dejaste en la estacada a Ojoloco -dijo Harry, moviendo su varita un poco más cerca de los ojos perrunos e inyectados de sangre de Mundungus-. Ya sabíamos que eras un pedazo de escoria indigno de confianza.
-Bueno entonces, ¿por qué me mandas elfos domésticos? ¿O esto va de las copas de nuevo? No tengo ya ninguna de ellas, o te las habría dev...
-No es por las copas tampoco, aunque te vas acercando -dijo Harry-. Cállate y escucha.
Era maravilloso tener algo que hacer, alguien a quien poder exigir un trocito de verdad. La varita de Harry estaba ahora tan cerca del puente de la nariz de Mundungus que Mundungus bizqueaba intentando mantener la vista fija en ella.
-Cuando limpiaste esta casa de cualquier cosa de valor. -Empezó Harry, pero Mundungus le interrumpió de nuevo.
-A Sirius ningun le interesó nada de esta basura...
Se produjo un sonido de pies corriendo, un destello de cobre brillante, un resonante clang y un grito de agonía. Kreacher había ido corriendo hacia Mundungus y le había golpeado en la cabeza con una cacerola.
-Quítamelo de encima, quítamelo de encima. ¡Deberían encerrarlo! -gritaba Mundungus, acobardado cuando Kreacher alzó de nuevo la pesada cacerola.
-¡Kreacher, no! -gritó Harry.
Los flacos brazos de Kreacher temblaban por el peso de la cacerola, todavía sostenida en alto.
-¿Quizás solo un poco más, Amo Harry, por suerte?
Ron rio.
-Le necesitamos consciente, Kreacher, pero si necesita que lo persuadan podrás hacer los honores -dijo Harry.
-Muchas gracias, Amo -dijo Kreacher con una reverencia, y retorcedió una corta distancia, sus grandes ojos pálidos todavía estaban fijos en Mundungus con aversión.
-Cuando despojaste esta casa de todo lo de valor que pudiste encontrar. -Empezó Harry de nuevo-, cogiste unas cuantas cosas de la alacena de la cocina. Había allí un guadapelo. -La boca de Harry se quedó de repente seca. Podía sentir la tensión de Ron y Hermione y también la excitación-. ¿Que hiciste con él?
-¿Por qué? -preguntó Mundungus-. ¿Tenía algún valor?
-¡Todavía lo tiene! -gritó Hermione.
-No, no lo tiene -dijo Ron astutamente-. Se pregunta si debió haber pedido más dinero por él.
-¿Más? -dijo Mundungus-. Eso habría sido dificil.... dado que me lo quitaron, ¿verdad? No tuve elección.
-¿Qué quieres decir?
-Estaba vendiendo en el Callejón Diagon y ella se presentó y mi preguntó si tenía licencia para vender artefactos mágicos. Menuda entrometida. Me iba a arrestar, pero se le antojó el guardapelo y me dijo que se lo llevaba y me dejaría en paz por el momento, y supongo que tuve suerte.
-¿Quién era esa mujer? -preguntó Harry.
-No sé, alguna vieja bruja del Ministerio.
Mundungus pensó por un momento, frunciendo la frente.
-Pequeña. Con un sombrerito en lo alto de la cabea.
Frunció el ceño y después añadió:
-Parecía un sapo.
Harry dejó caer su varita. Esta golpeó a Mundungus en la nariz y disparó chispas rojas hacia sus cejas, que se incendiaron.
-¡Aguamenti! -gritó Hermione, y un chorro de agua surgió de su varita, empapando a un balbuceante y ahogado Mundungus.
Harry levantó la mirada y vio su propia sorpresa reflejada en las caras de Ron y Hermione. Las cicatrices del dorso de su mano derecha parecían estar cosquilleando otra vez.